Francesco Tonucci (1)


Clarín, 25 de febrero de 2007, sección Educación

Versión en papel: acá.


La entrevista con Francesco Tonucci fue en el Palacio Pizzurno, después de algún acto sobre su proyecto La ciudad de los niños. Tonucci, un tipo simpático y con una tremenda conexión con su parte infantil, habló y habló y habló... Y habló. Grabé unas 2 horas de charla y, a pesar de que Clarín publicó un par notas con ese material, no agotó todas las ideas que disparó la cabeza privilegiada de este pedagogo. Digo: ya quisiera llegar yo así a los 65.

Ha pasado algún tiempo desde febrero de 2007; sin embargo, aún me resuena una idea de aquel encuentro: si los niños ocuparan el corazón de la sociedad, seríamos más felices y el mundo dejaría de ser, como dice el tango, una porquería. Aprender a escuchar a los chicos es una de las asignaturas pendientes de esta sociedad, que vive bajo la dictadura del capricho adulto.


ENTREVISTA CON EL PEDAGOGO ITALIANO FRANCESCO TONUCCI

"Leerles a los chicos 15 minutos por día es llevarlos al milagro de la lectura"

En una nueva visita a la Argentina, el pedagogo italiano remarcó la responsabilidad de la escuela en la promoción de la lectura. En diálogo con Clarín ironizó: “Los profesores me dicen que esto es demasiado fácil”.

Rubén A. Arribas

“La mayoría de las escuelas en los países desarrollados son ilegales”. Eso sostiene el reconocido pedagogo italiano Francesco Tonucci, en alusión a que la mayoría incumplen la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por Naciones Unidas en 1989. Según el impulsor del proyecto La ciudad de los niños, esa normativa mundial tiene rango de ley nacional entre quienes la firmaron —entre ellos la Argentina—; sin embargo, las escuelas suelen olvidar el artículo 12, que tipifica que los niños tienen derecho a expresar su opinión y a que esta sea tenida en cuenta. Es decir: los adultos deben consultar con los chicos aquellas decisiones que les afecten, y no imponerles arbitrariamente sus criterios. Lo dice la ley: diálogo.

Claro, que aprender a dialogar con los chicos es una asignatura pendiente de cualquier adulto. También lo es del mundo educativo. Por ejemplo, el profesor suele exigir a los alumnos que todos compren el mismo libro de lectura. ¿Cuál? El que le gusta a él, por supuesto. Tonucci, reconocido dibujante de viñetas irónicas sobre la escuela, ilustra la situación con palabras: “Imaginemos una sala de espera de una estación de tren, llegamos y vemos a 20 personas que leen, algo raro de por sí. Imaginemos que leen, no una revista o un periódico, sino ¡un libro! Ahora nos acercamos y descubrimos que todas leen el mismo libro. Nos inquietamos, ¿verdad? Y ahora nos acercamos un poco más y nos damos cuenta de que todas esas personas van por la misma página.... Parece obra de un demonio, ¿no? Pues bien, eso es lo que ocurre en la escuela todos los días”.

Y es que hoy día los niños siguen sin ser el corazón de la escuela. Los sistemas educativos no son acogedores para ellos, se muestran incapaces de atender a la diversidad infantil. De hecho, Tonucci opina que sobrevaloran la lectura, la escritura y el cálculo, hasta casi considerarlas las únicas competencias, un criterio que excluye a muchos chicos. “Para nuestros sistemas educativos, un niño con habilidades manuales no cuenta. Lo sé muy bien: era dibujante y sabía construirme mis juguetes —aún de viejo me los sigo construyendo—; sin embargo, eso nunca me ha ayudado en la escuela”.

Con todo, la crueldad de la situación no se detiene ahí. “Desde que la escuela es democrática, es decir, abierta a todos, la mayoría de los chicos que acceden a ella no tienen una experiencia de lectura en su familia: no tienen libros en casa y nunca han visto a sus padres leer un libro. ¿Cómo pueden entender entonces que escribir o leer es tan importante?”, argumenta. Dicho de otro modo: sin adultos comprometidos por placer con la lectura resulta imposible transmitir que leer sirve para mucho más que subrayar los sustantivos de un texto o saber qué preguntan en un examen. Un placer se contagia, no se impone.

“Por eso la escuela tiene que suplir esa deficiencia”, explica. “Desde que nacen, los chicos necesitan adultos que les lean en voz alta, que compartan con ellos la experiencia de la lectura, que los eduquen en la emoción de la escucha”. Y propone algo para comenzar ya mismo: “Leerles 15 minutos diarios; esa es la única manera de ponerlos dentro del milagro de la lectura, es decir, de que vivan a través de las palabras las imágenes que estas evocan”. ¿Y qué hay que leerles? “Novelas; para que aprendan a esperar y que leer un libro lleva tiempo”. Y añade riendo: “Los profesores me dicen que esto es demasiado fácil”.

Fácil, pero no habitual. Y, sin embargo, ese es un punto de partida más democrático que obligar a los chicos a leer y más divertido que dejarles a ellos todo el peso del aprendizaje. Pero, claro, los adultos nunca tienen tiempo para ser democráticos o divertidos, y mucho menos en la escuela. Como diría Tonucci, lo preocupante del caso es que parece que esos adultos nunca hubieran sido niños.


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La ciudad de los niños

“El niño es el paradigma del ‘otro’: en él caben todas las diferencias, todas las diversidades. Por eso, si el intendente es capaz de dialogar con los niños, entonces también es capaz de hacerlo con cualquier otra persona, sin distinción de edad, cultura, sexo, habilidad...”. Según Francesco Tonucci, ese es el fundamento filosófico de La ciudad de los niños, una iniciativa con la que desde 1991 conciencia a la sociedad de que los chicos también son ciudadanos. Es decir: los adultos deberían consultarles cuando construyen y reorganizan los espacios públicos, que son de todos: de los chicos y de los grandes. El proyecto comenzó en Frato —su pueblo natal— y se ha extendido a más de 80 ciudades italianas, españolas y argentinas. Entre las 7 de acá, Rosario es la decana y este año celebra sus 10 años de adhesión al proyecto.

Más información: www.lacittadeibambini.org


Taller de escritura del Club de Jóvenes

Clarín, 25 de febrero de 2007, sección Educación

Versión papel: aquí y acá.

PROYECTO DE LECTURA Y ESCRITURA DEL “CLUB DE JOVENES” DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Tres jóvenes confiesan su secreto:
la escritura los devolvió a la escuela

Jonathan (18) trabaja de albañil y se entrena para ser boxeador, Karen dejó la calle por la poesía y Rocío sueña con ser periodista política. Sólo tres casos, entre muchos, para demostrar que la escritura y la lectura también son pasión de los chicos.

Rubén A. Arribas

Los adultos yerran cuando aseguran que a los chicos les aburre leer o escribir. Los tres talleres de escritura y uno de narración oral organizados por el equipo Proyecto de Lectura y Escritura de Club de Jóvenes así lo demuestran. Muchos de los alumnos les han acercado historias, cómics o viñetas para intentar publicarlas en “Poner el pecho”, un libro auspiciado por el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es más: esta experiencia, combinada con el programa nacional “Todos a estudiar”, devolverá a varios alumnos a la escuela en 2007.

Ése es el caso de Jonathan Leguizamón, Karen Domínguez y Rocío Domínguez, participantes del taller de escritura en la sede de Parque Patricios. Sábado tras sábado, durante la segunda mitad de 2006, ellos y sus compañeros han disfrutado de docentes capaces de armar situaciones que les permitieran trabajar y compartir sus historias con los demás. Y fueran éstas orales o en papel, autobiográficas o inventadas, sólo han conocido una regla: jugar primero, aprender después.

Y es que jugando, hasta un boxeador le presta sus puños a los guantes de la escritura. Jonathan (18) vive en Villa Soldati, por las mañanas trabaja como albañil y por las tardes —sábados incluidos— entrena 4 horas en el gimnasio de su padre, boxeador como el tío y el abuelo. De ellos aprendió que debe entrenar duro y cuidarse con la comida —nada de pizza, pan o gaseosa— si quiere ser campeón del mundo. Eso sí, con sólo 5 derrotas en 34 peleas, un tipo duro como él llegó a los talleres porque su madre lo anotó y le insistió para que fuese.

Un sábado, además de entrenar, venció su fiaca para salir de Soldati y se acercó al taller. Allí se encontró con su amigo Iván Pedrozo y con una profesora que, para su sorpresa, lo invitó a que terminase un par de historias que comenzaban con unas líneas de Cortázar y de Dolina sobre el boxeo. A Jony —que así lo llaman— y a Iván les gustó tanto la idea que decidieron escribirlas juntos. Desde entonces forman un equipo inseparable que nunca olvida colocar alguna “piña” o “gancho” en sus escritos.

Karen Domínguez (16) prefiere la poesía y el canto al boxeo; aunque eso no impide que le parezcan buenas las historias de sus dos compañeros. Vive en Parque Patricios y hasta hace un tiempo cursaba en La Boca. Sin ir a clase, sus días se reducían a la tele, chatear o a salir con una amiga. Cuando se aburría, dice, tecleaba historias “sobre las cosas que pasan”. Y descubrió que escribir la ayudaba a superar los malos momentos, que son “los que más me inspiran”, comenta.

En el taller trabajó una canción de amor para un concurso, se enganchó con la poesía —sobre todo con Neruda— y aprendió a elegir mejor las palabras para sus textos. Suyo es este fragmento: “Muchas veces en la vida, en ciertas ocasiones las cosas que pasan son muy injustas y nos preguntamos ¿por qué la vida es así? ¿Por qué la vida le quita a los que menos tienen y le da a los que más tienen? Y en la mayoría de las ocasiones no encontramos respuesta”.

A Rocío Domínguez (19) le gustan los textos de Karen: “Tiene mucho sentimiento en lo que escribe, una mezcla de dolor e impotencia”. Rocío vive en Lomas de Zamora, cerca de la Feria Ocean, “un lugar donde los chicos piden comida en los negocios”, aclara. Si bien dejó la escuela en 2004, intentó retomar después pero no pudo: “Repetir me deprimía mucho. No quería ir al colegio, no quería salir de casa, no quería hacer nada. Ni a comprar iba”. Como diría Jony: repetir la puso contra las cuerdas.

A ella, como a Karen, el dato del taller se lo pasó una amiga. Rocío se lo contó a su madre —a quien admira por cómo trabaja cada día para salir adelante— y ésta encontró enseguida el apoyo de la preceptora Stella Maris Spera, quien colabora en “Todos a estudiar” y en Club de Jóvenes. Hoy Rocío siente que está de nuevo en el centro del ring: quiere terminar la secundaria, ser periodista política y opinar sobre la realidad de sus vecinos. Como Jony y Karen, en 2007 se dará otra oportunidad. Los tres parecen entusiasmados con esto de jugar primero y aprender después. Confían en que seguir leyendo y escribiendo en grupo los ayudará a noquear al fracaso escolar.

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Un fenómeno colectivo que favorece la inclusión social
Para Sergio Frugoni, coordinador de Proyecto de Lectura y Escritura de Club de Jóvenes, los chicos disfrutan de construir y compartir los sentidos que les sugiere un texto o una narración oral. Su equipo y él opinan que la lectura y la escritura son fenómenos colectivos, no sólo individuales y solitarios. Por eso, proponen practicar ambos saberes en grupo y favorecer así, además, la inclusión social.

A mediados de 2006 abrieron tres talleres de escritura —Lugano, Parque Patricios y Bajo Flores— y uno de narración oral —Callao—, todos ellos en escuelas que los sábados funcionaban como Club de Jóvenes. En 6 meses lograron reunir de manera más o menos estable a unos 40 jóvenes de 9 a 19 años y publicaron un libro “Poner el pecho”, que recoge parte del material generado. Dados los buenos resultados, en 2007 Frugoni espera profundizar en el diálogo con las escuelas y que éstas, por ejemplo, les abran sus bibliotecas. Más información: 4339 1874 y clubdejovenes@buenosaires.gov.ar.

Alejandro Tiana, secretario general de Educación de España


Clarín, 18 de febrero de 2007, suplemento Educación

Versión en papel: aquí.

ENTREVISTA CON ALEJANDRO TIANA, SECRETARIO GENERAL DE EDUCACIÓN DE ESPAÑA

“La escuela secundaria obligatoria no garantiza mejores resultados”

En los 90 Argentina copió el modelo español. Ahora los dos países estrenan leyes de educación. Según Tiana, España busca mejorar la primaria para tender puentes a la secundaria. Es su fórmula para reducir el 30% de deserción en media.

Rubén A. Arribas

“Los sistemas educativos tienen mucho que ver con la historia, las tradiciones y la cultura de cada país. Las copias de unos sistemas a otros, en general, no han funcionado. Eso sí, estudiarlos sirve para ver cómo otros países han afrontado determinados problemas de una manera novedosa. Y también para abrir posibilidades a la hora de pensarlos en el sistema propio.”

Con esas palabras, contextualiza enseguida Alejandro Tiana sus comentarios sobre los sistemas educativos español y argentino. Además de Secretario General de Educación del Ministerio de Educación y Ciencia de España, Tiana (Madrid, 1952) es un reconocido técnico en la materia. Por ejemplo, y entre otros cargos relevantes, desempeñó el de director general de Innovación y Desarrollo de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Dado su perfil y que España estrena ley educativa, el 14 de septiembre dio una conferencia durante unas jornadas organizadas por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación. Al día siguiente conversó con Clarín.

En opinión de Tiana, un secundario obligatorio hasta los 18 años —la polimodal— no garantiza mejores resultados. “Al respecto, hay que plantearse 2 consideraciones: una, si el sistema educativo puede garantizar la calidad de la educación; otra, si éste tiene capacidad de respuesta para los casos conflictivos. Si no se dan esas condiciones, no soy partidario de prolongar la escuela obligatoria”. En otras palabras: “El problema no son quienes pasan de curso, sino quienes tienen dificultades para avanzar, no les gusta estudiar o abandonan la escuela. A ellos es a quienes debe atender el sistema y proveerles modos de integrarlos”.

En España la secundaria obligatoria llega hasta los 16 años y el 30 por ciento de los alumnos no la termina. A pesar de algunas opiniones que pedían extenderla hasta los 18, la nueva ley —Ley Orgánica para la Enseñanza (LOE)— prefiere centrarse en mejorar la enseñanza primaria y tender puentes desde ahí hacia la secundaria como fórmula para reducir ese preocupante índice de abandono. Según Tiana, aumentar la exigencia académica sin tener los medios para respaldarla supone correr el riesgo de incrementar el fracaso escolar y, por tanto, de la frustración de los chicos. De ahí a fracturar más aún la sociedad, en vez de cohesionarla, hay sólo un paso.

Pese a sus reticencias para extrapolar entre sistemas educativos, se anima a subrayar un aspecto notable de allá que quizá sirva acá. Se trata del proceso de transferencia de competencias de responsabilidad educativa desde el Estado hacia las comunidades autónomas, es decir, lo que en la Argentina sería la descentralización hacia las provincias. En este momento, en España el Estado realiza un 4,5 por ciento del gasto y promueve programas de colaboración con las comunidades autónomas, que son las que manejan el resto de gasto en educación. Tiana se refiere así a este asunto, siempre polémico en su país: “Ha sido un proceso muy largo —desde 1980 a 2000—, pero me parece que hemos conseguido un sistema respetuoso para ambas partes. Obviamente las condiciones constitucionales son otras; sin embargo, quizá el modelo y el proceso sirvan como referencia en la Argentina”.

Y, como de los errores de otros también se aprende, se anima con la autocrítica. Así, destaca un par de asignaturas pendientes para los españoles: lograr estabilidad normativa y prestigiar la educación. Para lo primero, plantea que el debate político debe aumentar en calidad: “En general, muchos responden de una manera simplista —o blanco o negro— a cuestiones muy complejas. En los sistemas educativos hay cosas que están bien y cosas que están mal. Los políticos debemos potenciar unas y corregir las otras”.

En cuanto al reconocimiento social, también asume su parte de responsabilidad: “Los políticos y los medios de comunicación debemos sensibilizar a la sociedad y mostrarle los beneficios individuales y colectivos asociados a la educación. Ése es un mensaje que debemos reiterar para que vaya calando”. Por cierto, quizá estas dos asignaturas pendientes de los españoles convendría ponerlas también en la agenda argentina.


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Religión y sexualidad
La nueva ley de educación española legisla sobre 2 temas candentes en la Argentina: religión y educación sexual. Respecto de la primera, Alejandro Tiana señala que ésta respeta la Constitución y los acuerdos ya existentes con las diferentes comunidades religiosas. Eso implica un trato distinto para la religión católica frente a las demás. A falta de que se revisen los acuerdos firmados con el Vaticano, como piden los sectores laicistas, las escuelas públicas deben ofrecer la materia de religión católica dentro del horario de clases y darle a los alumnos la libertad de cursarla o no. En cambio judíos, musulmanes y evangelistas deben reunir un número mínimo de alumnos por escuela —unos 20— y tienen que dar su clase fuera del horario escolar. Eso sí, el Estado paga al profesor y la escuela cede el espacio necesario.

Asimismo, la nueva ley no contempla una materia específica sobre educación sexual, sino que ésta se impartirá a través de varios bloques curriculares. De éstos, los más importantes son los de higiene y salud en las asignaturas de ciencias naturales, algunas reflexiones sobre la sexualidad en Ética y un tema —sobre un total de unos 50— dedicado a la dimensión sexual de la persona en una nueva materia que se llama Educación para la ciudadanía y los derechos humanos.

Dada la gran polémica que suscitaron ambos asuntos, Tiana resume la posición del ministerio: “La escuela no debe adoctrinar o imponer una visión moral, pero sí plantear una reflexión sobre la sexualidad”.