Taller de escritura del Club de Jóvenes

Clarín, 25 de febrero de 2007, sección Educación

Versión papel: aquí y acá.

PROYECTO DE LECTURA Y ESCRITURA DEL “CLUB DE JOVENES” DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Tres jóvenes confiesan su secreto:
la escritura los devolvió a la escuela

Jonathan (18) trabaja de albañil y se entrena para ser boxeador, Karen dejó la calle por la poesía y Rocío sueña con ser periodista política. Sólo tres casos, entre muchos, para demostrar que la escritura y la lectura también son pasión de los chicos.

Rubén A. Arribas

Los adultos yerran cuando aseguran que a los chicos les aburre leer o escribir. Los tres talleres de escritura y uno de narración oral organizados por el equipo Proyecto de Lectura y Escritura de Club de Jóvenes así lo demuestran. Muchos de los alumnos les han acercado historias, cómics o viñetas para intentar publicarlas en “Poner el pecho”, un libro auspiciado por el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es más: esta experiencia, combinada con el programa nacional “Todos a estudiar”, devolverá a varios alumnos a la escuela en 2007.

Ése es el caso de Jonathan Leguizamón, Karen Domínguez y Rocío Domínguez, participantes del taller de escritura en la sede de Parque Patricios. Sábado tras sábado, durante la segunda mitad de 2006, ellos y sus compañeros han disfrutado de docentes capaces de armar situaciones que les permitieran trabajar y compartir sus historias con los demás. Y fueran éstas orales o en papel, autobiográficas o inventadas, sólo han conocido una regla: jugar primero, aprender después.

Y es que jugando, hasta un boxeador le presta sus puños a los guantes de la escritura. Jonathan (18) vive en Villa Soldati, por las mañanas trabaja como albañil y por las tardes —sábados incluidos— entrena 4 horas en el gimnasio de su padre, boxeador como el tío y el abuelo. De ellos aprendió que debe entrenar duro y cuidarse con la comida —nada de pizza, pan o gaseosa— si quiere ser campeón del mundo. Eso sí, con sólo 5 derrotas en 34 peleas, un tipo duro como él llegó a los talleres porque su madre lo anotó y le insistió para que fuese.

Un sábado, además de entrenar, venció su fiaca para salir de Soldati y se acercó al taller. Allí se encontró con su amigo Iván Pedrozo y con una profesora que, para su sorpresa, lo invitó a que terminase un par de historias que comenzaban con unas líneas de Cortázar y de Dolina sobre el boxeo. A Jony —que así lo llaman— y a Iván les gustó tanto la idea que decidieron escribirlas juntos. Desde entonces forman un equipo inseparable que nunca olvida colocar alguna “piña” o “gancho” en sus escritos.

Karen Domínguez (16) prefiere la poesía y el canto al boxeo; aunque eso no impide que le parezcan buenas las historias de sus dos compañeros. Vive en Parque Patricios y hasta hace un tiempo cursaba en La Boca. Sin ir a clase, sus días se reducían a la tele, chatear o a salir con una amiga. Cuando se aburría, dice, tecleaba historias “sobre las cosas que pasan”. Y descubrió que escribir la ayudaba a superar los malos momentos, que son “los que más me inspiran”, comenta.

En el taller trabajó una canción de amor para un concurso, se enganchó con la poesía —sobre todo con Neruda— y aprendió a elegir mejor las palabras para sus textos. Suyo es este fragmento: “Muchas veces en la vida, en ciertas ocasiones las cosas que pasan son muy injustas y nos preguntamos ¿por qué la vida es así? ¿Por qué la vida le quita a los que menos tienen y le da a los que más tienen? Y en la mayoría de las ocasiones no encontramos respuesta”.

A Rocío Domínguez (19) le gustan los textos de Karen: “Tiene mucho sentimiento en lo que escribe, una mezcla de dolor e impotencia”. Rocío vive en Lomas de Zamora, cerca de la Feria Ocean, “un lugar donde los chicos piden comida en los negocios”, aclara. Si bien dejó la escuela en 2004, intentó retomar después pero no pudo: “Repetir me deprimía mucho. No quería ir al colegio, no quería salir de casa, no quería hacer nada. Ni a comprar iba”. Como diría Jony: repetir la puso contra las cuerdas.

A ella, como a Karen, el dato del taller se lo pasó una amiga. Rocío se lo contó a su madre —a quien admira por cómo trabaja cada día para salir adelante— y ésta encontró enseguida el apoyo de la preceptora Stella Maris Spera, quien colabora en “Todos a estudiar” y en Club de Jóvenes. Hoy Rocío siente que está de nuevo en el centro del ring: quiere terminar la secundaria, ser periodista política y opinar sobre la realidad de sus vecinos. Como Jony y Karen, en 2007 se dará otra oportunidad. Los tres parecen entusiasmados con esto de jugar primero y aprender después. Confían en que seguir leyendo y escribiendo en grupo los ayudará a noquear al fracaso escolar.

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Un fenómeno colectivo que favorece la inclusión social
Para Sergio Frugoni, coordinador de Proyecto de Lectura y Escritura de Club de Jóvenes, los chicos disfrutan de construir y compartir los sentidos que les sugiere un texto o una narración oral. Su equipo y él opinan que la lectura y la escritura son fenómenos colectivos, no sólo individuales y solitarios. Por eso, proponen practicar ambos saberes en grupo y favorecer así, además, la inclusión social.

A mediados de 2006 abrieron tres talleres de escritura —Lugano, Parque Patricios y Bajo Flores— y uno de narración oral —Callao—, todos ellos en escuelas que los sábados funcionaban como Club de Jóvenes. En 6 meses lograron reunir de manera más o menos estable a unos 40 jóvenes de 9 a 19 años y publicaron un libro “Poner el pecho”, que recoge parte del material generado. Dados los buenos resultados, en 2007 Frugoni espera profundizar en el diálogo con las escuelas y que éstas, por ejemplo, les abran sus bibliotecas. Más información: 4339 1874 y clubdejovenes@buenosaires.gov.ar.

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