Mónica Melo se va a enseñar español a China


Clarín, 10 de septiembre de 2006, sección Educación

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EXPERIENCIA DE INTERCAMBIO EDUCATIVO

Por primera vez, la UBA envía una profesora de español a China

Es Mónica Melo. Y ya la esperan 200 estudiantes chinos paracomenzar en octubre.

Rubén A. Arribas

Mónica Melo (38) sabe de Tongling lo que Google y su profesora de chino le han contado. A saber: que se trata de una humilde ciudad a 400 kilómetros de Shanghai, que amanece 12 horas antes que en Buenos Aires, que la llaman la ciudad del cobre y que su industria crece a buen ritmo (una prueba de esto último es que el Partido Comunista posee un edificio enorme). También que 200 alumnos universitarios la esperan impacientes para comenzar en octubre sus clases de español. Ella es la primera docente que envía la UBA al país del dragón rojo.

Para entender el porqué de este viaje hay que remontarse a la Expo China Education 2006, una feria educativa celebrada en el país asiático allá por octubre. En ella participó una delegación argentina constituida por el Centro Universitario de Idiomas (CUI), la Facultad de Agronomía y la Secretaría de Relaciones Institucionales de la Cancillería. Según explica Roberto Villaruel, director del CUI, la misión comercial argentina firmó 14 convenios con diferentes universidades y centros de intercambio estudiantil. Pese a la ceremoniosidad burocrática del gobierno chino para conceder visados a sus estudiantes, el primer fruto de ese acuerdo ha madurado: desde el 26 de julio, 11 estudiantes de la Beijing Institute of Petrochemical Technology aprenden español en Buenos Aires.

Y ellos representan sólo una avanzadilla. “Si todo marcha bien, en junio de 2007 podríamos tener unos 150 alumnos en el marco de ese primer convenio”, subraya Villaruel. Los estudiantes llegarán en los próximos meses de manera escalonada y todos vendrán con el mismo objetivo que quienes ya están aquí: aprender español durante 9 meses y aprobar un examen que les permita cursar una carrera de grado o un posgrado en la Facultad de Agronomía. Nunca mejor dicho, esta historia suena casi a cuento chino y más de uno ya dudará: ¿darán la talla estos estudiantes?

“Al ritmo que aprenden, estarán en condiciones de acceder a la universidad”, contesta Mónica Thompson, coordinadora del Programa de Español para Extranjeros del CUI. Y añade: “A diferencia de los alumnos europeos, los estudiantes chinos piensan en español. Mientras que los europeos siempre comparan con su lengua madre, estos muchachos actúan como los músicos virtuosos: agarran enseguida la estructura del idioma y hablan. Además, tienen una disciplina admirable: comen y estudian. No tengo dudas: aprobarán el examen”.

Como se ve, hay mucho empeño por ambas partes para que todo salga bien. Aunque el proyecto avanza despacio, Villaruel destaca dos factores estratégicos que invitan al optimismo: por un lado, las universidades chinas promueven el español como segunda lengua extranjera; por otro, provincias industriales como Anhuing —que tiene 62 millones de habitantes y que acoge a los 6 mil estudiantes universitarios de la humilde Universidad de Tongling— apuestan por estrechar vínculos comerciales con la Argentina o con Chile. Y añade un tercero: “En lengua hispana, sólo están allá la Universidad de Salamanca y la de Alcalá de Henares”. En otras palabras: el mercado y las condiciones favorables están dadas.

De ahí que el CUI considere esta oportunidad como única. Y por ello ha capacitado desde enero intensamente a Mónica Melo, quien debió reducir sus obligaciones laborales como profesora de Literatura en colegios secundarios para asumir otras... A saber: 3 horas diarias de chino y varias de inglés a la semana, clases de pedagogía para adultos, lectura sobre la cultura oriental y apoyo constante para los 11 alumnos recién llegados. Con ese bagaje, sus 15 años como docente y una ilusión infinita por “este sueño cumplido”, como dice ella, todo augura que esta experiencia educativa será un éxito. Incluso que, en unos meses, el dios Google nos hablará de ello.

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Dragón, para los amigos
Tan Zhen Hong —Dragón para los amigos— tiene 22 años y aspecto de chico malo: grueso anillo plateado en el meñique derecho, llamativas zapatillas de deporte y el cuerpo ladeado sobre la silla como la gorra sobre la cabeza: hacia la izquierda. Tiene pinta de adolescente rebelde; sin embargo, come yogur de frutas en clase y se ruboriza cuando el elegante treintañero Wang Ye —Valentino desde que llegó a Buenos Aires—, le pregunta en un simpático español: “¿Cuántas novias tenés?”.

Sus otros 5 compañeros de clase ríen. Todos llevan un mes en la ciudad y parecen cómodos. En opinión de Lucas —Li Xiao Ming en la otra vida— (29), lo más difícil del español son la conjugación de los verbos y la pronunciación. Algo que corrobora Melisa —más conocida como Wang Ya Jie— (22), quien lleva un MP3 colgado al cuello como si fuera un collar de perlas. En cualquier caso, no sólo el español les resulta complicado de entender.

Por ejemplo, nadie desmiente a Dragón cuando éste refiere que lo sorprende la velocidad de los colectivos, que la gente se acueste tan tarde o lo ruidosa que es la ciudad. También parecen estar de acuerdo con las bondades porteñas que él enuncia: lindas plazas, ricos bifes y mucho tango. Eso sí, Valentino, que aprende español con vistas a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, añade en inglés una más: “Ésta es la ciudad perfecta para el fútbol”.

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