Estrategias para orientar el futuro profesional



Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Expo Educativa


Nota en Clarín.com (incluye videoentrevista): aquí.
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Estrategias para decidir mejor hacia dónde
orientar el futuro profesional

Los expertos señalan cuatro etapas clave en la elección de una carrera: indecisión, exploración, definición y replanteo. Recomiendan la participación en talleres y sugieren a los padres un acompañamiento sin presiones.

Rubén A. Arribas

En cualquier momento de la vida, tener la certidumbre de que uno elige bien es difícil. Cuesta. Ejemplos hay muchos, pero quizá la compra de un departamento sea el que mejor permita a los adultos entender qué sienten los adolescentes cuando deben decidir hacia dónde orientar su futuro profesional. Vender un departamento para comprar otro suele llevar aparejado intensos periodos de zozobra, donde cualquiera enfrenta inseguridades, condicionamientos o momentos de confusión. Según Claudia Fuentes, psicóloga del equipo de la Dirección de Orientación al Estudiante de la Universidad de Buenos Aires (DOE), quienes egresan del secundario atraviesan las mismas etapas para decidir que un adulto que quiere cambiar de hogar.

Estas etapas son 4: indecisión, exploración, definición y replanteo. Como en el caso del departamento, la certidumbre total —si es que esta llegara a existir— sobre los estudios elegidos se da cuando uno experimenta su decisión, esto es, cuando pasan unos meses. Es más: si en el momento de firmar el boleto de compra de un inmueble, los adultos suelen replantearse la idoneidad de la elección, ¿qué miedos no sufrirán los jóvenes cuando toman la primera gran decisión con que construir su futuro? Así que si los adultos odian que los presionen, a los chicos que salen del secundario les sucede algo parecido. Y está bien que así sea: este es su primer paso como incipientes adultos.

Entonces: elegir bien comienza por disfrutar de un entorno donde sentirse libre. Eso sí, Flores aclara: “El exceso de libertad tampoco es bueno; los chicos necesitan sentirse escuchados, no que todo dé igual. Claro, que para los padres, los profesores y los adultos significativos esto significa moverse en un límite muy delicado: hay que saber acompañar, pero siempre sin presionar. Eso quiere decir que tienen que charlar con los chicos y que estos puedan hablar de sus intereses, pero a la vez deben aprender a respetar la individualidad y la libertad de quien elige”.

Hablar, respetar el periodo de indecisión del chico, acompañar. Traducción para los padres: además de comprar guías para el alumno o de llevar en coche a los hijos a un taller de orientación vocacional, en la vida diaria deben mostrarse cuidadosos cuando hablan, sobre todo cuando emiten opiniones taxativas sobre las distintas profesiones. Ejemplo: “Todos los actores son unos vagos”, y resulta que el hijo quiere estudiar Arte Dramático. Aunque no lo parezca, los chicos respetan la opinión de los adultos, y cada juicio de valor de estos les cierra una puerta del futuro que imaginan.

Y es que al porvenir mejor no ponerle vallas de antemano, ni siquiera a la manera de la clásica orientación vocacional. Detalla Flores que hoy la pregunta ya no es “¿Qué carrera quiero estudiar?”, sino “¿Qué actividades quiero desarrollar en el futuro”. Tomando ese novedoso punto de partida, el orientador debe ayudar a que el chico profundice por sí solo en sus intereses personales y acompañarlo para que descubra qué trayecto estudiantil podría describir para satisfacer esos anhelos. Al respecto, esta especialista del DOE subraya: “Elegir una carrera ni siquiera es un punto de llegada cerrado y definitivo, es un paso más en la construcción de un proyecto personal de futuro”. Moraleja: esta es la primera gran decisión de las muchas otras que esperan; aprender a convertir la incertidumbre que la acompaña en una enseñanza significa comenzar a edificarse de manera sólida como persona.

Además, hablar de “proyecto de futuro” en vez de “carrera” ayuda a encarar una situación muy frecuente entre los adolescentes: “Quiero seguir estudiando, pero no sé el qué”. Eso es lo que traen los chicos, y de ahí parten los orientadores: no importa la carrera, importa dialogar con los jóvenes para que estos descubran por sí solos cómo articular lo que les gusta y lo que les interesa con las ofertas educativas y una posible salida laboral. Nadie decide por ellos, sino que ellos se toman su tiempo y aprenden a decidir lo mejor para sí mismos.

Por eso la DOE pone el acento en ofrecer espacios de reflexión donde los estudiantes compartan sus inquietudes con los pares, psicólogos y docentes . “Los talleres funcionan como un espacio de prevención. En la medida en que los chicos charlan sobre el futuro, ellos mismos se van encontrando mejor preparados para afrontarlo”, señala Flores. Por tanto si el mundo adulto espera engrosar sus filas con jóvenes ávidos por aprender, primero debería tentarlos con algo de su sabiduría: enseñar cómo decidir por uno mismo es un buen primer paso. A los chicos ganas de madurar no les faltan.

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. Recuadro para Talleres gratuitos de orientación vocacional de la UBA :: ver aquí.
. Recuadro para Orientación vocacional para el CBC :: ver acá.


. Recuadro-entrevista con Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA)

“Les falta cancha para preguntar”. Esa es una de las principales falencias de los chicos que asisten a la Expo Educativa, según Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA). De ahí que este año, ella y el equipo de 4 psicólogos que coordina repartirán en los talleres una hojita que funcionará como la guía de qué deberían hacer los jóvenes en la feria.

“Se trata de combatir el deslumbramiento que les produce encontrarse en un lugar tan grande, con tanta gente y con tantos stands. Seamos honestos: los chicos van y juntan, juntan y juntan papeles, les hablan del futuro, les proponen talleres, y sin embargo muchos de ellos están pensando en el viaje de egresados y otros ven octubre del año próximo demasiado lejos. Es decir: al final lo que sucede es que van, se ponen tímidos y no saben qué preguntar”, explica Attiná.

Por eso es bueno que acudan a alguno de los 4 talleres diarios y gratuitos que dictará APBA en la Expo Educativa. Allí los psicólogos los harán jugar y, de manera lúdica, los harán identificar algunos miedos que les despiertan determinadas carreras, o les desharán equívocos como confundir Recursos Humanos con Derechos Humanos. También quienes asistan podrán poner en crisis preconceptos que traen por influencias de las modas vocacionales que circulan o que viven en su entorno. Y sobre todo encontrarán a un orientador que los hará reflexionar sobre dos preguntas cruciales para comenzar a construir la vocación: “¿En qué soy muy capaz?” y “¿Qué papel desempeño en mi familia y entre mis amigos?”.

Según Attiná, esas dos preguntas son vitales porque los adolescentes fantasean, se sienten capaces de todo y terminan abrumándose por el gran espectro de posibilidades de que disponen. Dicho de otro modo: no saben separar entre su vocación y las aficiones. “Esto es muy difícil sobre todo para quienes les va bien estudiando, a ellos les cuesta mucho elegir. Los adolescentes desarrollan lógicas muy ricas, de una gran capacidad asociativa; sin embargo, les cuesta jerarquizar las ideas, organizarlas. Y ahí es donde debemos ayudarlos”.

¿Y para qué tanto esfuerzo en jerarquizar? “Se necesita tener un objetivo claro y aprender a bancársela para lograrlo. Convengamos, que quienes hemos estudiado una carrera sólo encontramos 5 ó 6 materias que nos entusiasmaron, pero el resto no... Y eso también hay que transmitírselo a los chicos”. Pero el asunto de elegir bien, va más lejos: “Cuando la crisis llega, nos golpea a todos por igual, sea uno fotógrafo o ingeniero. El título es importante, sí, pero cuando viene un terremoto, lo único que nos sostiene es trabajar en lo que nos gusta”. Es decir: estar conformes con nuestro proyecto personal.

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