Francesco Tonucci (2)


Clarín, 4 de marzo de 2007, sección Educación

Versión papel: acá.

“Jugar es vivir emociones que bajo el control adulto no son posibles”

En esta segunda charla con Clarín, el experto en infancia Francesco Tonucci, contó un reclamo frecuente de los chicos hacia los adultos. Están convencidos de que, aunque aportan buenas ideas para resolver asuntos de todos, no escuchan su opinión.

Rubén A. Arribas

¿Quién tiene más espacio público: los adultos para estacionar sus coches o los niños para jugar con los amigos? La respuesta a esa pregunta ejemplifica el discutible sentido que tiene la palabra progreso en la sociedad actual. Según el pedagogo Francesco Tonucci, los adultos abusan del poder que tienen y convierten las ciudades en prisiones para los más pequeños. Y todo, como explica este prestigioso especialista en la infancia, porque “Los adultos construyen ciudades sólo para ellos y sus automóviles, y echan a casi todos los demás”.

Así de claro: los políticos, los padres o lo docentes, por ejemplo, toman decisiones que afectan a los chicos, pero que no respetan los derechos básicos de estos. ¿Cuáles son esos derechos? “Poder salir de casa solos, participar como un ciudadano más en mejorar la ciudad, disfrutar de espacios públicos seguros y la adopción de una cultura de la infancia”, enumera Tonucci. Para los chicos, el progreso consiste en vivir en ciudades donde reinen los peatones y las bicicletas, aprender en escuelas que les resulten divertidas o evitar aburrirse en casa porque no los dejan salir solos. También en que los adultos les consulten sobre cómo convertir en realidad esos y otros sueños.

¿Por dónde empezar entonces? El principal reclamo infantil, cuenta este pedagogo, es pedir más autonomía, momentos de libertad donde no estén vigilados por los adultos. Sucede que los padres recluyen a sus hijos en casa y no los dejan salir solos porque le temen a todo: al tráfico, a los pederastas, a quienes les quitan las zapatillas y el dinero, incluso a los toboganes del parque. Tonucci entiende la preocupación por la inseguridad, pero argumenta en contra: “Los datos dicen que el 90 por ciento de la violencia infantil se produce en casa, no en la calle”. Y añade: “Si los chicos no pueden salir solos, no pueden jugar. Jugar necesita de suficiente autonomía y libertad para vivir experiencias como aventura, descubrimiento, riesgo... Emociones que, bajo el control de los adultos, no son posibles y que los niños necesitan para madurar”.

El siguiente reclamo de los chicos es que los adultos no tienen en cuenta su opinión, a pesar de que ellos aportan buenas ideas para resolver asuntos que afectan a todos. ¿Buenas ideas, en serio? A continuación unas preguntas para uno y otro bando, con las contestaciones que recabó Tonucci cuando se entrevistó en febrero con chicos de Rosario y de Buenos Aires. Una fácil: ¿qué es lo que más les gusta a los niños? Los padres: “Ver la televisión y jugar a la videoconsola”. Los hijos: “Jugar con otros niños”. Una de política: ¿cómo conseguir que la ciudad sea más segura? Equipo de los adultos: “¡Más policía!”. El de los pibes: “Llenar la ciudad de niños”. De nuevo la misma pregunta, por si los grandes, de repente, se vuelve creativos: ¿cómo lograr que la ciudad sea más segura? Los perdedores: “Instalemos videocámaras”. Los ganadores: “Pongamos a dos padres tomando mate en cada cuadra”.

Al respecto, Tonucci reflexiona: “Los adultos tienen una capacidad perversa para pensar que viviendo solos pueden ser felices. En cambio, los niños saben que para ser felices necesitan a los demás y por eso reclaman espacios públicos, donde público retoma el sentido de espacio compartido, y no de reservado”. Por tanto, ni PBI ni inflación; el progreso debe medirse por la capacidad de los adultos para poner en el corazón de la sociedad a los niños y dialogar con ellos; eso es lo que diferencia a unas sociedades de otras. Tonucci lo resume así: “Los niños se parecen bastante en todas partes; lo que cambia es la capacidad de los adultos para escucharlos y acompañarlos en lo que proponen”. Más económica no podía ser la fórmula del progreso y de la felicidad: hablar con los chicos.


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ROSARIO, UNA CIUDAD PIONERA

Francesco Tonucci vino acá para celebrar los diez años de adhesión de Rosario a La ciudad de los niños, una iniciativa mundial que conciencia a la sociedad de que los chicos también son ciudadanos. Como fundador del proyecto, el pedagogo se mostró encantado con los logros rosarinos y destacó la gran creatividad y el empuje del equipo coordinado por Chiqui González y Silvia Alderoqui. Entre las propuestas infantiles implementadas en la ciudad, la favorita del italiano es El día del juego: el primer miércoles de octubre las escuelas abren sólo para jugar, incluso la Policía corta varias calles para que la gente matee y los chicos corran tranquilos. La idea nació en 1998 y, desde entonces, más de 500 empresas se han sumado a la celebración y le dan una hora libre a su personal. ¿Para qué? Para que juegue, claro.


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