María Rosa Almandoz, directora del INET


Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí (incluye una videoentrevista).
La nota en papel: nota principal aquí y un par de recuadros por acá.

ENTREVISTA CON LA DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE EDUCACIÓN TECNOLÓGICA, MARÍA ROSA ALMANDOZ

“Necesitamos graduados en Ciencia y Tecnología volcados a la producción”

Para Almandoz, hay querecuperar la escuela técnica y reactivar la industria desmantelada.

Rubén A. Arribas

“La crisis de vocaciones en la ingeniería no es un fenómeno local. Si vos preguntás en EE.UU., España o Alemania, también te dirán que su punto flaco es la falta de ingenieros”. La cursiva de María Rosa Almandoz, Directora del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), pretende arrojar luz sobre qué entiende la moderna sociedad de la información y el conocimiento por uno de los perfiles con menos egresados en la Argentina. Según ella, las razones hay que buscarlas en un cambio de paradigma cultural.

“Hasta hace 20 ó 30 años, la ciencia y la tecnología eran campos casi separados. La investigación en Ciencias Básicas —Física, Química, Biología y Matemática— era muy independiente del desarrollo tecnológico aplicado a la producción. Sin embargo, en las últimas décadas el conocimiento alcanzó tal importancia económica que esa situación cambió. Hoy mucha de la investigación en Ciencias Básicas nutre a los tecnólogos, y estos para innovar necesitan a su vez conocimientos profundos en esas disciplinas”, continúa Almandoz. Y añade: “Por eso necesitamos egresados con una formación fuerte en ciencia y en tecnología, pero que además estén volcados al campo de la producción”. Es decir: el mercado ingenieril amplió su radio de acción y demanda nuevos perfiles profesionales, de ahí la escasez mundial de ingenieros.

Pero también existe un factor local. A pesar de la reactivación económica que vive la Argentina, el país todavía no se ha recuperado de la devastadora Década Perdida (1980-1990). En esa época cerraron más de 160 mil pymes —el gran motor de la economía y el sostén social de casi cualquier sociedad— y grandes empresas deslocalizaron sus plantas de producción a otros países. Deshecho el tejido industrial y desempleados los técnicos e ingenieros, la educación tecnológica que los formaba cayó casi por efecto dominó.

“Las políticas educativas de los 90 acompañaron ese proceso desindustrializador y abandonaron la formación de técnicos en las escuelas medias, una línea educativa muy tradicional, distintiva de México y de la Argentina, y que en las décadas del 40 al 60 generaba maestros de obra, técnicos químicos o técnicos agropecuarios, siempre muy prestigiados”, aclara esta socióloga experta en Metodología de la Investigación Científica. La menemista Ley Federal de Educación guillotinó este sector educativo estratégico, y con ella voló por los aires el puente más importante entre la secundaria y las ingenierías. Los efectos de aquella explosión son conocidos: muchas escuelas técnicas cerraron.

Por eso el Gobierno apuesta por una doble estrategia: reactivar los sectores industriales desmantelados —textil y naval sobre todo— y recuperar la escuela secundaria técnica, un emblema del pasado esplendoroso del país. “Las escuelas técnicas son las que mejor preparan a los alumnos para las ingenierías”, argumenta la Directora del INET. ¿Por qué? “Los futuros técnicos asistían a clase desde los 13 a los 19 años, cursaban en jornada completa —6 a 7 horas reloj por día—, obtenían una sólida formación en Matemática y se orientaban hacia la tecnología”. Claro, que también tenían industrias donde insertarse, y eso favorecía un círculo virtuoso: buena formación, buen empleo; y viceversa.

Eso provocó que en las décadas del 40 al 60 los chicos supieran qué hacía un técnico o un ingeniero; hoy lo desconocen. Y si les falta ese saber, no pueden pensarse como futuros técnicos en Mecatrónica o ingenieros en Aeronáutica. “La vocación no es algo espirituoso. No se puede elegir lo que no se conoce. Los chicos deberían elegir una carrera donde disfruten leyendo y aprendiendo sobre ella”, precisa Almandoz.

Asimismo, está el karma de país inestable: “Los planes de estudio hablan de 5 ó 6 años para una ingeniería; sin embargo, la duración real de estas carreras es por término medio 9,5. ¿Cuántas familias tienen oxígeno económico para mantener a un hijo ese tiempo? ¿Qué joven puede plantearse hoy un proyecto a 9 ó 10 años, si además debe estudiar y trabajar?”. De ahí que, con la Ley de Educación Técnico Profesional de 2005, el Gobierno quiera potenciar también la educación técnica superior como una alternativa a la universidad que garantice la inserción laboral. Para ello en 2006 invirtió 260 millones de pesos en becas, planes de mejora o series educativas que fomentaban el vínculo entre el Estado, las universidades y las empresas.

Por último están las falencias de los estudiantes de secundaria en Matemática, esas de las que hablan tanto las estadísticas. A lo que esta licenciada en Ciencias de la Educación comenta: “Lo que tenemos que hacer es mejorar la formación en didáctica de los docentes. Por cómo se construye el conocimiento en cada disciplina, un mal profesor de Matemática resulta más crítico que un mal profesor de Historia”.

Entonces, para resolver el problema vocacional... Sí, más formación en Matemática como reclaman insistentemente desde el mundo adulto, de acuerdo, pero a) primero que los profesores la expliquen mejor y b) cualquiera diría que los adultos son los responsables de una sociedad que ha llevado a los chicos a la indiferencia frente a las carreras técnicas. Por tanto es en manos de los políticos, empresarios, padres y educadores en las que está revertir la situación. Las palabras de María Rosa Almandoz, madre de un hijo que estudia Ingeniería Industrial, dejan poco lugar a las dudas.

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La educación técnica en números
  • 260 millones de pesos invirtió el Gobierno en 2006 para apoyar diferentes políticas educativas en los campos de Ciencia y de Tecnología.
  • 20 por ciento aumentó en 2007 la matrícula en las escuelas técnicas de nivel medio.
  • 55.736 egresados salieron en 2006 de las escuelas técnicas de nivel medio.
  • 31.815 egresados salieron en 2006 de las escuelas técnicas de educación superior.
  • 164.224 egresados salieron en 2006 de los centros de formación profesional.

Fuente: Instituto Nacional de Educación Tecnológica, www.inet.edu.ar.

Programa de radio Hora Libre


Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Educación

Versión papel: aquí.


PROGRAMA HORA LIBRE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

A punto de terminar el secundario,
casi expertos conductores de radio

Esta formación integra el plan de estudio de los bachilleratos con orientación en Comunicación Social.

Rubén A. Arribas

Son las 12:57 h del domingo, y en Radio La Porteña apenas faltan 3 minutos para que termine Hora Libre y comiencen las noticias de la una. En el aire está el escritor Maximiliano González Jewkes, quien contesta por teléfono las preguntas sobre boxeo y literatura que le formula en directo Laura Rombolá, alumna de la escuela Rumania, del barrio Villa Real. Según lo acordado con sus cinco compañeras de equipo, suya es la responsabilidad de cerrar este último bloque. Sin embargo, el minutero avanza y Laura no encuentra el momento de interrumpir al entrevistado. Frente a ella, Christian Gauna, docente y conductor del programa, mira el reloj del estudio, alza su mano derecha a media altura y le hace una señal para que corte ya, ya.

Laura asiente, comprueba la hora, se pone colorada. Eva González, su profesora en 5º curso del Bachiller con orientación en Comunicación Social, la mira y, como Gauna, corta el aire con la mano varias veces. La adolescente se aprieta los auriculares y pone cara, como luego explicará, de “¡Era el primer entrevistado de mi vida! ¡¿Cómo lo iba a cortar?!”. De repente Jewkes da por respondida la pregunta y se queda en silencio. Todos clavan los ojos en Laura, y ella cumple con lo ensayado en el precario estudio de grabación de la escuela: le agradece al entrevistado por estar en el aire y le pasa la posta al conductor. Son las 12.58 h.

Ahora la presión es para Gauna, pero él es un locutor experimentado y sabe cómo usar esos dos minutos. Recuerda que Hora Libre es un programa de las escuelas medias en colaboración con el Gobierno de la Ciudad, pide a las alumnas que se despidan de la audiencia y emplaza a los oyentes a que el próximo domingo de 12 a 13 h sintonicen de nuevo AM 1110, donde lo acompañarán estudiantes de la Tomás Espora, del barrio de Liniers. Tras una brevísima cortina, anuncia, llegarán las noticias. Impecable: le sobró un minuto.

Las chicas respiran aliviadas. En esta última hora, además de trabajar casi al ritmo de los profesionales, rendían una prueba puntuable para la materia Taller de Radio. En clase habían elegido el boxeo como tema para el programa y semana tras semana planificaron y prepararon los contenidos. Así, grabadora en mano, entrevistaron a Josué Meléndez (16), un compañero suyo que boxea, y a su entrenador. Después leyeron “Torito”, el cuento que Cortázar le dedicó al boxeador de Mataderos Justo Suárez, y por una pista dejaron la voz del cronopio Julio y por la otra grabaron la de ellas. Luego, en el estudio de La Porteña, Christian Gauna las ayudó a presentar los bloques, sincronizó los tiempos y charló con ellas a micrófono abierto sobre cómo habían elaborado el programa. Por último, como tuvieron complicaciones con el material que habían grabado con Jewkes, se animaron a conversar con él en directo. En total, tres semanas de trabajo hasta poder disfrutar de esta primera hora de radio de su vida.

Bueno, de trabajo y de muchos nervios. Por eso cuando da la una, Laura Rombolá (17), Karen Lucero (18), Jacqueline González (17), Melina Menafra (17), Aldana Rigueras (17) y Fiorela del Mazo (18) quieren chillar; sin embargo, Gauna sigue enseñándoles radio: les señala a los dos locutores preparados para dar las noticias. Las chicas asienten, se ponen las camperas, salen sin hacer ruido al pasillo del 8º piso del Centro Cultural General San Martín y ahí sí, ahí se abrazan, gritan, comentan las incidencias y hasta se hacen fotos con el equipo docente. Ninguna había pensado ser locutora de radio, explican, porque quisieran cursar Cine, Publicidad o Psicología. Sin embargo, hoy se divirtieron tanto que la semana que viene repetirían. ¿Madrugar de nuevo un domingo? “Es que estuvo bueno cuando recibimos los mensajes: sentías que la gente te estaba escuchando”, dice Karen, que había dormido apenas hora y media porque ayer tuvo un cumpleaños de quince. No se les puede pedir más honestidad a estas chicas: en clase o a través de las ondas, lo único que piden para engancharse con la escuela es que las escuchen.

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ELIGEN LOS TEMAS Y LOS PRODUCEN

“Intentamos que los chicos digan todo lo que tienen que decir, pero con respeto. Son ellos quienes eligen los temas. En la escuela Rodolfo Walsh, por ejemplo, investigaron quién fue Walsh, en una de Villa Soldati están con la historia del Club Sacachispa y la semana pasada el programa fue sobre el aborto”. Además de docente, Mariano Molina es el coordinador de Hora Libre, un espacio radial del Gobierno de la Ciudad que usan 12 escuelas medias que imparten Bachiller con orientación en Comunicación Social y 8 escuelas de reingreso.

Este es el segundo año del proyecto, y tiene tan buena recepción que Molina y su equipo pusieron también en marcha la REC (Red Escuelas Comunitarias), una agencia de noticias escolar. Ambos proyectos apuntan hacia lo mismo: “Que quienes salgan de este bachillerato sepan leer y escribir, sean capaces de hacer la producción de una radio barrial y puedan armar un periódico comunitario”. De momento, según Melina Menafra, hoy las alumnas de la escuela Rumania sacaron esta conclusión tras el programa: “Aprendimos a remarla”.


TAMBIÉN POR INTERNET

Hora Libre se emite por La Porteña, AM 1110, domingos de 12 a 13 h. También se puede escuchar en www.radiodelaciudad.gov.ar. Contacto: 5371-4600 y horalibre@buenosaires.gov.ar.


Estrategias para orientar el futuro profesional



Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Expo Educativa


Nota en Clarín.com (incluye videoentrevista): aquí.
Nota en papel: primera página por acá (cuando encuentre el pdf, claro) y segunda por aquí.


Estrategias para decidir mejor hacia dónde
orientar el futuro profesional

Los expertos señalan cuatro etapas clave en la elección de una carrera: indecisión, exploración, definición y replanteo. Recomiendan la participación en talleres y sugieren a los padres un acompañamiento sin presiones.

Rubén A. Arribas

En cualquier momento de la vida, tener la certidumbre de que uno elige bien es difícil. Cuesta. Ejemplos hay muchos, pero quizá la compra de un departamento sea el que mejor permita a los adultos entender qué sienten los adolescentes cuando deben decidir hacia dónde orientar su futuro profesional. Vender un departamento para comprar otro suele llevar aparejado intensos periodos de zozobra, donde cualquiera enfrenta inseguridades, condicionamientos o momentos de confusión. Según Claudia Fuentes, psicóloga del equipo de la Dirección de Orientación al Estudiante de la Universidad de Buenos Aires (DOE), quienes egresan del secundario atraviesan las mismas etapas para decidir que un adulto que quiere cambiar de hogar.

Estas etapas son 4: indecisión, exploración, definición y replanteo. Como en el caso del departamento, la certidumbre total —si es que esta llegara a existir— sobre los estudios elegidos se da cuando uno experimenta su decisión, esto es, cuando pasan unos meses. Es más: si en el momento de firmar el boleto de compra de un inmueble, los adultos suelen replantearse la idoneidad de la elección, ¿qué miedos no sufrirán los jóvenes cuando toman la primera gran decisión con que construir su futuro? Así que si los adultos odian que los presionen, a los chicos que salen del secundario les sucede algo parecido. Y está bien que así sea: este es su primer paso como incipientes adultos.

Entonces: elegir bien comienza por disfrutar de un entorno donde sentirse libre. Eso sí, Flores aclara: “El exceso de libertad tampoco es bueno; los chicos necesitan sentirse escuchados, no que todo dé igual. Claro, que para los padres, los profesores y los adultos significativos esto significa moverse en un límite muy delicado: hay que saber acompañar, pero siempre sin presionar. Eso quiere decir que tienen que charlar con los chicos y que estos puedan hablar de sus intereses, pero a la vez deben aprender a respetar la individualidad y la libertad de quien elige”.

Hablar, respetar el periodo de indecisión del chico, acompañar. Traducción para los padres: además de comprar guías para el alumno o de llevar en coche a los hijos a un taller de orientación vocacional, en la vida diaria deben mostrarse cuidadosos cuando hablan, sobre todo cuando emiten opiniones taxativas sobre las distintas profesiones. Ejemplo: “Todos los actores son unos vagos”, y resulta que el hijo quiere estudiar Arte Dramático. Aunque no lo parezca, los chicos respetan la opinión de los adultos, y cada juicio de valor de estos les cierra una puerta del futuro que imaginan.

Y es que al porvenir mejor no ponerle vallas de antemano, ni siquiera a la manera de la clásica orientación vocacional. Detalla Flores que hoy la pregunta ya no es “¿Qué carrera quiero estudiar?”, sino “¿Qué actividades quiero desarrollar en el futuro”. Tomando ese novedoso punto de partida, el orientador debe ayudar a que el chico profundice por sí solo en sus intereses personales y acompañarlo para que descubra qué trayecto estudiantil podría describir para satisfacer esos anhelos. Al respecto, esta especialista del DOE subraya: “Elegir una carrera ni siquiera es un punto de llegada cerrado y definitivo, es un paso más en la construcción de un proyecto personal de futuro”. Moraleja: esta es la primera gran decisión de las muchas otras que esperan; aprender a convertir la incertidumbre que la acompaña en una enseñanza significa comenzar a edificarse de manera sólida como persona.

Además, hablar de “proyecto de futuro” en vez de “carrera” ayuda a encarar una situación muy frecuente entre los adolescentes: “Quiero seguir estudiando, pero no sé el qué”. Eso es lo que traen los chicos, y de ahí parten los orientadores: no importa la carrera, importa dialogar con los jóvenes para que estos descubran por sí solos cómo articular lo que les gusta y lo que les interesa con las ofertas educativas y una posible salida laboral. Nadie decide por ellos, sino que ellos se toman su tiempo y aprenden a decidir lo mejor para sí mismos.

Por eso la DOE pone el acento en ofrecer espacios de reflexión donde los estudiantes compartan sus inquietudes con los pares, psicólogos y docentes . “Los talleres funcionan como un espacio de prevención. En la medida en que los chicos charlan sobre el futuro, ellos mismos se van encontrando mejor preparados para afrontarlo”, señala Flores. Por tanto si el mundo adulto espera engrosar sus filas con jóvenes ávidos por aprender, primero debería tentarlos con algo de su sabiduría: enseñar cómo decidir por uno mismo es un buen primer paso. A los chicos ganas de madurar no les faltan.

*

. Recuadro para Talleres gratuitos de orientación vocacional de la UBA :: ver aquí.
. Recuadro para Orientación vocacional para el CBC :: ver acá.


. Recuadro-entrevista con Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA)

“Les falta cancha para preguntar”. Esa es una de las principales falencias de los chicos que asisten a la Expo Educativa, según Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA). De ahí que este año, ella y el equipo de 4 psicólogos que coordina repartirán en los talleres una hojita que funcionará como la guía de qué deberían hacer los jóvenes en la feria.

“Se trata de combatir el deslumbramiento que les produce encontrarse en un lugar tan grande, con tanta gente y con tantos stands. Seamos honestos: los chicos van y juntan, juntan y juntan papeles, les hablan del futuro, les proponen talleres, y sin embargo muchos de ellos están pensando en el viaje de egresados y otros ven octubre del año próximo demasiado lejos. Es decir: al final lo que sucede es que van, se ponen tímidos y no saben qué preguntar”, explica Attiná.

Por eso es bueno que acudan a alguno de los 4 talleres diarios y gratuitos que dictará APBA en la Expo Educativa. Allí los psicólogos los harán jugar y, de manera lúdica, los harán identificar algunos miedos que les despiertan determinadas carreras, o les desharán equívocos como confundir Recursos Humanos con Derechos Humanos. También quienes asistan podrán poner en crisis preconceptos que traen por influencias de las modas vocacionales que circulan o que viven en su entorno. Y sobre todo encontrarán a un orientador que los hará reflexionar sobre dos preguntas cruciales para comenzar a construir la vocación: “¿En qué soy muy capaz?” y “¿Qué papel desempeño en mi familia y entre mis amigos?”.

Según Attiná, esas dos preguntas son vitales porque los adolescentes fantasean, se sienten capaces de todo y terminan abrumándose por el gran espectro de posibilidades de que disponen. Dicho de otro modo: no saben separar entre su vocación y las aficiones. “Esto es muy difícil sobre todo para quienes les va bien estudiando, a ellos les cuesta mucho elegir. Los adolescentes desarrollan lógicas muy ricas, de una gran capacidad asociativa; sin embargo, les cuesta jerarquizar las ideas, organizarlas. Y ahí es donde debemos ayudarlos”.

¿Y para qué tanto esfuerzo en jerarquizar? “Se necesita tener un objetivo claro y aprender a bancársela para lograrlo. Convengamos, que quienes hemos estudiado una carrera sólo encontramos 5 ó 6 materias que nos entusiasmaron, pero el resto no... Y eso también hay que transmitírselo a los chicos”. Pero el asunto de elegir bien, va más lejos: “Cuando la crisis llega, nos golpea a todos por igual, sea uno fotógrafo o ingeniero. El título es importante, sí, pero cuando viene un terremoto, lo único que nos sostiene es trabajar en lo que nos gusta”. Es decir: estar conformes con nuestro proyecto personal.

Club Infantil en Ciudad Oculta


Clarín, 5 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí.
Versión papel: tapa por aquí, primera página por acá y segunda página por acullá.


PROGRAMA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Escuelas que no cierran sus puertas

Hay seis centros infantiles en las zonas porteñas de mayor riesgo social. Allí, todos los sábados entre las 10 y las 14, chicos de tres a seis años disfrutan de actividades educativas y de recreación.

Rubén A. Arribas

Cuando Mariana Pierro llega a su lado, Rosario se levanta de la silla y le dice algo al oído. La profesora la abraza conmovida, le da un beso y pide silencio: Rosario quiere hablar. Todos, grandes y pequeños, miran hacia donde están las dos. Pasan unos segundos; parece que la jovencísima oradora ha sufrido un rapto de timidez. Por fin dice:

—Un aplauso para Silvia y para Olga.

Rosario tiene 5 años y está sentada al lado de su hermano Dylan, de 3. Mariana Pierro coordina el programa Centros Infantiles en la escuela Piedra Buena, en la villa Ciudad Oculta, y hoy estaba contrariada desde primera hora porque el menú se parecía demasiado a lo que comen los chicos en casa: “Nunca nos envían milanesas”, había protestado. Silvia y Olga son las cocineras, y en este momento enrojecen hasta las orejas con las bandejas de comida en la mano: es sábado a mediodía y unas 30 personitas mofletudas de 3 a 6 años las aplauden por su rica polenta con carne y tomate. A pesar de que hoy tampoco tendrán flan de postre sino manzana, los chicos están contentos.

La mayoría de ellos come a buen ritmo: se nota que disfrutaron de una mañana repleta de actividades. Diez minutos antes de que la escuela abriera, casi todos eran ya pura impaciencia y corrían por la avenida Piedra Buena, a la altura de Eva Perón. Según entraron, le dieron un beso y un abrazo a los profesores, desayunaron leche chocolatada con vainillas y salieron al patio, donde los esperaban una pelota, un arenero, varios toboganes y unos columpios. Hacia las once entraron en la parte cubierta de la escuela y los profesores les dieron sábanas para que se disfrazasen. Jean Franco (6) pidió que lo ayudaran a convertirse en un rey que llevaba túnica, Ana Paula (5) eligió ser una princesa india con sari y Gabriel (5) prefirió usar la sábana como la capa de Batman. El cambio de consigna resultaba claro: descargadas las tensiones en el patio, los 30 chicos y los 5 docentes comenzaban con las actividades más creativas.

Antes de que los ensabanados supermanes, princesas y batmans se hubieran cansado de su disfraz, la profesora Geraldine Cid ya había preparado el siguiente juego. Se trataba de una hilera de mesas por donde los chicos caminaban y después saltaban a una colchoneta; eso sí, antes de volar cada cual elegía si era un pájaro, un avión o qué cosa voladora. Casi en simultáneo otro docente, Leandro Villa, cubrió dos mesas con una sábana, explicó que se trataba de una casa e invitó a quienes lo desearan a habitarla. Y cuando los chicos empezaban a querer cambiar de juego, Geraldine ya estaba sentada en un rincón y entonaba “Si yo digo flaco, flaco, gordo, ustedes dicen...”, a lo que un coro de voces infantiles guiado por Martín Kogan, otro de los profesores, replicaba: “Gordo, gordo, flaco”. Entre tanto, coro va y coro viene, los otros tres docentes acondicionaban dos aulas, una al lado de la otra, para sendos talleres antes de comer.

En el aula de la izquierda, Leandro contaba un cuento del Ratón Feroz donde este en una escena se maquillaba para dar más miedo. En ese punto de la narración, Geraldine y él repartían pinturas y animaban a que cada cual imitase al protagonista y se pintase la cara frente al espejo. Si alguno necesitaba ayuda, ellos les daban una mano.

En el aula de la derecha, la docente Eliana Euclídes no daba abasto sirviendo témpera a quienes preferían pintar sobre una hoja en vez de sobre su cara. Pese a que la propuesta era deslizar con suavidad el pincel y no mezclar los colores, algunos encontraron más divertido juntarlos y pintar incluso con las manos... Y nadie los retó; al contrario, los profesores les daban más pintura, tomaban nota de qué dibujaban o los ayudaban a lavarse. Mientras tanto en un lateral, Mariana evaluaba mentalmente el taller, zurcía el roto en la entrepierna del pantalón de Martín (5) y contestaba a los hambrientos que ya faltaba poco para comer. Y es que pasadas las doce, un rico olor a carne con tomate invadía ya las dos aulas.

Por eso cuando Silvia y Olga abren por fin las puertas del comedor, este se llena rápidamente. Casi a la misma velocidad que los niños ocupan las mesas y sillas afloran algunas historias personales. Por ejemplo, un chico que había estado muy inquieto toda la mañana se tira debajo de una mesa, patalea y no quiere comer. Otro, de 10 años pero que pesa como uno de 4, dice que siente el estómago cerrado y que no tienen hambre. Padece desnutrición, y por eso los adultos que lo rodean lo persuaden para que acepte otra cucharada de polenta, “solo una más, vamos campeón”, y le prometen que después de tragarla su bracito esquelético se llenará de músculos. Y junto a la cocina, en el extremo de una mesa, una princesita de 5 años se esconde bajo una gorra rosa de corderoy y marea la comida con la cuchara, sin levantar los ojos del plato. No habla, no grita, ni siquiera pide ir al baño. Contesta a las preguntas con inaudibles monosílabos y una mirada casi de melancolía adulta; parece que solo espera que termine la hora de la comida, la mañana, el día.

Sin embargo, de repente queda libre el asiento al lado de Martín, su profesor favorito, y ella se corre hasta ahí. “¿Qué hacés, Araceli?”, dice él mientras le toca con cariño la visera de la gorra. Entonces ella sonríe. Sonríe, y sus enormes ojos vuelven a estar llenos de infancia. Sonríe, pero el plato de polenta quedará en la mesa, apenas sin tocar, pese a que ella había aplaudido como todos cuando Rosario tomó la palabra.

¿Y entonces? ¿Es que actúan por que sí estos chicos? Quién sabe; puede que alguno; sin embargo, para la mayoría caben otras hipótesis. La más cabal es que esta banda de personitas que apenas superan el metro de altura tengan su manera particular de agradecerle a padres y docentes este programón de sábado. A ver: esta es una escuela amplia, luminosa, calentita y limpia, donde los únicos que gritan son ellos, y no los adultos. También, y a diferencia de lo que viven a diario en una villa devastada desde 2001 por el paco y el narcotráfico, acá las peleas se resuelven hablando, no cuchillo en mano o a los tiros. Y por último, niños como Julio Denis (3) viven este espacio como un paraíso donde estar a salvo de las palizas de su padre.

Pero hay algo más, tan fundamental como lo anterior. En esta escuela —una de las 6 adheridas al programa Centros Infantiles del Gobierno de la Ciudad—, podés tener un mal día y que Mariana se te acerque, advierta cómo te angustia no poder dibujar eso que tenés en la cabeza, como le ocurrió a Jean Franco, y que entonces ella te prometa que Eliana, que es profesora de plástica, después de comer te ayudará a descifrar en qué consiste eso (una ola de mar, algo bastante más difícil que todas esas casas, soles y personas que habías pintado hasta ahora). Es decir: a las puertas de Ciudad Oculta, rodeados de tanta violencia que algunos vecinos opinan que esto es zona liberada, un grupo de 30 niños dispone de 5 profesores para ellos solos. La polenta es solo un detalle; importante, pero un detalle. Lo insoslayable es que el combo incluye mucho amor para cocinarla y educación de calidad. Por bajito y mofletudo que uno sea, tanta honestidad amerita cuando menos un aplauso a la hora de la comida.


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En busca de una vida mejor
Fátima Andrea Barri desea una vida mejor que la suya para Rosario (5) y Dylan (3), sus hijos; por eso los lleva a la escuela también los sábados. “A Rosario le gustaría ser maestra jardinera”, explica. Y añade: “Yo también quise ser maestra jardinera; los chicos me encantaban, enseguida me encariñaba con ellos”. Sonríe agridulce, como quien se refiere a un sueño que ya no será posible. “Dylan dice que será cartonero, igual que su padre; le encanta subirse al carro... Pero también dice que va a estudiar en el jardín”. Fátima explica esto último como todo lo anterior: con las dos manos sobre la panza, donde está Bautista Jesús, su tercer hijo, a punto de nacer. Bosteza y comenta que regresa a casa para prepararle la comida a su esposo, que esta mañana se levantó a las 6 para ir a la fábrica y que a la tarde va por los cartones. Ella habla con la misma cara risueña que le dio a su hija, con unos ojos tan vivaces como los que heredó su hijo; eso sí, también habla solo con un año más que ellos dos juntos: 19.


"Está más tranquilo, se divierte"
“Gabriel necesita mucho cariño. Con cariño y con paciencia, todo te va a hacer: hablándole bien, dándole un besito, acariciándolo... Porque él lo pasó muy mal cuando era un bebé”. Cristina Fretes habla con un dulce cantito formoseño y aclara que debe irse enseguida porque entra a trabajar en la Feria de Lugano. Tiene 57 años y, aunque es la abuela de Gabriel Octavio (5), en verdad es su madre: la otra, la biológica, lo abandonó cuando tenía 6 meses y el padre —su hijo— formó otra familia. Gabriel asiste al programa Centros Infantiles desde hace tres años y el balance, según su madre-abuela trabajadora, es este: “Yo lo noto mucho más tranquilo, que se divierte... Después en casa me cuenta todo lo que hizo: las canciones, los juegos de los profesores, todo. Le hace mucho bien”.

Cada sábado, un nuevo comienzo
“Esto empieza cada sábado”, responde Raquel Giménez (66), psicóloga, muralista y coordinadora del programa Centros Infantiles. Contesta refiriéndose a cuándo matricularse en los 6 centros abiertos; sin embargo, estira del hilo y lleva el sentido de la frase más allá. Y lo hace porque consolidar este proyecto como una política pública viable en ámbitos desbordados por los problemas sociales está poniendo a prueba su hipertensión; de ahí que termine sintetizando en esa frase su filosofía de vida y añada: “Como cantaba Serrat, yo siempre creo hoy puede ser el gran día”.

Hoy es 19 de mayo y el gran día sucede en Retiro, donde su equipo abrió un centro en la villa 31. Según le ha contado el coordinador, solo han asistido 15 chicos; sin embargo, Giménez se queda con lo positivo: es el sexto que abren y pelearán para que cuaje. El siguiente paso, dice, está más que claro: “Hay que caminar la villa”.

Eso quiere decir que los docentes irán puerta a puerta a contarle a los padres que este programa ofrece un espacio artístico-expresivo en y para el barrio. Para algunos significará que sus hijos accedan por primera vez a la escuela. Para otros, un lugar donde dejarlos el sábado y salir tranquilos a ganarse unos pesos. Para todos será la oportunidad de disfrutar de una educación personalizada. “Trabajamos con no más de 60 chicos por centro; queremos apostar por la calidad en la docencia, no por la cosa multitudinaria”, cierra Giménez.

6 centros en 6 zonas de riesgo
Estos son los 6 centros abiertos por este programa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para chicos entre 3 y 6 años. Funcionan los sábados de 10 a 14 h:

• Jardín de Infantes n.º 10, Iriarte 3880 (Barracas), 4912 2862.
• Escuela Infantil n.º 5, Paseo EE.UU. y Antártida Argentina (Retiro), 4313 0103.
• Escuela Infantil n. º5, Founrouge y Unanué (Villa Soldati), 4602 6075.
• Jardín de Infantes n.º 4, Chilavert 2680 (Villa Soldati), 4919 9986.
• Jardín de Infantes n.º 4, Varela 1425 (Bajo Flores), 4633 2011.
• Jardín de Infantes n.º 3, Piedra Buena y Eva Perón (Ciudad Oculta), 4687 0574.

Programa educativo
“El desarrollo de los Clubes de Chicos y los Centros Infantiles marca nuestro objetivo de ofrecer una escuela siempre abierta. Aunque comparte el espacio de la educación formal, los docentes y profesionales responsables del programa ofrecen cada sábado actividades educativas, recreativas y artísticas. Los seis centros infantiles están ubicados en zonas desfavorecidas de la Ciudad, con una propuesta y atención para niños no necesariamente escolarizados”, comentó la ministra de Educación de la
Ciudad Ana María Clement.

Orquesta infantil de Mataderos


Clarín, 5 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí.
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EL PROGRAMA FUE FUNDADO EN LA CIUDAD EN 1998

Orquestas infantiles con historia

Rubén A. Arribas

Melina D’Angelo deja sobre el pupitre el violín para explicar cómo ensaya en casa. Detrás el profesor Alejandro Thau le enseña a los otros 7 alumnos el modo correcto de erguir la espalda y cómo elevar el codo para sacar un sonido dulce con el arco. Salvo Aiel Bobanach (5), todos cursan 3er ó 4º grado y, año más, año menos, tienen la edad de su compañera: 9. Según Melina, entresemana cuando llega de las clases de primaria come y toca un rato.

—Ponés la mano izquierda así —dice mientras levanta el brazo y alza la palma izquierda casi a la altura de los anteojos—. Después agarrás un lápiz con la otra.
—¿Y luego?
—Tocás —dice deslizando su desnuda mano derecha a la altura de su no menos desnudo brazo izquierdo.
—¿Y el violín?
—Y el violín te lo imaginás.

Melina hace tres semanas que ha descubierto cuánto le entusiasma aprender música. Como para la mayoría de sus 40 compañeros inscriptos en la Orquesta Infantil de Mataderos, este es su primer contacto con chelos, clarinetes, flautas traversas y violines. Por ahora los instrumentos se quedan en la escuela Roma, sede de la orquesta, pero cuando esta se asiente del todo los chicos podrán llevárselos prestados incluso en vacaciones. Mientras tanto, para reafirmar lo aprendido los sábados en los ensayos generales y los martes y jueves en las clases de instrumento, Melina y compañía deben recurrir a la única riqueza que está bien redistribuida: la imaginación.

Imaginación y visión de largo plazo es lo que demostraron en 1998 Claudio Espector y Beatriz Fuchs, los fundadores del programa Orquestas Infantiles y Juveniles, que auspicia el Gobierno de la Ciudad. Ahora como entonces el objetivo continúa inalterable: “Romper con la estigmatización social de que los chicos que viven en barrios marginales no tienen capacidad para aprender”, explican. Con la puesta en marcha el 9 de junio de la orquesta de Mataderos, son ya 6 —Retiro, Bajo Flores, Soldati y dos en Lugano— las que funcionan y más de 350 los alumnos entre 6 y 18 años los que asisten. En este tiempo algunos chicos que comenzaron con el proyecto integran ahora la Orquesta Académica del Teatro Colón o han ingresado al conservatorio para cursar la carrera de Música.

“Esto demuestra que el Estado, además de satisfacer las necesidades de la población, debe pensar y ofertar políticas educativas. ¿A quién se le ocurriría si no pedir una orquesta sinfónica infantil?” El matiz que introducen Espector y Fuchs en su reflexión apunta a que esta propuesta pedagógica persigue más la integración social y la igualdad de oportunidades educativas que el entretenimiento o la formación de músicos de elite. Por ejemplo, los sábados cuando la orquesta se reúne de 14.30 h a 18.00 h, importa tanto que los alumnos merienden como que entiendan que “las cuerdas escuchan cuando las flautas y los clarinetes hacen la melodía”, tal y como les pide Facundo Ordóñez a los 21 instrumentistas de su clase de Orquesta. A cambio, los chicos dan mucho, sobre todo a los 6 docentes que trabajan con ellos.

“Yo aprendo mientras les enseño: enseguida captan mis inseguridades, y eso me obliga a revisar constantemente lo que sé”, asegura Ana de Marchi, profesora de chelo y en el proyecto desde 1998. Algo con lo que acuerda, Guadalupe Dozo, quien estudió flauta traversa 7 años en Buenos Aires y 3 en París, y quien señala que estos chicos necesitan lo mismo que ella tuvo: “Buenos maestros que se tomen el tiempo para enseñarlos”. La fórmula funciona y contagia ilusión. Es más: si la propia Melina D’Angelo persevera con su violín imaginario en casa y continúa con la orquesta, en unos años podrá contar que estos fueron sus inicios. Y como ella, el resto de sus compañeros.

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POTENCIALIDAD

“Desde el arte, este proyecto logra que los chicos se sientan seres con subjetividad y seres dignos”, sostiene Leonor Machado, directora desde 1994 de la escuela Roma, situada en Cosquín y Montes. “Estos niños tienen unas potencialidades impresionantes. Depende de nosotros, los docentes, sacar resultados”, evalúa Machado desde sus 65 años y su experiencia con la población escolar de Ciudad Oculta y de Los Perales. Según ella, está tan “feliz de que la orquesta esté acá”, que quiere que participe en los actos del día del patrón, el 29 de agosto.

“Tenemos que mostrarle a la comunidad qué puede perderse si no se involucra y cuida la orquesta”, dice. Y juzga así el binomio educación y música: “En esta escuela queremos formar personas que enfrenten los peligros de la villa —el paco, la violencia, la prostitución y la delincuencia— y que sepan decidir lo mejor para ellos. La orquesta les da a nuestros chicos mayor capacidad para expresarse y para elegir libremente”.