Ana Sutton, terapeuta de juego

Clarín, 30 de marzo de 2008, suplemento Educación

Ana Sutton

ENTREVISTA CON ANA SUTTON, TERAPEUTA DE JUEGO

“Las palabras de los más chicos son los juguetes”

La psicóloga argentina propone estimular de manera lúdica la capacidad de aprendizaje de los alumnos. Aconseja que los juguetes sean ‘terapéuticos’, es decir, que sirvan para expresar emociones y sentimientos.

Rubén A. Arribas


A muchos niños, la infancia les depara un “juego” que los asusta y que suele pasarles factura a partir de la adolescencia: ser adultos prematuros. Son esos chicos de 6, 7, 8 años que intentan proteger a su hermano de 3 porque papá está borracho. O que asumen la responsabilidad de cuidarlo porque su familia es pobre y los padres están fuera de casa todo el día. También son esos niños que sufren maltrato psicológico o físico. La casuística de infancias difíciles es amplia y dolorosa, como las secuelas que estas dejan.

Ansiedad, fobia, carácter hipervigilante, agresividad... Estos chicos padecen dolencias psíquicas que minan su salud y que lastran su potencial. El mal comportamiento, las malas notas o la dificultad para relacionarse con otros compañeros en la escuela suelen ser indicios habituales para detectarlas. Si no se trabaja sobre ellas, los niños crecen con menos herramientas para resolver problemas y madurar sus sentimientos. Visto en perspectiva —y sobre todo en los casos extremos—, durante su adolescencia o juventud pueden llegar a ahogarse en un vaso de agua y decidir autodestruirse de algún modo.

Por esa razón, los terapeutas de juego ponen el acento en estimular de manera lúdica la capacidad de aprendizaje de estos chicos. “Los juguetes son las palabras del niño”, explica la psicóloga argentina Ana Sutton, experta en esta disciplina y que reside en EE. UU. desde hace 40 años. Y enseguida matiza: “Eso sí, deben ser terapéuticos, es decir, deben servir para expresar emociones y sentimientos”. La acotación tiene su importancia.

“La muñeca Barbie no es un juguete terapéutico: es una mujer adulta, tiene novio, auto, estudia una carrera... Sobre todo para la población con que trabajo, chicos homeless —sin un verdadero modelo de padre porque muchos tienen que cuidar de sus hermanitos—, Barbie les transmite un mensaje conflictivo: el niño debe proteger al adulto... Cuando es al revés: el niño es quien debe sentirse protegido”, aclara la fundadora de Nana’s Children, una organización sin fines de lucro que este año atenderá a unos 600 chicos repartidos en 40 escuelas de Phoenix.

Y continúa: “Un juguete terapéutico puede ser un carro de bomberos, una valija o una cocinita, siempre y cuando los chicos puedan usarlos como se les ocurra”. Es decir, que si ellos dicen que un auto vuela y usa bananas como nafta, ni se discute. De hecho, la única regla que gobierna el cuarto de juegos —así se llama al lugar ordenado, limpio y repleto de juguetes que comparten terapeuta y niño— es esta: “Usá cualquier juguete de acá como quieras, pero sin lastimarte vos y sin golpearme a mí”. Y enfatiza Sutton: “Si el niño quiere romper un juguete, que lo rompa: jugar es su idioma, y los juguetes son sus palabras; algo querrá expresar con eso”.

La insistencia en hermanar ‘palabras’ y ‘juguetes’ no es gratuita. Los adultos conceden mucha importancia a verbalizar los sentimientos; sin embargo, los chicos no dominan el lenguaje y su manera natural de contar qué les pasa es jugando, no hablando. De ahí que esta terapia proponga entrenar a psicólogos y a trabajadores sociales para que aprendan el idioma de los niños. “Si el chico dice ‘Quiero que seas una princesa’, el terapeuta debe contestar ‘¿Y cómo hago de princesa?’. El concepto de princesa, policía o bombero del chico es distinto al del adulto, y ese es el que hay que descubrir”, reitera.

Por tanto, la terapia de juego no busca la descarga, sino habilitar un espacio para que los chicos se desarrollen en igualdad de condiciones intelectuales y emocionales que sus pares. “Jugar no es lo opuesto a trabajar. Tampoco un premio que se le da al niño cuando hace algo bien. Jugar es una necesidad biológica; los chicos aprenden mientras juegan, y ese es su trabajo”, sostiene Sutton. Y sentencia: “Por eso, un chico que no puede jugar no es un chico normal”.

*

Seminario en Buenos Aires

A mediados de marzo, Ana Sutton impartió en Buenos Aires, invitada por la Fundación Procesos para Estudio e Investigación del Aprendizaje (FUNDPEIA), un entrenamiento de 3 días para personas interesadas en la terapia de juego. Con su apoyo y el de la Asociación Norteamericana de Terapia de Juego, FUNDPEIA intenta implementar en la Argentina un modelo parecido al de Nana’s Children, la organización sin fines de lucro creada por Ana Sutton en 2001. Más información: www.nanaschildren.org y www.fundpeia.com.ar.

*

El juego en la población en riesgo

“No tienen hogar, sino que viven en albergues, moteles o carecen de una residencia nocturna permanente”, aclara Ana Sutton refiriéndose a los homeless, la población de niños con la que más trabaja. Si bien los homeless estadounidenses no equivalen a los chicos de las villas argentinas, las situaciones de ambas poblaciones tienen puntos en común.

Unos y otros están, por ejemplo, presos del círculo vicioso de la pobreza. Según Sutton, “los padres de los homeless viven día a día buscando dónde dormir, cómo conseguir ayuda del gobierno o algo para comer. Muchos de ellos ven la educación de sus hijos como algo poco necesario, más como una guardería que como un lugar donde aprender”. Y agrega: “Estos chicos registran altos niveles de ansiedad y depresión, y no pueden concentrarse en aprender”.

Asimismo, estos niños suelen dedicar más tiempo a asumir responsabilidades de adultos que a jugar, lo que les impide desarrollar mecanismos de aprendizaje. Tanto es así que esta reconocida experta internacional parte de la siguiente premisa: “El niño que no tiene hogar no sabe jugar y no tiene apego, es decir, tarda más tiempo en establecer una relación de confianza con su terapeuta”. Tras un estudio de 2 años, su fundación concluyó que la estabilización emocional a través de la terapia de juego y la mejoría académica se produce en los homeless a partir de la sesión 14ª, mientras que en los demás se produce antes de la 10ª.

Para esta discípula del doctor Charles E. Schaefer, “el primer paso es enrolar a todos estos chicos en la escuela; la terapia de juego es aplicable siempre y cuando estén escolarizados”. Después viene el armado de una infraestructura donde Gobierno, ministerio de Educación, universidades y otros actores sociales se ocupen desde el transporte de los niños hasta el entrenamiento de los terapeutas o, por ejemplo, de dotar a las escuelas de cuartos de juegos.


Nota en papel: aquí.

Escuelas técnicas en empresas

Clarín, 9 de marzo de 2008, suplemento Educación.

 
Versión papel: 1ª página por aquí, 2ª por acá.


TENDENCIA QUE ARRANCÓ A MEDIADOS DEL SIGLO XX

Apuntes de un hito de la educación que nació en las escuelas-fábrica

La primera empresa que fundó su escuela en el país fue Philips. Le siguieron Siemens, Mercedes Benz, Renault y Ford. En pleno auge industrial, en la década del 50, fueron creadas para formar la mano de obra especializada que el país no tenía.

Rubén A. Arribas

A mediados del siglo XX, la Argentina intentaba que su economía consistiera en algo más que exportar vacas y cereales. El crack bursátil de 1929 y la Segunda Guerra Mundial pusieron en crisis el hasta entonces exitoso modelo agroexportador y obligaron al país a pensar cómo depender menos de sus importaciones de maquinaria, herramientas y productos terminados. Fue por esa época cuando Ford, Philips, Mercedes Benz o Siemens vieron en aquel “granero del mundo” un mercado estratégico para su industria y decidieron invertir en él.

Así, en 1940 Philips se instaló en lo que hoy se conoce como Panamericana y Avenida General Paz. Quince años más tarde, Mercedes Benz abría su primera fábrica de vehículos fuera de Alemania, y lo hacía en González Catán (Buenos Aires) después de tener en funcionamiento una planta de montaje en San Martín. También en 1955, Industrias Kaiser Argentina —futura Renault veinte años más tarde— colocaba la primera piedra de su fábrica en Santa Isabel (Córdoba). Y Ford hacía lo propio en 1960 en General Pacheco (Buenos Aires), aunque ya ensamblaba coches desde 1922 en su planta de La Boca. Tanta agitación podía llamarse con propiedad efervescencia industrializadora.

Con tanta empresa nueva, pero sin apenas tradición fabril en el país, enseguida saltó una alarma: faltaba mano de obra especializada (fresadores, torneros, electricistas, matriceros, etcétera). Baste un dato para entender la dimensión del problema: en la fábrica de Philips, por ejemplo, trabajaban 4 mil personas en 3 turnos. En ese contexto, explica Gustavo Peltzer, del Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), el gobierno peronista aprobó la Ley 16.450, “que desgravaba a estas empresas entre un 0,1 y un 0,2 por ciento de la masa salarial a cambio de que abriesen escuelas para formar los técnicos que necesitaba el país”. Esa fue la gran palanca que activó el desarrollo educativo técnico.

Philips comenzó con su escuela en 1952. Cuatro años más tarde, Siemens empezó con la suya. Mercedes Benz y la futura Renault hacían en 1962 lo propio. Y Ford se sumaba a esta fiebre formativa en 1965. En general, estas escuelas impartían un ciclo básico de 3 años con el que formaban mecánicos y eléctricos; luego, si algún alumno quería completar los estudios, cursaba un año más en una escuela industrial y se recibía como técnico en la especialidad que eligiese. Después las empresas incorporaban a los egresados a su plantel.

Aquello era ideal, según el coordinador del Programa de Educación Técnica del INET: “Los alumnos hacían prácticas en la cadena de producción; de ahí que se formasen muy buenos técnicos: estudiaban en el lugar donde trabajaban y accedían a la mejor tecnología de la época, algo que hoy no podemos ofrecerles en la escuela”.

Pero la alegría no duró mucho. Los gobiernos militares de las décadas del 60 y del 70 acuñaron el concepto “defensa nacional” y orientaron el desarrollo hacia la fabricación de armamento. Con ello, el tejido industrial comenzó a deshilacharse y la educación técnica empezó a perder fuelle. Cuando Philips decidió prescindir de su escuela en 1971 y cederla al ámbito privado, empezó a verse que algo había dejado de funcionar.

Y es que la coyuntura económica no acompañó. A la política de “defensa nacional”, le siguió el gobierno de Alfonsín, que derogó la ley de exención fiscal. Luego vino la hiperinflación. Más tarde el neoliberalismo privatizador y desindustrializador de Menem, la Ley de Educación Federal —que golpeó duro a la educación técnica— y la decisión de algunas multinacionales de mudar sus plantas a Brasil para abaratar costes. Por último, llegó la crisis de 2002... Con tanto vaivén económico, las empresas vieron sus escuelas más como un gasto que como una inversión y se deshicieron de ellas.

Por ejemplo, Renault la transfirió en 1991 a la fundación homónima, que la gestiona desde entonces. Siemens cedió la suya en 2004 a la UTN Regional Haedo. Y Mercedes Benz cerró su escuela durante la última crisis y la reabrió en 2005, pero administrada ya por la Fundación Fangio. Aunque la filosofía ha cambiado sustancialmente —las empresas ya no pagan los sueldos de los docentes, las apoyan más bien desde la responsabilidad social corporativa y no existe relación vinculante para luego trabajar en la empresa—, de estas escuelas siguen egresando técnicos. Cada institución tiene su plan de estudios, pero casi todas ofrecen un polimodal en Producción de Bienes y Servicios más un trayecto en Equipos e Instalaciones Electromecánicas.

Ya no es como antes, sí; pero al menos las escuelas están abiertas. En los últimos 25 años muchas otras cerraron: “La escuela de SEGBA, la Escuela Técnica de Capacitación Ferroviaria o la de Entel, por ejemplo”, enumera Peltzer. Por suerte, algunas aguantaron el tirón y, aunque con cambios, sobreviven todavía al lado de sus respectivas empresas. Ese es el caso, según el coordinador del Programa de Educación Técnica del INET, de “la Escuela Henry Ford, en General Pacheco; la de Ingenios Ledesma, en Jujuy, y el Agrotécnico Víctor Navajas del Grupo Las Marías, en Corrientes”. No es mucho para soñar, pero es lo que hay.

*

UN MODELO DE FORMACIÓN ÚNICO EN EL MUNDO

El espíritu de la Escuela Técnica Henry Ford puede verse en el perfil de quien la dirige, Fernando González Selmi: ex alumno, ex profesor de la escuela y ex ingeniero de planta. También en la manera en que este llegó al puesto: una búsqueda interna de la empresa en 2003. Por algo esta escuela es un emblema dentro de la compañía: “Es la única que Ford tiene en el mundo con estas características: dentro de la empresa y con titulaciones oficiales”, señala.


De ahí que a los directivos de la marca que vienen a la Argentina, les guste visitar la escuela. “Les decimos: acá es donde hacemos nuestros técnicos”, explica González. Y el orgullo está más que justificado: son más de mil los egresados desde 1965, y muchos de ellos trabajan o han trabajado en Ford. Además, y a diferencia de otras instituciones similares, esta nunca cerró sus puertas y sigue perteneciendo a la empresa que la creó.

Eso sí, debió admitir algunos reajustes. Si bien la compañía paga un parte importante de los gastos, hoy la escuela —abierta a la comunidad, con examen de ingreso y sin privilegios para los hijos de los empleados— es arancelada. A cambio, ofrece a sus egresados una pasantía curricular de 4 h durante un año en la empresa para que, como explica González, “tomen contacto y vean cómo es el entorno de trabajo”. Y si tras la experiencia, los chicos mantienen la vocación intacta pueden combinar una carrera universitaria —afín a las necesidades de la compañía— con prácticas en la empresa o en algún proveedor de esta. No existe una relación vinculante con Ford, pero la formación y los contactos que hacen les aseguran casi la inserción laboral.

Más información: www.henryford.esc.edu.ar


EXPERIENCIA DE FORMACIÓN QUE NACIÓ EN JUJUY EN 1972

La empresa Ingenios Ledesma fundó en 1972 la Escuela Técnica Ingeniero Herminio Arrieta (ETHA), en Libertador General San Martín (Jujuy). Esta escuela ofrece las titulaciones técnicas en Salud y Ambiente, Industrias de Procesos, Electricidad y Electromecánica. Desde su fundación la dirigen los Hermanos Maristas y, además de apoyo económico, la empresa le cede en comodato los inmuebles donde funciona.


Ledesma ofrece pasantías no rentadas a los alumnos de la ETHA mientras cursan sus estudios. Y, una vez egresan, estos pueden acceder a un contrato de aprendizaje rentado a través del proyecto Escuelita Celulósica Papelera. Según este programa, los alumnos dividen su jornada en la planta en dos partes: 4 h para clases de Física, Química y Matemática, y 4 h para trabajar de manera rotativa en diversas áreas de la fábrica de celulosa y papel. El año pasado, 17 de los 18 egresados de la ETHA que participaron en este proyecto se incorporaron a la empresa.

Asimismo, Ledesma cede las instalaciones de la escuela para que la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Tucumán, dicte la Tecnicatura Superior en Mantenimiento Industrial. Los alumnos de esa tecnicatura también realizan prácticas supervisadas. En los dos últimos años, 18 de los 20 alumnos de la primera promoción ingresaron en Ledesma.

Más información: www.ledesma.com.ar


TÉCNICOS AGRÓNOMOS EN CORRIENTES


El Instituto Agrotécnico Víctor Navajas Centeno data de 1968. Aunque privada, es una institución gratuita gestionada a través de la Fundación Victoria Jean Navajas, del Grupo Las Marías. Actualmente ofrece dos titulaciones terciarias no universitarias: Técnico Forestal Superior y Técnico Superior en Producción Agropecuaria —que era una titulación media hasta 2008—, ambas orientadas al desarrollo socioeconómico de la zona. Desde su fundación, han egresado 711 técnicos agrónomos de nivel medio, especializados en ganadería o en forestación.


Más información: www.fundacionvjnavajas.org.ar

Licenciatura en Seguridad Ciudadana


Seguridad ciudadana en carrera  

Clarín, 9 de marzo de 2008, suplemento Educación.

Versión pantalla completa: aquí.


UNA LICENCIATURA PARA EGRESADOS DE TERCIARIOS, EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANUS

Seguridad ciudadana, en carrera

Rubén A. Arribas

El concepto ‘seguridad ciudadana’ resulta indefinible, salvo que uno quiera practicar la simplificación demagógica. Proponer políticas públicas en ese área, que aúnen eficiencia represora y respeto por los valores democráticos, excede tópicos como atrincherar policías en las esquinas, instalar cámaras ocultas o aumentar la dureza con que se sancionan los delitos. La seguridad empieza por la protección de los derechos y de las libertades de los ciudadanos, no por la represión de estos. O al menos eso se desprende del programa de estudios de la licenciatura en Seguridad Ciudadana que imparte la Universidad de Lanús (UNLa), pionera internacional en la materia.

Y es que una sociedad moderna y madura espera algo más que chivos expiatorios para los delitos; quiere respuestas de fondo. Por ejemplo: ¿por qué una madre deja a su bebé en el baño de una discoteca donde alguien ha improvisado una guardería durante un recital de rock? ¿cómo influye un índice de pobreza cercano al 30 por ciento en la sensación de inseguridad tan extendida que hay en la Argentina?, ¿qué papel desempeña la familia en los adolescentes que corren picadas callejeras? o ¿qué lugar ocupa la salud de los drogadictos en un problema como el narcotráfico? Según Gregorio Kaminsky, director y creador de la carrera, contestar a esta clase de cuestiones y proponer soluciones estructurales exige ir más allá del enfoque jurídico-normativo y de satanizar al culpable de turno. Sin abrir la mirada hacia la psicología, la historia social, la antropología o el análisis metodológico, no pueden idearse estrategias superadoras.

De ahí que ironice cuando se le pide definir ‘seguridad ciudadana’: “Déme al menos dos años y medio, y se lo digo”. Dos años y medio es lo que dura el ciclo de licenciatura que oferta la UNLa a quienes acrediten estudios terciarios superiores en seguridad pública y quieran obtener una carrera de grado. Ese es el caso, por ejemplo, de los policías que egresan de la escuela Juan Vucetich, quienes con su tecnicatura sólo necesitan cursar 5 de los 8 cuatrimestres que componen la licenciatura completa. Asimismo, los oficiales pueden convalidar las prácticas preprofesionales por un trabajo escrito donde apliquen los saberes académicos a la experiencia laboral que tienen en casos de prostitución infantil, violencia doméstica, narcotráfico, etcétera.

Esos sí, todos los alumnos, sean policías o no, cursen la licenciatura o sólo el ciclo de esta, deben rendir examen de materias como Derechos Humanos, Historia Social, Métodos de Resolución Alternativa de Conflictos o Estadística y Demografía, y a partir de esos conocimientos comprender los procesos de cambio socioeconómicos, conocer cómo funcionan las organizaciones que constituyen el tejido comunitario o saber detectar y resolver conflictos. Asimismo, la UNLa les exige aprobar un trabajo final, 3 niveles de inglés y 3 de informática, de 70 horas cada uno. Todo en aras, como subraya Kaminsky, de “abrir la capacidad de análisis de los egresados”.

De momento ya hay 15 y bastantes alumnos con la tesis en marcha entre las dos primeras promociones de esta licenciatura abierta en 2004, la única en el país y una creación genuina de la UNLa. “En la Argentina no existe otra carrera de grado como esta. Es más: ni siquiera pudimos copiar el programa de alguna universidad de fuera del país”, enfatiza Kaminsky. Y acota: “Hasta ahora había seminarios, posgrados o investigaciones, pero no una carrera universitaria que permitiera abordar la preocupación número uno de nuestra sociedad”. Con suerte, en los próximos años serán muchas las voces que enriquecerán los debates en la materia: 500 alumnos, a cargo de 40 profesores, aspiran a licenciarse. Campo para estudiar, tienen más que de sobra; ojalá que sus investigaciones y trabajos aporten una mirada más profunda y constructiva a la hora de proponer políticas públicas para erradicar el delito. Una sociedad más democrática y segura depende de ello.

*

EL 90 POR CIENTO, POLICÍAS

Se puede ser de la Bonaerense y alumno universitario, por qué no. En la UNLa, el 90 por ciento de los estudiantes del ciclo de licenciatura en Seguridad Ciudadana son policías del conourbano. El otro 10 por ciento lo integran penitenciarios y gendarmes. Entre todos conforman un alumnado con una edad media de 30 años.


“Unos vienen porque quieren romper con el estigma social de ser policías, otros estudian por autoestima personal y algunos porque con un título tienen mayores posibilidades de ascender en el trabajo”, señala Kaminsky. Y añade: “Viajan desde lejos y hacen un esfuerzo grande por venir. Los profesores están muy contentos con ellos: demuestran un verdadero interés por aprender”.

Por último, y consciente de cuán afilado es el imaginario popular, aclara: “No existe un convenio entre la UNLa y la Policía; estas personas vienen porque quieren, y se comportan como cualquier otro alumno. Acá no son policías, son alumnos; vienen sin uniforme y sin armas”.


INVESTIGACIÓN


Parte del trabajo de Gregorio Kaminsky y su equipo de investigación puede leerse en “Tiempos inclementes: culturas policiales y seguridad ciudadana” (Ediciones de la UNLa, 2005), un libro colectivo que nació de estudiar los procesos de capacitación de la policía argentina, con especial atención a la Bonaerense.


Más información: www.unla.edu.ar.

Agropecuaria, el nuevo colegio de la UBA


Clarín, 9 de marzo de 2008, suplemento Educación.

Versión papel: aquí.

A PARTIR DE 2009

La UBA tendrá un nuevo colegio secundario

A diferencia del Buenos Aires y el Pellegrini estará orientado al agro y ofrecerá una formación técnica. Tendrá curso de ingreso.
Rubén A. Arribas

Buenos Aires estrenará su primera escuela agropecuaria en marzo de 2009. Como el Carlos Pellegrini o el Nacional Buenos Aires, será un colegio secundario que dependerá de la UBA. Eso sí, a diferencia de estos, estará orientado al agro y ofrecerá una formación técnica. Quien egrese lo hará con el título de Técnico en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria, y evitará el CBC si quiere acceder a las carreras de Veterinaria, Gestión en Agroalimentos y Agronomía de la UBA. Para aquellos alumnos interesados en el campo, esta es una opción más que apetecible.

Si bien en otras provincias abundan las escuelas de este tipo, no sucede lo mismo con Buenos Aires y el conourbano, donde salvo en Quilmes no hay centros para atender a la demanda creciente de este tipo de formación educativa. Entre las novedades que aporta esta nueva institución destaca la inclusión de una orientación agroalimentaria (las demás escuelas son más bien sólo agropecuarias). También el enfoque medioambiental, que buscará atravesar todas las materias que se dicten.

El plan de estudios consta de un ciclo básico de tres años más un ciclo superior de otros tres en formación técnica. A eso hay que sumarle un curso de nivelación e ingreso dirigido a los estudiantes que están o han aprobado 7º grado. Las clases para ese curso preparatorio se impartirán los sábados durante dos cuatrimestres en la Facultad de Veterinaria, y los chicos podrán compaginarlas con sus estudios. En el primer cuatrimestre las asignaturas son Lengua y Literatura, Ciencias Naturales y Prácticas Agropecuarias. En el segundo Matemática, Introducción a la Química y, de nuevo, Prácticas Agropecuarias. Aprobar este curso es requisito indispensable para acceder a la escuela.

Los primeros aspirantes comienzan las clases este mes de abril. Serán 136 sobre una matrícula prevista de 200. Desde la escuela estiman que con ese número de alumnos, y tras descontar las deserciones habituales, el año que viene probablemente arrancarán el ciclo básico con dos cursos. A lo largo de 2008, seleccionarán a los docentes y cerrarán los últimos detalles para que, a partir de marzo de 2009, se ponga en marcha la futura primera promoción de técnicos. El agro habrá plantado entonces una primera semilla y tratará de arraigar entre los estudiantes del secundario porteño.

*

Más información
www.fvet.uba.ar/escuelagrop.htm, 4524-8373 y eagropecuaria@fvet.uba.ar

Becas solidarias en la Universidad de Lanús

 

Clarín, 2 de marzo de 2008, suplemento Educación.

Versión en pantalla completal: aquí.


EL PROGRAMA COMPROMISO COMENZÓ EN 1999

Profesores donan parte de su salario
para becar a alumnos universitarios

Lo hace el 90 por ciento de los docentes, no docentes y autoridades de la Universidad Nacional de Lanús. También colaboran estudiantes.

Rubén A. Arribas

¿Usted donaría de manera voluntaria el 1 por ciento de su salario para becar a una persona con buen desempeño académico y cuya situación socioeconómica así lo ameritase?

En la Universidad de Lanús (UNLa) ya lo hacen desde 1999. Y además con mucho gusto: “El 90 por ciento de los docentes, no docentes y autoridades —que donan el doble— aportan al programa Compromiso Educativo. A todos se les descuenta por planilla de sueldo, luego de dar su consentimiento”, explica Alicia Peire, directora de Bienestar Universitario.

Eso sí, quienes trabajan en el campus no son los únicos solidarios. Muchos estudiantes contribuyen con cuotas de 25, 10 y 5 pesos mensuales. Otros no compran estos bonos, pero saben que un 50 por ciento de lo que pagan en la playa de estacionamiento va para sus compañeros. Y de lo que ingresa la universidad por brindar servicios a terceros, esta reserva un porcentaje para ayudas. Asimismo, la UNLa destina el 1 por ciento del presupuesto para este fondo. ¿Resultado? 871 alumnos becados en estos 8 años con entre 1.100 y 2.200 pesos anuales.

Además del enfoque solidario, otros dos aspectos vuelven aún más especial este programa. El primero es que un porcentaje del dinero se guarda para ayudar a personas en situaciones de emergencia (muerte de un familiar directo, incendio de la casa y similares). El segundo, que los alumnos devuelven el monto, bien reingresando el dinero cuando terminan la carrera, bien en forma de tareas para la universidad que impliquen un aprendizaje para ellos: ayudantías en los laboratorios, labores administrativas o talleres para materias que actúan como cuello de botella.

Para evaluar a los candidatos, se miden el desempeño académico y el nivel socioeconómico, ponderados cada uno por igual. “No buscamos alumnos con expediente de 10; sino personas que necesiten esta ayuda para permanecer en la universidad”, subraya Peire. En otras palabras: el objetivo es, sobre todo, combatir la deserción.

“Es que en las universidades argentinas está en el 18 por ciento”, señala la directora de Bienestar de la UNLa. Aunque carece de estadísticas fiables porque la universidad apenas tiene 10 años, Peire mantiene contacto a diario con los alumnos e ilustra con este otro dato por qué el riesgo de abandono resulta elevado: “Como en todo el conourbano, acá la edad media de los alumnos es alta. En 1999 era de 36 años, hoy de 28”. Y agrega para explicar esas cifras: “A esta universidad comenzó a venir gente grande que no había podido estudiar porque Buenos Aires le quedaba lejos”.

De ahí que el perfil de los becados muestre particularidades: “Es habitual que tengamos mujeres con hijos a cargo y que sean jefas de hogar, por ejemplo”. También que los problemas que afectan a esta población sean otros a los esperables en un estudiante: “La violencia conyugal, el desempleo, la salud o la falta de cobertura sanitaria”, enumera la directora.

Por eso, además de ayuda económica, la UNLa ofrece contención humana. Cada becado tiene un tutor —licenciado en Trabajo Social y que trabaja ad honorem— que lo acompaña y que hace de guía académico durante el curso. Según Peire, “acá hay gente que no tiene computadora, que no compra el diario o que no tiene libros en casa... Cuando ingresa en la universidad, se sienta desorientada: son demasiadas cosas las que no conoce”.

Pero además de la solidaridad y de la contención, un tercer factor explica el éxito del programa: quienes aportan ese 1 por ciento de su salario, como Alejandro Herrero —investigador del CONICET y profesor de la UNLa—, hablan con orgullo de su lugar de trabajo. “Es que vos lo ves, vos ves que hay transparencia y que ayudás a gente con la que estás a diario”, enfatiza. Quizá esa sea la mejor manera de incentivar la solidaridad: practicar la transparencia; las buenas ideas, las personas y las ganas de ayudar ya están.

*

UNA IDEA QUE ARRANCÓ POR 15 DOCENTES

“La UNLa se puso en marcha entre 1996 y 1998, y entonces el presupuesto era escaso. Al poco de empezar, nos dimos cuenta de que la gratuidad no resultaba suficiente para retener a los alumnos. Muchos docentes habíamos estudiado en la universidad pública y queríamos devolverle a la comunidad parte de lo que nos había dado, así que a un grupo de unas 15 personas se nos ocurrió una idea: aportar el 1 por ciento del salario para becar a estudiantes. Se lo contamos a los demás, les pareció bien y arrancamos”, explica Alicia Peire.


AYUDAS PARA QUEDARSE

El programa comenzó con 46 ayudas en el año 2000, y en 2007 alcanzó ya las 188. De los beneficiados el año pasado, 43 recibieron 1.100 pesos y 145, 2.200. Según la normativa, los primeros son nuevos inscriptos que llegaron al 2º cuatrimestre, mientras que los segundos son alumnos regulares. Los montos son anuales y se entregan en 10 cuotas.

Más información: www.unla.edu.ar, 6322 9200 y becas@unla.edu.ar.

Colonia para chicos hipoacúsicos


Clarín, 24 de febrero de 2008, suplemento Educación.

Versión papel: aquí.
Fotos: Pilar Molina.

COLONIA DEL GOBIERNO PORTEÑO PARA CHICOS HIPOACÚSICOS

Recreo de verano en lengua de señas

Rubén A. Arribas

Verlo hablar es como tener a un mimo delante. Lo primero que impacta al sentarse a conversar con Martín Paradiso es la plasticidad, la coordinación y la velocidad de sus movimientos, incluso cuando gesticula con la cara. Su fluidez en lengua de señas es tal que Griselda Ciancio cada tanto le pide un respiro porque no da abasto para traducir. Y es que este docente sordo de 30 años aborda con un entusiasmo inagotable cualquier tema: desde cómo revolucionó Internet su vida a cuánto sufrimiento le ocasionó aprender a leer en los labios una palabra tan sencilla como ‘auto’.

Paradiso trabaja junto con otros 17 profesores —9 sordos y 8 oyentes— en la colonia para hipoacúsicos del Gobierno de la Ciudad que funciona en la escuela Osvaldo Magnasco. Bajo la supervisión de Griselda Ciancio, coordinadora de la colonia, este cuerpo docente mixto estuvo a cargo durante el verano de los 167 chicos de 4 a 20 años, dos de ellos con parálisis cerebral, que se inscribieron acá.

De entre los objetivos que se fijó la colonia, Paradiso pone el acento sobre todo en uno: servir como modelo de “adulto sordo” a los más jóvenes. Él sabe que su sola presencia y su trayectoria académica —profesor de lengua de señas, con estudios de didáctica y guía de excursiones en el zoológico— sirve como punto de referencia para unos chicos que viven en una comunidad donde resulta difícil proyectarse a futuro. De la misma opinión es Mariano Isa, recién egresado como profesor de Educación Física, y quien resume así la idea: “A nosotros, todo nos cuesta mucho. Por eso quiero transmitirle a los chicos que si yo pude, ellos pueden”.

La voz de este joven de 28 años no es perfecta, pero se entiende sin problemas. Él habla porque su familia prefirió la escuela oralista —lectura de labios— a la de lengua de señas, y lo llevaron al fonoaudiólogo desde los 4 a los 13 años. Eso sí, para entender necesita que le hablen en voz alta y articulando bien cada sonido. A diferencia del de Paradiso —que ni escucha ni habla—, el suyo sería el modelo del “sordo oyente”.

Ojo: la etiqueta pertenece a la propia comunidad. Como explica Ciancio, aunque Isa tiene un buen enganche con los pibes más pequeños, no hablar lengua de señas lo limita a la hora de manejarse con los más grandes. En este aspecto, según esta docente y “oyente bilingüe” con más de 20 años de experiencia, la comunidad sorda mantiene un criterio implacable: “Si hablás lengua de señas, te meten adentro y sos uno más; si no te dejan afuera”. Es decir: al margen de cualquier adelanto tecnológico para la audición, las señas actúan como el factor integrador y cohesionador fundamental.

De ahí la importancia de esta colonia como lugar de encuentro, por ejemplo, para Facundo Hidalgo (14). Facundo lleva un implante cloquear desde los 3 años en el nervio auditivo, lo que le permite hablar y escuchar casi perfectamente. Sin embargo, él se siente más cómodo dentro de la comunidad sorda que de la oyente, por lo que suele desconectar el implante —que sale unos 20 mil dólares— y manejarse con las manos cuando está acá. Así, explica, es como mejor se comunica y se siente entendido por los demás... Como se ve, este recreo veraniego y este colectivo esconden una gran complejidad educativa.

Por eso, actividades como jugar a la pelota, preparar obras de teatro o ir a la pileta significan algo más que diversión. Según explica Paradiso, como en general ni siquiera las familias hacen el esfuerzo de aprender el idioma —ese estatus tiene la lengua de señas para los sordos— que hablan sus hijos, este es un lugar donde normalizar el desarrollo intelectual y emocional de los chicos, y ayudarlos así a derribar toda clase de barreras. Unas tendrán la forma de la palabra ‘auto’, otras la de si es posible estudiar en la universidad, muchas la de cómo será la vida de uno cuando sea grande.


*

LA COMPAÑÍA DE LOS ABUELOS

Cuando llegan los pibes, los integrantes de El rincón de los abuelos los esperan con la mesa puesta, humo en la parrilla y una enorme montaña de hamburguesas, pan, lechuga y tomate. Ellos ceden gustosos el espacio y ayudan a la escuela a organizarlo todo, que se encarga de comprar la comida. La relación entre los chicos y estos abuelos es intensa. Según Jorge Decanini (71) —el presidente—, comparten mesa con asiduidad porque celebran juntos el día de la primavera, el del jubilado o las fechas patrias. Además de alegría, los chicos suelen llevarles dibujos conmemorativos, que los abuelos cuelgan orgullosos en las paredes de este rincón donde se reúnen a jugar a las cartas, charlar o comer con amigos. Ellos apenas saben alguna seña que otra para comunicase con los chicos, pero una la dominan muy bien: abrir los brazos para recibirlos como si fueran sus nietos.

Colonia para chicos ciegos

[ pedirle una foto a Pilar Molina ]

Clarín, 17 de febrero de 2008, suplemento Educación.

Versión papel: acá.

PROGRAMA RECREO DE EDUCACIÓN ESPECIAL
DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN PORTEÑO

Un día con los chicos que aprenden
el mundo que nunca podrán ver

Durante el ciclo lectivo, la escuela Santa Cecilia funciona como una primaria para chicos ciegos de 4 a 15 años. En verano e invierno abre como colonia gratuita.

Rubén A. Arribas

—Si venís a la colonia, ponete repelente. Si venís a la colonia, metete en la pileta. Si venís a la pileta, mojate la panza...
—No, no —corrige Franco—. La última no es así.

Franco está sentado en una típica silla de jardín de infancia, de esas que apenas levantan un palmo y medio del suelo. Con su manita izquierda de niño de diez años, agarra confiado la mano derecha del adulto que le habla. Al lado suyo, una profesora lo espera para ir a desayunar. Aunque él desconoce cómo es el mundo visible, en estas condiciones se siente seguro; o al menos eso da a entender su cara de bonachón.

—¿Y cómo es?

Le resulta extraña la voz: es la primera vez que la oye en la escuela Santa Cecilia, donde funciona la colonia de verano a la que asiste junto con 30 chicos más. Hasta hace un momento estuvo cantando con ellos.

—¿Quién sos? —pregunta.

En la continua oscuridad que le suministran sus ojos, escuchar un nombre y una profesión le sabe a poco; así que, confianzudo, palpa con la mano que tiene libre el lóbulo de la oreja y la cara que pertenecen a esa voz. “Tenés barba”, comenta. Con ternura desliza los dedos hacia arriba y hace que el adulto incline la cabeza para que él pueda explorarla. Ríe: “Sos pelado”. Por último, regresa hacia la barba y la oreja, donde se detiene porque nota algo duro.

—¿Qué tenés acá?
—Anteojos.

Asiente: el dato concuerda con la sensación táctil. Alza la cabeza y dirige sus ojitos entrecerrados hacia donde escucha la voz.

—Hablás raro... ¿De dónde sos?

Franco podría pasarse la mañana así, aprendiendo sobre ese mundo que no puede ver pero sí sentir. La profesora, que lo conoce, lo apura para que vaya a desayunar: un micro los espera para llevarlos a la pileta del Club Comunicaciones, y antes debe comer algo. Entonces desvela el error del periodista:

—No es ‘panza’. La última es “mojate las patas”.

Luego, le da la mano a la docente, camina y sube la rampa que separa el patio de juegos del pasillo por donde se va al comedor. Además de leche y alfajores, allá lo esperan otros ruidos, pieles, voces, texturas..., es decir, un nuevo bombardeo de sensaciones que deberá ordenar sin la ayuda de la vista. Para que la tarea le sea menos ardua, él y sus compañeros cuentan con 5 profesores y 6 auxiliares de docente que están pendientes de ellos desde las 10 a las 16 h.

Según Pablo Pereyra —coordinador de esta colonia del Gobierno de la Ciudad—, la mayoría de estos chicos no ven porque, o bien se lo impide un tumor en el quiasma óptico, o bien nacieron sin glándula de crecimiento o con problemas en el nervio de la visión debido a que las madres, por ejemplo, se drogaron durante el embarazo. Y, como las desgracias nunca vienen solas, a los pobres no les falta de nada: uno tiene retraso madurativo, al otro lo abandonaron, varios vienen de familias con dificultades económicas... Por suerte, gracias a la contención que reciben acá, conservan el sentido del humor y la vivacidad propios de la infancia.

—¿Vos sos el periodista, no? Hola, me llamo Bárbara, tengo 8 años, sé bailar y cantar. Quiero salir en el diario: me hace mucha ilusión. Antes hicimos un espectáculo con mis compañeros, y vine a verte por si lo podés contar.

El espectáculo al que se refiere Bárbara es la canción de bienvenida. Hoy ella fue la maestra de ceremonias, y disfrutó mucho presentando con el micrófono a todos los chicos, quienes cantaban aquello de “Si venís a la colonia...”. Mientras el periodista le promete que lo contará, ella agarra una de las manos de esa voz que oye por primera vez, y con la manita que le queda libre le palpa la pierna, le explora el brazo, le toca la ropa... Como Franco, antes de ir a la pileta a mojarse las patas, quiere llevarse entre el tacto y el oído todo eso que no ve.

*

"APRENDEN COMO CUALQUIER ALUMNO"

Lucas, Alan y Abril ejemplifican el espíritu integrador de la colonia. Lucas (4) es el hermano menor de Matías (6) y de Hernán (10). A diferencia de sus dos hermanos, él ve perfectamente; una situación parecida a la que viven Pilar (6) y Alan (6) con sus respectivos mellizos, Abril y Patri. Según Pablo Pereyra, “en la colonia, laburamos que los chicos que están cerca de los pibes con discapacidad se vengan y jueguen con sus hermanos, primos, etc.; para que así los entiendan mejor”. Y Lucas, Alan y Pilar tan contentos con la idea: acá hay toboganes, trepadora, juegos, excursiones a la pileta... Con un adulto cada tres chicos, ver o no ver deja de ser un criterio para dividir las actividades. “Estos pibes se dan los mismos golpes que cualquier otro a su edad. Aprenden como todos: reparando en el error y reforzando el acierto”, aclara Pereyra.


TODO EL AÑO

La escuela Santa Cecilia está en Senillosa 650, Buenos Aires. Durante el ciclo lectivo, funciona como un primario para chicos ciegos de 4 a 15 años. En las vacaciones de invierno y verano, abre como colonia —gratuita— bajo el programa Recreo de Educación Especial. Va de lunes a viernes, de 10 a 16 h. La matrícula está abierta todo el año. Teléfono: 4922 0459.

El blog, nueva herramienta educativa


Clarín, 10 de febrero de 2008, suplemento Educación.

Versión papel: aquí.
La nota en el blog de la escuela: acá.

IDEARON UN CAMPUS VIRTUAL QUE ES TODO UN ÉXITO

El blog, nueva herramienta educativa

En las dos sedes de la escuela ORT de Buenos Aires apostaron por renovar su filosofía educativa y le franquearon la puerta en abril de 2007 al instrumento que revolucionó Internet y la vida adolescente.

Rubén A. Arribas

Twitter. Flickr. Podcast. You Tube... El vocabulario y las destrezas informáticas de los “nativos digitales” —término con el que algunos especialistas designan a los chicos que ya encontraron celulares o Internet en casa cuando nacieron— ponen en jaque a cualquiera que no esté familiarizado con las tecnologías de la información. A diferencia de sus padres, docentes u otros chicos, estos escolares crecieron en espacios donde hacer varias cosas a la vez y estar conectado con la red de amigos les resultaba algo cotidiano. Una clásica imagen de ellos es verlos chatear, mirar la tele, hablar con los padres y recibir mensajes en el celular, todo a la vez. De ahí que captar su atención y alfabetizarlos con pizarra y tiza resulte una tarea ardua.

Por ello, en las dos sedes de la escuela ORT de Buenos Aires apostaron por renovar su filosofía educativa, y franquearle la puerta en abril de 2007 al instrumento que revolucionó Internet y la vida adolescente: el blog. Y además lo hicieron a lo grande: idearon un campus virtual, http://redblogs.ort.edu.ar/, consistente en una red de estas bitácoras gratuitas y sencillas de manejar. Empezaron con 17 blogs, en septiembre llegaron a los 90 y alcanzaron los 120 en febrero de 2008, con picos de 20 mil visitantes diarios externos a la escuela.

¿Qué tiene esta telaraña digital que atrapa a tanto internauta? De casi todo. Además de los espacios que mantienen los cursos o docentes afines al proyecto, ofrece blogs para documentar viajes, escribir sobre fútbol o escuchar los contenidos que pasan por la radio escolar, La Corneja. Asimismo, brinda un canal en You Tube con más de 90 videos propios, una bolsa de trabajo o acceso al departamento médico. La frutilla de la torta es que cualquier internauta puede recibir avisos a través de Twitter —una canal de mensajería instantánea de Internet— sobre las actualizaciones que se producen.

Para entender el éxito del proyecto, alcanza con surcar un rato este océano de información. ¿Qué hay? Por ejemplo, adolescentes que publican el análisis de Pablo Neruda que escribieron para aprobar la materia de Lengua. También, profesores de Ciencias Naturales que suben videos en inglés sobre la respiración. Incluso puede leerse cómo algunos padres agradecen al colegio que este retransmitiera en directo a través de Internet una actividad donde participaron sus hijos. Como explica Guillermo Lutzky, director de este campus virtual, la apuesta es terminar con el agotador “¿Qué hiciste hoy?”, y que así alumnos, docentes y padres construyan una relación distinta con la escuela.

Eso es posible porque esta iniciativa incide sobre dos aspectos fundamentales: documentar públicamente el proceso de aprendizaje y aumentar la audiencia que tiene el alumno para sus trabajos prácticos. Gracias a esta sinergia entre tecnología y docencia, cualquier internauta puede navegar el blog de 5IA de Imagen y Comunicación, por ejemplo, entrar en la etiqueta ‘pueblo’ y rastrear desde la consigna “Armar una web para un pueblo de menos de 10 mil habitantes” hasta cómo Federico Snieg y Maximiliano González prepararon www.chos-malal.4t.com, una web no oficial dedicada a Chos Malal (Neuquén). Además, si el lector quiere y acepta que los docentes moderen sus comentarios, puede opinar. Es decir: estos “nativos digitales” reclaman una revolución del sistema tradicional de enseñanza.

Interacción. Simultaneidad. Personalización. Creatividad compartida... Quizá podrían traducirse así algunas de esas palabrejas informáticas que manejan con tanta soltura estos nuevos escolares. Como explica Lutzky, la buena química entre adolescentes y blogs reside en que “esta herramienta les permite integrar saberes y habilidades que les son cotidianas, y además compartir el resultado con otras personas. Eso hace que los chicos sientan que ponen algo propio; de ahí que se involucren tanto afectivamente”.

*

"FORMAMOS CHICOS PARA CARRERAS NO INVENTADAS"

Guillermo Lutzky dirige un equipo de 4 personas que coordina a más de 70 docentes en esta experiencia pionera. Esta apuesta, explica, responde a un convencimiento: “Formamos chicos para carreras que todavía no están inventadas: las tareas y las competencias laborales cambian muy deprisa. Cuando trabajen, los cineastas o clínicos que formamos hoy, usarán otras tecnologías que las que manejan ahora... Y casi seguro se regirán por otros modelos de trabajo. Como no pueden aprenderlo todo, debemos prepararlos para que sepan adaptarse a un entorno laboral que cambia constantemente. En ese sentido, coproducir con los docentes a través de los blogs, les permite ganar protagonismo en su aprendizaje. Esto supone un desafío para los docentes, quienes deben actuar sobre todo como directores de orquesta”.


Club de Chicos de Saavedra

Clarín, 3 de febrero de 2008, suplemento Educación

Versión en papel: aquí.
Las fotografías las tomó Federico Hamilton.


CLUB DE CHICOS

Tiempo de recreo en las escuelas de los sábados

Durante el año lectivo, el programa se desarrolla en siete centros de la Ciudad.

Rubén A. Arribas

“1, 2, 3 y vuelta”. “Chicas, cuidado: se están juntando”. “Atrás, atrás”. “Parejas... ¡Ahora!”. A las damiselas del programa Club de Chicos que asisten los sábados por la mañana a la escuela Naciones Unidas, les gusta encontrarse para bailar. Este grupo —el de chicas entre 10 y 12 años— lo integran unas 20 jovencitas que deciden todo: la música, la coreografía y hasta el vestuario. Su profesora, Carla Kwasnik, sólo las dirige. Si sus alumnas le piden Shakira, les da Shakira. Si le piden High School Music, High School Music. Si le dicen que les lance un osito para el final de la coreografía de “El patito feo”, lo lanza. Como en el resto de actividades de esta escuela convertida en club los sábados de 10 a 13 h, los alumnos proponen y los profesores orientan, acompañan, juegan.

“Acá el chico elige en cada momento dónde está. Si está jugando al fútbol y se cansa, se va al taller de ajedrez o al de plástica, por ejemplo. La mayoría de las chicas vienen a la clase de danza; sin embargo, otras solo vienen para contarse sus cosas... Hoy el barrio no es como cuando nosotros éramos chicos. Ahora hay más inseguridad, menos zonas verdes, desaparecieron muchas instituciones vecinales. Por eso proponemos que la escuela funcione los sábados como un lugar de encuentro y de recreación”, explica Luis Sánchez Berazategui, coordinador del programa en este club- escuela del barrio de Saavedra.

Además de este centro —que los sábados se llama Zapatillas Revoltosas—, hay otros 5 adheridos al programa Club de Chicos (ver recuadro), auspiciado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Esta iniciativa, que está dirigida a niños entre 6 y 12 años, surgió en 2005 para cubrir el hueco educativo-recreativo dejado por otro programa similar, Club de Jóvenes, en funcionamiento desde 1999 y destinado a mayores de 12. Con solo dos años de existencia, Club de Chicos cuenta ya con unos 500 asistentes semanales, mientras que su hermano mayor recibe a unos 3 mil y abrió 30 centros. Los números en sendos programas son buenos, sobre todo si se considera que los chicos asisten cuando y porque quieren.

La característica principal de ambas iniciativas es que cada club-escuela elabora su propuesta. “Trabajamos con un programa flexible que cada centro construye a partir de varios factores: la cantidad y la capacidad de los docentes, el espacio físico, la comunidad donde está y el perfil de los chicos. Y si bien partimos de ejes comunes en las áreas de trabajo —conformar grupos, usar el juego como motor, proponer actividades artístico-expresivas y fomentar el deporte—, las actividades que ofrece cada Club de Chicos varían con la demanda de cada comunidad”, aclara Sergio Canosa, coordinador regional de los dos programas.

En el caso de la comunidad del Zapatillas Revoltosas, por ejemplo, la oferta de actividades está enriquecida por la disponibilidad del parque Padre Mujica, que está justo en la puerta. Por allí corren en esta soleada mañana otoñal las bailarinas del grupo de 6 a 10 años, quienes juegan a la mancha mientras esperan a que las grandes acabe su clase con Carla Kwasnik. Con ellas juegan los hermanos Lautaro y Emiliano Carosela (6), quienes, en vez de esperar para ensayar la coreografía de “Casi Ángeles”, quieren irse a patear la pelota o a probar con el ajedrez. Aunque todo esto tendrá que esperar: son casi las 11 y media y la profesora que los cuida, Rosa Calero, les pide que regresen a la escuela: los espera la vianda.

En las aulas de Naciones Unidas, a los demás también les anuncian que llegó la hora de almorzar. “A lavarse las manos, ¡a comer!”, grita Guillermo Telch, el profesor de ajedrez. Algunos dejan entonces en el corcho de la clase el dibujo que estaban pintando; sin embargo, otros agarran un tablero y se ponen a jugar. Telch supervisa quiénes salieron a comer y después, al que mueve negras, le explica una jugada con la torre... Por lo que se ve, acá ni siquiera es obligatorio ir por la vianda. Si uno quiere comer, come. Y si quiere jugar, juega. Queda claro entonces por qué los chicos dicen que este es un buen programa de sábado.

*

No hay lugar como la escuela
“El adulto es imprescindible para los chicos. Para que haya educación, es necesaria una relación asimétrica entre un adulto y un chico o joven. No son amigos, no son hermanos... Es decir: existe una relación que implica responsabilidades diferenciales: el adulto debe orientar, cuidar, contener, proteger... Esa función es deseable que la cumplan todos —padres, tíos, abuelos, escuela, Estado—; sin embargo, la realidad socioeconómica en determinados barrios ofrece desocupación crónica, chicos que ingresan prematuramente al trabajo informal o que asumen responsabilidades como cuidar a sus hermanos menores. En esos entornos, la escolarización tiene otro valor y la deserción escolar, sobre todo en la secundaria, es alta. Nuestros dos programas intentan recuperar espacios que se han perdido en los barrios, preservar el carácter juvenil de los chicos y ayudar a que los pibes construyan su proyecto vida, que asuman su realidad social como un punto de partida, y no como una fatalidad. Para nosotros, con sus ventajas y sus inconvenientes, la escuela es el mejor lugar donde ellos pueden estar”. Sergio Canosa, Coordinador Regional de Club de Chicos y Club de Jóvenes.


Dónde funcionan
Los 6 centros de Club de Chicos —de 6 a 12 años— adheridos a este programa del Gobierno de la Ciudad son los siguientes:
  • Caballito. Escuela José Ignacio Gorriti, en Nicasio Oroño 1431.
  • Floresta. Escuela Ernesto Alejandro Bavio, en Bahía Blanca 1551.
  • Saavedra. Escuela Naciones Unidas, en Rogelio Yrurtia 5806.
  • La Boca. Escuela Juana María Gutiérrez, en Rocha 1226.
  • Bajo Flores. Escuela Carlos Geniso, en Agustín de Vedia 2519
  • Saavedra. Escuela República de Turquía, en Ruiz Huidobro 3853.
Todas funcionan de 10 a 13 h, salvo Bajo Flores, que abre de 12.30 a 16 h, y la Escuela República de Turquía, que va de 12.30 a 17.00 h. Las actividades son gratuitas y la comida está incluida.