Ana Sutton, terapeuta de juego

Clarín, 30 de marzo de 2008, suplemento Educación

Ana Sutton

ENTREVISTA CON ANA SUTTON, TERAPEUTA DE JUEGO

“Las palabras de los más chicos son los juguetes”

La psicóloga argentina propone estimular de manera lúdica la capacidad de aprendizaje de los alumnos. Aconseja que los juguetes sean ‘terapéuticos’, es decir, que sirvan para expresar emociones y sentimientos.

Rubén A. Arribas


A muchos niños, la infancia les depara un “juego” que los asusta y que suele pasarles factura a partir de la adolescencia: ser adultos prematuros. Son esos chicos de 6, 7, 8 años que intentan proteger a su hermano de 3 porque papá está borracho. O que asumen la responsabilidad de cuidarlo porque su familia es pobre y los padres están fuera de casa todo el día. También son esos niños que sufren maltrato psicológico o físico. La casuística de infancias difíciles es amplia y dolorosa, como las secuelas que estas dejan.

Ansiedad, fobia, carácter hipervigilante, agresividad... Estos chicos padecen dolencias psíquicas que minan su salud y que lastran su potencial. El mal comportamiento, las malas notas o la dificultad para relacionarse con otros compañeros en la escuela suelen ser indicios habituales para detectarlas. Si no se trabaja sobre ellas, los niños crecen con menos herramientas para resolver problemas y madurar sus sentimientos. Visto en perspectiva —y sobre todo en los casos extremos—, durante su adolescencia o juventud pueden llegar a ahogarse en un vaso de agua y decidir autodestruirse de algún modo.

Por esa razón, los terapeutas de juego ponen el acento en estimular de manera lúdica la capacidad de aprendizaje de estos chicos. “Los juguetes son las palabras del niño”, explica la psicóloga argentina Ana Sutton, experta en esta disciplina y que reside en EE. UU. desde hace 40 años. Y enseguida matiza: “Eso sí, deben ser terapéuticos, es decir, deben servir para expresar emociones y sentimientos”. La acotación tiene su importancia.

“La muñeca Barbie no es un juguete terapéutico: es una mujer adulta, tiene novio, auto, estudia una carrera... Sobre todo para la población con que trabajo, chicos homeless —sin un verdadero modelo de padre porque muchos tienen que cuidar de sus hermanitos—, Barbie les transmite un mensaje conflictivo: el niño debe proteger al adulto... Cuando es al revés: el niño es quien debe sentirse protegido”, aclara la fundadora de Nana’s Children, una organización sin fines de lucro que este año atenderá a unos 600 chicos repartidos en 40 escuelas de Phoenix.

Y continúa: “Un juguete terapéutico puede ser un carro de bomberos, una valija o una cocinita, siempre y cuando los chicos puedan usarlos como se les ocurra”. Es decir, que si ellos dicen que un auto vuela y usa bananas como nafta, ni se discute. De hecho, la única regla que gobierna el cuarto de juegos —así se llama al lugar ordenado, limpio y repleto de juguetes que comparten terapeuta y niño— es esta: “Usá cualquier juguete de acá como quieras, pero sin lastimarte vos y sin golpearme a mí”. Y enfatiza Sutton: “Si el niño quiere romper un juguete, que lo rompa: jugar es su idioma, y los juguetes son sus palabras; algo querrá expresar con eso”.

La insistencia en hermanar ‘palabras’ y ‘juguetes’ no es gratuita. Los adultos conceden mucha importancia a verbalizar los sentimientos; sin embargo, los chicos no dominan el lenguaje y su manera natural de contar qué les pasa es jugando, no hablando. De ahí que esta terapia proponga entrenar a psicólogos y a trabajadores sociales para que aprendan el idioma de los niños. “Si el chico dice ‘Quiero que seas una princesa’, el terapeuta debe contestar ‘¿Y cómo hago de princesa?’. El concepto de princesa, policía o bombero del chico es distinto al del adulto, y ese es el que hay que descubrir”, reitera.

Por tanto, la terapia de juego no busca la descarga, sino habilitar un espacio para que los chicos se desarrollen en igualdad de condiciones intelectuales y emocionales que sus pares. “Jugar no es lo opuesto a trabajar. Tampoco un premio que se le da al niño cuando hace algo bien. Jugar es una necesidad biológica; los chicos aprenden mientras juegan, y ese es su trabajo”, sostiene Sutton. Y sentencia: “Por eso, un chico que no puede jugar no es un chico normal”.

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Seminario en Buenos Aires

A mediados de marzo, Ana Sutton impartió en Buenos Aires, invitada por la Fundación Procesos para Estudio e Investigación del Aprendizaje (FUNDPEIA), un entrenamiento de 3 días para personas interesadas en la terapia de juego. Con su apoyo y el de la Asociación Norteamericana de Terapia de Juego, FUNDPEIA intenta implementar en la Argentina un modelo parecido al de Nana’s Children, la organización sin fines de lucro creada por Ana Sutton en 2001. Más información: www.nanaschildren.org y www.fundpeia.com.ar.

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El juego en la población en riesgo

“No tienen hogar, sino que viven en albergues, moteles o carecen de una residencia nocturna permanente”, aclara Ana Sutton refiriéndose a los homeless, la población de niños con la que más trabaja. Si bien los homeless estadounidenses no equivalen a los chicos de las villas argentinas, las situaciones de ambas poblaciones tienen puntos en común.

Unos y otros están, por ejemplo, presos del círculo vicioso de la pobreza. Según Sutton, “los padres de los homeless viven día a día buscando dónde dormir, cómo conseguir ayuda del gobierno o algo para comer. Muchos de ellos ven la educación de sus hijos como algo poco necesario, más como una guardería que como un lugar donde aprender”. Y agrega: “Estos chicos registran altos niveles de ansiedad y depresión, y no pueden concentrarse en aprender”.

Asimismo, estos niños suelen dedicar más tiempo a asumir responsabilidades de adultos que a jugar, lo que les impide desarrollar mecanismos de aprendizaje. Tanto es así que esta reconocida experta internacional parte de la siguiente premisa: “El niño que no tiene hogar no sabe jugar y no tiene apego, es decir, tarda más tiempo en establecer una relación de confianza con su terapeuta”. Tras un estudio de 2 años, su fundación concluyó que la estabilización emocional a través de la terapia de juego y la mejoría académica se produce en los homeless a partir de la sesión 14ª, mientras que en los demás se produce antes de la 10ª.

Para esta discípula del doctor Charles E. Schaefer, “el primer paso es enrolar a todos estos chicos en la escuela; la terapia de juego es aplicable siempre y cuando estén escolarizados”. Después viene el armado de una infraestructura donde Gobierno, ministerio de Educación, universidades y otros actores sociales se ocupen desde el transporte de los niños hasta el entrenamiento de los terapeutas o, por ejemplo, de dotar a las escuelas de cuartos de juegos.


Nota en papel: aquí.