Cine en las escuelas medias del sur de la ciudad

Clarín, 11 de noviembre de 2007, suplemento Educación

Nota en papel: acá.


CINE EN LAS ESCUELAS MEDIAS DEL SUR DE LA CIUDAD

La Universidad del Cine se mete en las escuelas secundarias

El Programa funciona en cuatro secundarias de Lugano y Mataderos. Unos 160 adolescentes filman ocho cortometrajes con el apoyo y los equipos de la Universidad del Cine.

Rubén A. Arribas

“No cualquiera te da así una mano, viene un día a la escuela en un barrio como este y te dice: ‘¿Tenés una idea? Vení, que la filmamos. Yo te enseño de cine, te pongo los equipos y vos aprendés a hacer un corto’”. Alejandro Arévalo (17) vive en el barrio porteño de Piedrabuena, a dos cuadras de la General Paz y a una de la fábrica de la Pirelli. Además de cursar tercero en la EMEM 1 de 20, participa como asistente de dirección en el cortometraje que rueda junto con otros 12 compañeros para el proyecto “Cine en las escuelas medias del sur de la ciudad”. En ausencia del director de la película, él lo supervisa todo: encuadres, iluminación o relaciones con la prensa.

Al lado suyo está Aixa Sirera (17), una de las actrices. El curso pasado y el anterior, ella dirigió los cortos que filmaron en esta escuela; de hecho, Alejandro fue uno de sus actores. Este año Aixa prefirió cambiar de registro y probar con la actuación. De momento está contenta: “Los otros años rodamos situaciones muy reales del barrio: pobreza, drogas, embarazos adolescentes,... Lo que está bueno de Emiliano y Alejandro es que se corrieron de ahí y se fueron para el lado de la imaginación”, comenta.

Emiliano es Emiliano Sagradini (17), el director. A eso de las 5 y media anduvo por la escuela para supervisar los preparativos del equipo de rodaje: este lunes había práctica de filmación hasta las 21 h. Quería filmar, pero no pudo; le debía el análisis de una obra a la profesora de Teatro, por lo que sólo se quedó un ratito. Aprobar esa materia para la escuela y rodar tranquilo “su película” —así se refiere a ella—, dependía de viajar esa tarde sí o sí casi una hora en colectivo hasta Corrientes y aguantar el diluvio que lo esperaba a la noche cuando regresara. Entre unas cosas y otras, además de cine, está aprendiendo cuán sacrificado resulta combinar estudios y arte.

Porque a Emiliano con la escuela le sucede lo que a cualquier adolescente: le cuesta. Y no es porque le falte capacidad intelectual o de trabajo; en las primeras 4 semanas, cuenta, ya reescribió 5 ó 6 veces el guión. Aunque él dirige, quiere que las 14 escenas que planificó para los 8 minutos de película reflejen las ideas del grupo, y que así todos sientan como propia la historia que él y Alejandro propusieron, la de un chico que invoca a los espíritus a través del juego de la copa. ¿De dónde sale tanta motivación? “Es que yo acá vuelo; todo es imaginación mía”.

Marcos Sacchetti sonríe cuando escucha esto último. Desde hace 7 años coordina este proyecto adscrito al programa Zonas de Acción Prioritaria de la Secretaría de Educación del GCBA y, aunque trabaja en la tele y en la Universidad del Cine (UC), brindar una oportunidad a chicos como Alejandro, Aixa o Emiliano ocupa un lugar central en su agenda: “Este proyecto es el ancla de mi vida”, asegura. Y debe de ser cierto, porque en 2007 coordina ya a 160 adolescentes y 12 profesores que ruedan 8 cortometrajes en 4 escuelas de Villa Lugano y Mataderos. Por cierto, números más que satisfactorios para un emprendimiento que requiere equipos muy caros y docentes especializados.

De ahí que el aporte de la UC —que proporciona desde el soporte técnico hasta becas del 100 por cien para acceder después a la universidad— resulte imprescindible en esta sinergia entre escuela y Estado. Asimismo, y como garantía de que ese apoyo continuará, figura Manuel Antín, el rector de la UC. Este reconocido cineasta, según Sachetti, suele recordarles a los docentes que “esta experiencia, además de cambiarle la vida a los chicos, enriquece la mirada de quienes trabajan con ellos”. Es decir, que no sólo de Godard o Cassavetes aprenden quienes se dedican al séptimo arte.

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HISTORIAS

En la Escuela Comercial 12 de 21, escribir un guión y rodar un corto puntúa para la materia de Lengua. La profesora, Sandra Pérez, trabaja con dos docentes de la Universidad del Cine, Emiliano Iglesia y Sebastián Mega, quienes dictan clase en esta escuela de Lugano una vez a la semana. Este lunes, por ejemplo, de 20.30 h a 22 h debaten la sinopsis que prepararon los alumnos para el corto que rodarán entre todos. Iglesia y Mega se dirigen a la audiencia, en su mayoría adolescente —más alguna madre de familia—, con propiedad cinematográfica: ‘escena’, ‘elección estética’ o ‘historias paralelas’ son conceptos que sobrevuelan la charla. Según Sandra Pérez, el alcance de estas clases excede el acercamiento a la lengua a través del relato audiovisual: “En el barrio estamos rodeados por la sensación de fracaso; todo es muy difícil acá: encontrar trabajo, tener una casa, acceder a la cultura... Que algo como un corto salga bien, es muy importante”. Y añade: “Este programa genera sueños que se cumplen; los chicos ven sus películas en pantalla grande en el cine del barrio”.




María Rosa Almandoz, directora del INET


Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí (incluye una videoentrevista).
La nota en papel: nota principal aquí y un par de recuadros por acá.

ENTREVISTA CON LA DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE EDUCACIÓN TECNOLÓGICA, MARÍA ROSA ALMANDOZ

“Necesitamos graduados en Ciencia y Tecnología volcados a la producción”

Para Almandoz, hay querecuperar la escuela técnica y reactivar la industria desmantelada.

Rubén A. Arribas

“La crisis de vocaciones en la ingeniería no es un fenómeno local. Si vos preguntás en EE.UU., España o Alemania, también te dirán que su punto flaco es la falta de ingenieros”. La cursiva de María Rosa Almandoz, Directora del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), pretende arrojar luz sobre qué entiende la moderna sociedad de la información y el conocimiento por uno de los perfiles con menos egresados en la Argentina. Según ella, las razones hay que buscarlas en un cambio de paradigma cultural.

“Hasta hace 20 ó 30 años, la ciencia y la tecnología eran campos casi separados. La investigación en Ciencias Básicas —Física, Química, Biología y Matemática— era muy independiente del desarrollo tecnológico aplicado a la producción. Sin embargo, en las últimas décadas el conocimiento alcanzó tal importancia económica que esa situación cambió. Hoy mucha de la investigación en Ciencias Básicas nutre a los tecnólogos, y estos para innovar necesitan a su vez conocimientos profundos en esas disciplinas”, continúa Almandoz. Y añade: “Por eso necesitamos egresados con una formación fuerte en ciencia y en tecnología, pero que además estén volcados al campo de la producción”. Es decir: el mercado ingenieril amplió su radio de acción y demanda nuevos perfiles profesionales, de ahí la escasez mundial de ingenieros.

Pero también existe un factor local. A pesar de la reactivación económica que vive la Argentina, el país todavía no se ha recuperado de la devastadora Década Perdida (1980-1990). En esa época cerraron más de 160 mil pymes —el gran motor de la economía y el sostén social de casi cualquier sociedad— y grandes empresas deslocalizaron sus plantas de producción a otros países. Deshecho el tejido industrial y desempleados los técnicos e ingenieros, la educación tecnológica que los formaba cayó casi por efecto dominó.

“Las políticas educativas de los 90 acompañaron ese proceso desindustrializador y abandonaron la formación de técnicos en las escuelas medias, una línea educativa muy tradicional, distintiva de México y de la Argentina, y que en las décadas del 40 al 60 generaba maestros de obra, técnicos químicos o técnicos agropecuarios, siempre muy prestigiados”, aclara esta socióloga experta en Metodología de la Investigación Científica. La menemista Ley Federal de Educación guillotinó este sector educativo estratégico, y con ella voló por los aires el puente más importante entre la secundaria y las ingenierías. Los efectos de aquella explosión son conocidos: muchas escuelas técnicas cerraron.

Por eso el Gobierno apuesta por una doble estrategia: reactivar los sectores industriales desmantelados —textil y naval sobre todo— y recuperar la escuela secundaria técnica, un emblema del pasado esplendoroso del país. “Las escuelas técnicas son las que mejor preparan a los alumnos para las ingenierías”, argumenta la Directora del INET. ¿Por qué? “Los futuros técnicos asistían a clase desde los 13 a los 19 años, cursaban en jornada completa —6 a 7 horas reloj por día—, obtenían una sólida formación en Matemática y se orientaban hacia la tecnología”. Claro, que también tenían industrias donde insertarse, y eso favorecía un círculo virtuoso: buena formación, buen empleo; y viceversa.

Eso provocó que en las décadas del 40 al 60 los chicos supieran qué hacía un técnico o un ingeniero; hoy lo desconocen. Y si les falta ese saber, no pueden pensarse como futuros técnicos en Mecatrónica o ingenieros en Aeronáutica. “La vocación no es algo espirituoso. No se puede elegir lo que no se conoce. Los chicos deberían elegir una carrera donde disfruten leyendo y aprendiendo sobre ella”, precisa Almandoz.

Asimismo, está el karma de país inestable: “Los planes de estudio hablan de 5 ó 6 años para una ingeniería; sin embargo, la duración real de estas carreras es por término medio 9,5. ¿Cuántas familias tienen oxígeno económico para mantener a un hijo ese tiempo? ¿Qué joven puede plantearse hoy un proyecto a 9 ó 10 años, si además debe estudiar y trabajar?”. De ahí que, con la Ley de Educación Técnico Profesional de 2005, el Gobierno quiera potenciar también la educación técnica superior como una alternativa a la universidad que garantice la inserción laboral. Para ello en 2006 invirtió 260 millones de pesos en becas, planes de mejora o series educativas que fomentaban el vínculo entre el Estado, las universidades y las empresas.

Por último están las falencias de los estudiantes de secundaria en Matemática, esas de las que hablan tanto las estadísticas. A lo que esta licenciada en Ciencias de la Educación comenta: “Lo que tenemos que hacer es mejorar la formación en didáctica de los docentes. Por cómo se construye el conocimiento en cada disciplina, un mal profesor de Matemática resulta más crítico que un mal profesor de Historia”.

Entonces, para resolver el problema vocacional... Sí, más formación en Matemática como reclaman insistentemente desde el mundo adulto, de acuerdo, pero a) primero que los profesores la expliquen mejor y b) cualquiera diría que los adultos son los responsables de una sociedad que ha llevado a los chicos a la indiferencia frente a las carreras técnicas. Por tanto es en manos de los políticos, empresarios, padres y educadores en las que está revertir la situación. Las palabras de María Rosa Almandoz, madre de un hijo que estudia Ingeniería Industrial, dejan poco lugar a las dudas.

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La educación técnica en números
  • 260 millones de pesos invirtió el Gobierno en 2006 para apoyar diferentes políticas educativas en los campos de Ciencia y de Tecnología.
  • 20 por ciento aumentó en 2007 la matrícula en las escuelas técnicas de nivel medio.
  • 55.736 egresados salieron en 2006 de las escuelas técnicas de nivel medio.
  • 31.815 egresados salieron en 2006 de las escuelas técnicas de educación superior.
  • 164.224 egresados salieron en 2006 de los centros de formación profesional.

Fuente: Instituto Nacional de Educación Tecnológica, www.inet.edu.ar.

Programa de radio Hora Libre


Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Educación

Versión papel: aquí.


PROGRAMA HORA LIBRE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

A punto de terminar el secundario,
casi expertos conductores de radio

Esta formación integra el plan de estudio de los bachilleratos con orientación en Comunicación Social.

Rubén A. Arribas

Son las 12:57 h del domingo, y en Radio La Porteña apenas faltan 3 minutos para que termine Hora Libre y comiencen las noticias de la una. En el aire está el escritor Maximiliano González Jewkes, quien contesta por teléfono las preguntas sobre boxeo y literatura que le formula en directo Laura Rombolá, alumna de la escuela Rumania, del barrio Villa Real. Según lo acordado con sus cinco compañeras de equipo, suya es la responsabilidad de cerrar este último bloque. Sin embargo, el minutero avanza y Laura no encuentra el momento de interrumpir al entrevistado. Frente a ella, Christian Gauna, docente y conductor del programa, mira el reloj del estudio, alza su mano derecha a media altura y le hace una señal para que corte ya, ya.

Laura asiente, comprueba la hora, se pone colorada. Eva González, su profesora en 5º curso del Bachiller con orientación en Comunicación Social, la mira y, como Gauna, corta el aire con la mano varias veces. La adolescente se aprieta los auriculares y pone cara, como luego explicará, de “¡Era el primer entrevistado de mi vida! ¡¿Cómo lo iba a cortar?!”. De repente Jewkes da por respondida la pregunta y se queda en silencio. Todos clavan los ojos en Laura, y ella cumple con lo ensayado en el precario estudio de grabación de la escuela: le agradece al entrevistado por estar en el aire y le pasa la posta al conductor. Son las 12.58 h.

Ahora la presión es para Gauna, pero él es un locutor experimentado y sabe cómo usar esos dos minutos. Recuerda que Hora Libre es un programa de las escuelas medias en colaboración con el Gobierno de la Ciudad, pide a las alumnas que se despidan de la audiencia y emplaza a los oyentes a que el próximo domingo de 12 a 13 h sintonicen de nuevo AM 1110, donde lo acompañarán estudiantes de la Tomás Espora, del barrio de Liniers. Tras una brevísima cortina, anuncia, llegarán las noticias. Impecable: le sobró un minuto.

Las chicas respiran aliviadas. En esta última hora, además de trabajar casi al ritmo de los profesionales, rendían una prueba puntuable para la materia Taller de Radio. En clase habían elegido el boxeo como tema para el programa y semana tras semana planificaron y prepararon los contenidos. Así, grabadora en mano, entrevistaron a Josué Meléndez (16), un compañero suyo que boxea, y a su entrenador. Después leyeron “Torito”, el cuento que Cortázar le dedicó al boxeador de Mataderos Justo Suárez, y por una pista dejaron la voz del cronopio Julio y por la otra grabaron la de ellas. Luego, en el estudio de La Porteña, Christian Gauna las ayudó a presentar los bloques, sincronizó los tiempos y charló con ellas a micrófono abierto sobre cómo habían elaborado el programa. Por último, como tuvieron complicaciones con el material que habían grabado con Jewkes, se animaron a conversar con él en directo. En total, tres semanas de trabajo hasta poder disfrutar de esta primera hora de radio de su vida.

Bueno, de trabajo y de muchos nervios. Por eso cuando da la una, Laura Rombolá (17), Karen Lucero (18), Jacqueline González (17), Melina Menafra (17), Aldana Rigueras (17) y Fiorela del Mazo (18) quieren chillar; sin embargo, Gauna sigue enseñándoles radio: les señala a los dos locutores preparados para dar las noticias. Las chicas asienten, se ponen las camperas, salen sin hacer ruido al pasillo del 8º piso del Centro Cultural General San Martín y ahí sí, ahí se abrazan, gritan, comentan las incidencias y hasta se hacen fotos con el equipo docente. Ninguna había pensado ser locutora de radio, explican, porque quisieran cursar Cine, Publicidad o Psicología. Sin embargo, hoy se divirtieron tanto que la semana que viene repetirían. ¿Madrugar de nuevo un domingo? “Es que estuvo bueno cuando recibimos los mensajes: sentías que la gente te estaba escuchando”, dice Karen, que había dormido apenas hora y media porque ayer tuvo un cumpleaños de quince. No se les puede pedir más honestidad a estas chicas: en clase o a través de las ondas, lo único que piden para engancharse con la escuela es que las escuchen.

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ELIGEN LOS TEMAS Y LOS PRODUCEN

“Intentamos que los chicos digan todo lo que tienen que decir, pero con respeto. Son ellos quienes eligen los temas. En la escuela Rodolfo Walsh, por ejemplo, investigaron quién fue Walsh, en una de Villa Soldati están con la historia del Club Sacachispa y la semana pasada el programa fue sobre el aborto”. Además de docente, Mariano Molina es el coordinador de Hora Libre, un espacio radial del Gobierno de la Ciudad que usan 12 escuelas medias que imparten Bachiller con orientación en Comunicación Social y 8 escuelas de reingreso.

Este es el segundo año del proyecto, y tiene tan buena recepción que Molina y su equipo pusieron también en marcha la REC (Red Escuelas Comunitarias), una agencia de noticias escolar. Ambos proyectos apuntan hacia lo mismo: “Que quienes salgan de este bachillerato sepan leer y escribir, sean capaces de hacer la producción de una radio barrial y puedan armar un periódico comunitario”. De momento, según Melina Menafra, hoy las alumnas de la escuela Rumania sacaron esta conclusión tras el programa: “Aprendimos a remarla”.


TAMBIÉN POR INTERNET

Hora Libre se emite por La Porteña, AM 1110, domingos de 12 a 13 h. También se puede escuchar en www.radiodelaciudad.gov.ar. Contacto: 5371-4600 y horalibre@buenosaires.gov.ar.


Estrategias para orientar el futuro profesional



Clarín, 12 de agosto de 2007, suplemento Expo Educativa


Nota en Clarín.com (incluye videoentrevista): aquí.
Nota en papel: primera página por acá (cuando encuentre el pdf, claro) y segunda por aquí.


Estrategias para decidir mejor hacia dónde
orientar el futuro profesional

Los expertos señalan cuatro etapas clave en la elección de una carrera: indecisión, exploración, definición y replanteo. Recomiendan la participación en talleres y sugieren a los padres un acompañamiento sin presiones.

Rubén A. Arribas

En cualquier momento de la vida, tener la certidumbre de que uno elige bien es difícil. Cuesta. Ejemplos hay muchos, pero quizá la compra de un departamento sea el que mejor permita a los adultos entender qué sienten los adolescentes cuando deben decidir hacia dónde orientar su futuro profesional. Vender un departamento para comprar otro suele llevar aparejado intensos periodos de zozobra, donde cualquiera enfrenta inseguridades, condicionamientos o momentos de confusión. Según Claudia Fuentes, psicóloga del equipo de la Dirección de Orientación al Estudiante de la Universidad de Buenos Aires (DOE), quienes egresan del secundario atraviesan las mismas etapas para decidir que un adulto que quiere cambiar de hogar.

Estas etapas son 4: indecisión, exploración, definición y replanteo. Como en el caso del departamento, la certidumbre total —si es que esta llegara a existir— sobre los estudios elegidos se da cuando uno experimenta su decisión, esto es, cuando pasan unos meses. Es más: si en el momento de firmar el boleto de compra de un inmueble, los adultos suelen replantearse la idoneidad de la elección, ¿qué miedos no sufrirán los jóvenes cuando toman la primera gran decisión con que construir su futuro? Así que si los adultos odian que los presionen, a los chicos que salen del secundario les sucede algo parecido. Y está bien que así sea: este es su primer paso como incipientes adultos.

Entonces: elegir bien comienza por disfrutar de un entorno donde sentirse libre. Eso sí, Flores aclara: “El exceso de libertad tampoco es bueno; los chicos necesitan sentirse escuchados, no que todo dé igual. Claro, que para los padres, los profesores y los adultos significativos esto significa moverse en un límite muy delicado: hay que saber acompañar, pero siempre sin presionar. Eso quiere decir que tienen que charlar con los chicos y que estos puedan hablar de sus intereses, pero a la vez deben aprender a respetar la individualidad y la libertad de quien elige”.

Hablar, respetar el periodo de indecisión del chico, acompañar. Traducción para los padres: además de comprar guías para el alumno o de llevar en coche a los hijos a un taller de orientación vocacional, en la vida diaria deben mostrarse cuidadosos cuando hablan, sobre todo cuando emiten opiniones taxativas sobre las distintas profesiones. Ejemplo: “Todos los actores son unos vagos”, y resulta que el hijo quiere estudiar Arte Dramático. Aunque no lo parezca, los chicos respetan la opinión de los adultos, y cada juicio de valor de estos les cierra una puerta del futuro que imaginan.

Y es que al porvenir mejor no ponerle vallas de antemano, ni siquiera a la manera de la clásica orientación vocacional. Detalla Flores que hoy la pregunta ya no es “¿Qué carrera quiero estudiar?”, sino “¿Qué actividades quiero desarrollar en el futuro”. Tomando ese novedoso punto de partida, el orientador debe ayudar a que el chico profundice por sí solo en sus intereses personales y acompañarlo para que descubra qué trayecto estudiantil podría describir para satisfacer esos anhelos. Al respecto, esta especialista del DOE subraya: “Elegir una carrera ni siquiera es un punto de llegada cerrado y definitivo, es un paso más en la construcción de un proyecto personal de futuro”. Moraleja: esta es la primera gran decisión de las muchas otras que esperan; aprender a convertir la incertidumbre que la acompaña en una enseñanza significa comenzar a edificarse de manera sólida como persona.

Además, hablar de “proyecto de futuro” en vez de “carrera” ayuda a encarar una situación muy frecuente entre los adolescentes: “Quiero seguir estudiando, pero no sé el qué”. Eso es lo que traen los chicos, y de ahí parten los orientadores: no importa la carrera, importa dialogar con los jóvenes para que estos descubran por sí solos cómo articular lo que les gusta y lo que les interesa con las ofertas educativas y una posible salida laboral. Nadie decide por ellos, sino que ellos se toman su tiempo y aprenden a decidir lo mejor para sí mismos.

Por eso la DOE pone el acento en ofrecer espacios de reflexión donde los estudiantes compartan sus inquietudes con los pares, psicólogos y docentes . “Los talleres funcionan como un espacio de prevención. En la medida en que los chicos charlan sobre el futuro, ellos mismos se van encontrando mejor preparados para afrontarlo”, señala Flores. Por tanto si el mundo adulto espera engrosar sus filas con jóvenes ávidos por aprender, primero debería tentarlos con algo de su sabiduría: enseñar cómo decidir por uno mismo es un buen primer paso. A los chicos ganas de madurar no les faltan.

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. Recuadro para Talleres gratuitos de orientación vocacional de la UBA :: ver aquí.
. Recuadro para Orientación vocacional para el CBC :: ver acá.


. Recuadro-entrevista con Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA)

“Les falta cancha para preguntar”. Esa es una de las principales falencias de los chicos que asisten a la Expo Educativa, según Graciela Attiná, Directora del Departamento de Psicodiagnóstico de la Asociación de Buenos Aires (APBA). De ahí que este año, ella y el equipo de 4 psicólogos que coordina repartirán en los talleres una hojita que funcionará como la guía de qué deberían hacer los jóvenes en la feria.

“Se trata de combatir el deslumbramiento que les produce encontrarse en un lugar tan grande, con tanta gente y con tantos stands. Seamos honestos: los chicos van y juntan, juntan y juntan papeles, les hablan del futuro, les proponen talleres, y sin embargo muchos de ellos están pensando en el viaje de egresados y otros ven octubre del año próximo demasiado lejos. Es decir: al final lo que sucede es que van, se ponen tímidos y no saben qué preguntar”, explica Attiná.

Por eso es bueno que acudan a alguno de los 4 talleres diarios y gratuitos que dictará APBA en la Expo Educativa. Allí los psicólogos los harán jugar y, de manera lúdica, los harán identificar algunos miedos que les despiertan determinadas carreras, o les desharán equívocos como confundir Recursos Humanos con Derechos Humanos. También quienes asistan podrán poner en crisis preconceptos que traen por influencias de las modas vocacionales que circulan o que viven en su entorno. Y sobre todo encontrarán a un orientador que los hará reflexionar sobre dos preguntas cruciales para comenzar a construir la vocación: “¿En qué soy muy capaz?” y “¿Qué papel desempeño en mi familia y entre mis amigos?”.

Según Attiná, esas dos preguntas son vitales porque los adolescentes fantasean, se sienten capaces de todo y terminan abrumándose por el gran espectro de posibilidades de que disponen. Dicho de otro modo: no saben separar entre su vocación y las aficiones. “Esto es muy difícil sobre todo para quienes les va bien estudiando, a ellos les cuesta mucho elegir. Los adolescentes desarrollan lógicas muy ricas, de una gran capacidad asociativa; sin embargo, les cuesta jerarquizar las ideas, organizarlas. Y ahí es donde debemos ayudarlos”.

¿Y para qué tanto esfuerzo en jerarquizar? “Se necesita tener un objetivo claro y aprender a bancársela para lograrlo. Convengamos, que quienes hemos estudiado una carrera sólo encontramos 5 ó 6 materias que nos entusiasmaron, pero el resto no... Y eso también hay que transmitírselo a los chicos”. Pero el asunto de elegir bien, va más lejos: “Cuando la crisis llega, nos golpea a todos por igual, sea uno fotógrafo o ingeniero. El título es importante, sí, pero cuando viene un terremoto, lo único que nos sostiene es trabajar en lo que nos gusta”. Es decir: estar conformes con nuestro proyecto personal.

Club Infantil en Ciudad Oculta


Clarín, 5 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí.
Versión papel: tapa por aquí, primera página por acá y segunda página por acullá.


PROGRAMA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Escuelas que no cierran sus puertas

Hay seis centros infantiles en las zonas porteñas de mayor riesgo social. Allí, todos los sábados entre las 10 y las 14, chicos de tres a seis años disfrutan de actividades educativas y de recreación.

Rubén A. Arribas

Cuando Mariana Pierro llega a su lado, Rosario se levanta de la silla y le dice algo al oído. La profesora la abraza conmovida, le da un beso y pide silencio: Rosario quiere hablar. Todos, grandes y pequeños, miran hacia donde están las dos. Pasan unos segundos; parece que la jovencísima oradora ha sufrido un rapto de timidez. Por fin dice:

—Un aplauso para Silvia y para Olga.

Rosario tiene 5 años y está sentada al lado de su hermano Dylan, de 3. Mariana Pierro coordina el programa Centros Infantiles en la escuela Piedra Buena, en la villa Ciudad Oculta, y hoy estaba contrariada desde primera hora porque el menú se parecía demasiado a lo que comen los chicos en casa: “Nunca nos envían milanesas”, había protestado. Silvia y Olga son las cocineras, y en este momento enrojecen hasta las orejas con las bandejas de comida en la mano: es sábado a mediodía y unas 30 personitas mofletudas de 3 a 6 años las aplauden por su rica polenta con carne y tomate. A pesar de que hoy tampoco tendrán flan de postre sino manzana, los chicos están contentos.

La mayoría de ellos come a buen ritmo: se nota que disfrutaron de una mañana repleta de actividades. Diez minutos antes de que la escuela abriera, casi todos eran ya pura impaciencia y corrían por la avenida Piedra Buena, a la altura de Eva Perón. Según entraron, le dieron un beso y un abrazo a los profesores, desayunaron leche chocolatada con vainillas y salieron al patio, donde los esperaban una pelota, un arenero, varios toboganes y unos columpios. Hacia las once entraron en la parte cubierta de la escuela y los profesores les dieron sábanas para que se disfrazasen. Jean Franco (6) pidió que lo ayudaran a convertirse en un rey que llevaba túnica, Ana Paula (5) eligió ser una princesa india con sari y Gabriel (5) prefirió usar la sábana como la capa de Batman. El cambio de consigna resultaba claro: descargadas las tensiones en el patio, los 30 chicos y los 5 docentes comenzaban con las actividades más creativas.

Antes de que los ensabanados supermanes, princesas y batmans se hubieran cansado de su disfraz, la profesora Geraldine Cid ya había preparado el siguiente juego. Se trataba de una hilera de mesas por donde los chicos caminaban y después saltaban a una colchoneta; eso sí, antes de volar cada cual elegía si era un pájaro, un avión o qué cosa voladora. Casi en simultáneo otro docente, Leandro Villa, cubrió dos mesas con una sábana, explicó que se trataba de una casa e invitó a quienes lo desearan a habitarla. Y cuando los chicos empezaban a querer cambiar de juego, Geraldine ya estaba sentada en un rincón y entonaba “Si yo digo flaco, flaco, gordo, ustedes dicen...”, a lo que un coro de voces infantiles guiado por Martín Kogan, otro de los profesores, replicaba: “Gordo, gordo, flaco”. Entre tanto, coro va y coro viene, los otros tres docentes acondicionaban dos aulas, una al lado de la otra, para sendos talleres antes de comer.

En el aula de la izquierda, Leandro contaba un cuento del Ratón Feroz donde este en una escena se maquillaba para dar más miedo. En ese punto de la narración, Geraldine y él repartían pinturas y animaban a que cada cual imitase al protagonista y se pintase la cara frente al espejo. Si alguno necesitaba ayuda, ellos les daban una mano.

En el aula de la derecha, la docente Eliana Euclídes no daba abasto sirviendo témpera a quienes preferían pintar sobre una hoja en vez de sobre su cara. Pese a que la propuesta era deslizar con suavidad el pincel y no mezclar los colores, algunos encontraron más divertido juntarlos y pintar incluso con las manos... Y nadie los retó; al contrario, los profesores les daban más pintura, tomaban nota de qué dibujaban o los ayudaban a lavarse. Mientras tanto en un lateral, Mariana evaluaba mentalmente el taller, zurcía el roto en la entrepierna del pantalón de Martín (5) y contestaba a los hambrientos que ya faltaba poco para comer. Y es que pasadas las doce, un rico olor a carne con tomate invadía ya las dos aulas.

Por eso cuando Silvia y Olga abren por fin las puertas del comedor, este se llena rápidamente. Casi a la misma velocidad que los niños ocupan las mesas y sillas afloran algunas historias personales. Por ejemplo, un chico que había estado muy inquieto toda la mañana se tira debajo de una mesa, patalea y no quiere comer. Otro, de 10 años pero que pesa como uno de 4, dice que siente el estómago cerrado y que no tienen hambre. Padece desnutrición, y por eso los adultos que lo rodean lo persuaden para que acepte otra cucharada de polenta, “solo una más, vamos campeón”, y le prometen que después de tragarla su bracito esquelético se llenará de músculos. Y junto a la cocina, en el extremo de una mesa, una princesita de 5 años se esconde bajo una gorra rosa de corderoy y marea la comida con la cuchara, sin levantar los ojos del plato. No habla, no grita, ni siquiera pide ir al baño. Contesta a las preguntas con inaudibles monosílabos y una mirada casi de melancolía adulta; parece que solo espera que termine la hora de la comida, la mañana, el día.

Sin embargo, de repente queda libre el asiento al lado de Martín, su profesor favorito, y ella se corre hasta ahí. “¿Qué hacés, Araceli?”, dice él mientras le toca con cariño la visera de la gorra. Entonces ella sonríe. Sonríe, y sus enormes ojos vuelven a estar llenos de infancia. Sonríe, pero el plato de polenta quedará en la mesa, apenas sin tocar, pese a que ella había aplaudido como todos cuando Rosario tomó la palabra.

¿Y entonces? ¿Es que actúan por que sí estos chicos? Quién sabe; puede que alguno; sin embargo, para la mayoría caben otras hipótesis. La más cabal es que esta banda de personitas que apenas superan el metro de altura tengan su manera particular de agradecerle a padres y docentes este programón de sábado. A ver: esta es una escuela amplia, luminosa, calentita y limpia, donde los únicos que gritan son ellos, y no los adultos. También, y a diferencia de lo que viven a diario en una villa devastada desde 2001 por el paco y el narcotráfico, acá las peleas se resuelven hablando, no cuchillo en mano o a los tiros. Y por último, niños como Julio Denis (3) viven este espacio como un paraíso donde estar a salvo de las palizas de su padre.

Pero hay algo más, tan fundamental como lo anterior. En esta escuela —una de las 6 adheridas al programa Centros Infantiles del Gobierno de la Ciudad—, podés tener un mal día y que Mariana se te acerque, advierta cómo te angustia no poder dibujar eso que tenés en la cabeza, como le ocurrió a Jean Franco, y que entonces ella te prometa que Eliana, que es profesora de plástica, después de comer te ayudará a descifrar en qué consiste eso (una ola de mar, algo bastante más difícil que todas esas casas, soles y personas que habías pintado hasta ahora). Es decir: a las puertas de Ciudad Oculta, rodeados de tanta violencia que algunos vecinos opinan que esto es zona liberada, un grupo de 30 niños dispone de 5 profesores para ellos solos. La polenta es solo un detalle; importante, pero un detalle. Lo insoslayable es que el combo incluye mucho amor para cocinarla y educación de calidad. Por bajito y mofletudo que uno sea, tanta honestidad amerita cuando menos un aplauso a la hora de la comida.


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En busca de una vida mejor
Fátima Andrea Barri desea una vida mejor que la suya para Rosario (5) y Dylan (3), sus hijos; por eso los lleva a la escuela también los sábados. “A Rosario le gustaría ser maestra jardinera”, explica. Y añade: “Yo también quise ser maestra jardinera; los chicos me encantaban, enseguida me encariñaba con ellos”. Sonríe agridulce, como quien se refiere a un sueño que ya no será posible. “Dylan dice que será cartonero, igual que su padre; le encanta subirse al carro... Pero también dice que va a estudiar en el jardín”. Fátima explica esto último como todo lo anterior: con las dos manos sobre la panza, donde está Bautista Jesús, su tercer hijo, a punto de nacer. Bosteza y comenta que regresa a casa para prepararle la comida a su esposo, que esta mañana se levantó a las 6 para ir a la fábrica y que a la tarde va por los cartones. Ella habla con la misma cara risueña que le dio a su hija, con unos ojos tan vivaces como los que heredó su hijo; eso sí, también habla solo con un año más que ellos dos juntos: 19.


"Está más tranquilo, se divierte"
“Gabriel necesita mucho cariño. Con cariño y con paciencia, todo te va a hacer: hablándole bien, dándole un besito, acariciándolo... Porque él lo pasó muy mal cuando era un bebé”. Cristina Fretes habla con un dulce cantito formoseño y aclara que debe irse enseguida porque entra a trabajar en la Feria de Lugano. Tiene 57 años y, aunque es la abuela de Gabriel Octavio (5), en verdad es su madre: la otra, la biológica, lo abandonó cuando tenía 6 meses y el padre —su hijo— formó otra familia. Gabriel asiste al programa Centros Infantiles desde hace tres años y el balance, según su madre-abuela trabajadora, es este: “Yo lo noto mucho más tranquilo, que se divierte... Después en casa me cuenta todo lo que hizo: las canciones, los juegos de los profesores, todo. Le hace mucho bien”.

Cada sábado, un nuevo comienzo
“Esto empieza cada sábado”, responde Raquel Giménez (66), psicóloga, muralista y coordinadora del programa Centros Infantiles. Contesta refiriéndose a cuándo matricularse en los 6 centros abiertos; sin embargo, estira del hilo y lleva el sentido de la frase más allá. Y lo hace porque consolidar este proyecto como una política pública viable en ámbitos desbordados por los problemas sociales está poniendo a prueba su hipertensión; de ahí que termine sintetizando en esa frase su filosofía de vida y añada: “Como cantaba Serrat, yo siempre creo hoy puede ser el gran día”.

Hoy es 19 de mayo y el gran día sucede en Retiro, donde su equipo abrió un centro en la villa 31. Según le ha contado el coordinador, solo han asistido 15 chicos; sin embargo, Giménez se queda con lo positivo: es el sexto que abren y pelearán para que cuaje. El siguiente paso, dice, está más que claro: “Hay que caminar la villa”.

Eso quiere decir que los docentes irán puerta a puerta a contarle a los padres que este programa ofrece un espacio artístico-expresivo en y para el barrio. Para algunos significará que sus hijos accedan por primera vez a la escuela. Para otros, un lugar donde dejarlos el sábado y salir tranquilos a ganarse unos pesos. Para todos será la oportunidad de disfrutar de una educación personalizada. “Trabajamos con no más de 60 chicos por centro; queremos apostar por la calidad en la docencia, no por la cosa multitudinaria”, cierra Giménez.

6 centros en 6 zonas de riesgo
Estos son los 6 centros abiertos por este programa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para chicos entre 3 y 6 años. Funcionan los sábados de 10 a 14 h:

• Jardín de Infantes n.º 10, Iriarte 3880 (Barracas), 4912 2862.
• Escuela Infantil n.º 5, Paseo EE.UU. y Antártida Argentina (Retiro), 4313 0103.
• Escuela Infantil n. º5, Founrouge y Unanué (Villa Soldati), 4602 6075.
• Jardín de Infantes n.º 4, Chilavert 2680 (Villa Soldati), 4919 9986.
• Jardín de Infantes n.º 4, Varela 1425 (Bajo Flores), 4633 2011.
• Jardín de Infantes n.º 3, Piedra Buena y Eva Perón (Ciudad Oculta), 4687 0574.

Programa educativo
“El desarrollo de los Clubes de Chicos y los Centros Infantiles marca nuestro objetivo de ofrecer una escuela siempre abierta. Aunque comparte el espacio de la educación formal, los docentes y profesionales responsables del programa ofrecen cada sábado actividades educativas, recreativas y artísticas. Los seis centros infantiles están ubicados en zonas desfavorecidas de la Ciudad, con una propuesta y atención para niños no necesariamente escolarizados”, comentó la ministra de Educación de la
Ciudad Ana María Clement.

Orquesta infantil de Mataderos


Clarín, 5 de agosto de 2007, suplemento Educación

La nota en Clarín.com: aquí.
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EL PROGRAMA FUE FUNDADO EN LA CIUDAD EN 1998

Orquestas infantiles con historia

Rubén A. Arribas

Melina D’Angelo deja sobre el pupitre el violín para explicar cómo ensaya en casa. Detrás el profesor Alejandro Thau le enseña a los otros 7 alumnos el modo correcto de erguir la espalda y cómo elevar el codo para sacar un sonido dulce con el arco. Salvo Aiel Bobanach (5), todos cursan 3er ó 4º grado y, año más, año menos, tienen la edad de su compañera: 9. Según Melina, entresemana cuando llega de las clases de primaria come y toca un rato.

—Ponés la mano izquierda así —dice mientras levanta el brazo y alza la palma izquierda casi a la altura de los anteojos—. Después agarrás un lápiz con la otra.
—¿Y luego?
—Tocás —dice deslizando su desnuda mano derecha a la altura de su no menos desnudo brazo izquierdo.
—¿Y el violín?
—Y el violín te lo imaginás.

Melina hace tres semanas que ha descubierto cuánto le entusiasma aprender música. Como para la mayoría de sus 40 compañeros inscriptos en la Orquesta Infantil de Mataderos, este es su primer contacto con chelos, clarinetes, flautas traversas y violines. Por ahora los instrumentos se quedan en la escuela Roma, sede de la orquesta, pero cuando esta se asiente del todo los chicos podrán llevárselos prestados incluso en vacaciones. Mientras tanto, para reafirmar lo aprendido los sábados en los ensayos generales y los martes y jueves en las clases de instrumento, Melina y compañía deben recurrir a la única riqueza que está bien redistribuida: la imaginación.

Imaginación y visión de largo plazo es lo que demostraron en 1998 Claudio Espector y Beatriz Fuchs, los fundadores del programa Orquestas Infantiles y Juveniles, que auspicia el Gobierno de la Ciudad. Ahora como entonces el objetivo continúa inalterable: “Romper con la estigmatización social de que los chicos que viven en barrios marginales no tienen capacidad para aprender”, explican. Con la puesta en marcha el 9 de junio de la orquesta de Mataderos, son ya 6 —Retiro, Bajo Flores, Soldati y dos en Lugano— las que funcionan y más de 350 los alumnos entre 6 y 18 años los que asisten. En este tiempo algunos chicos que comenzaron con el proyecto integran ahora la Orquesta Académica del Teatro Colón o han ingresado al conservatorio para cursar la carrera de Música.

“Esto demuestra que el Estado, además de satisfacer las necesidades de la población, debe pensar y ofertar políticas educativas. ¿A quién se le ocurriría si no pedir una orquesta sinfónica infantil?” El matiz que introducen Espector y Fuchs en su reflexión apunta a que esta propuesta pedagógica persigue más la integración social y la igualdad de oportunidades educativas que el entretenimiento o la formación de músicos de elite. Por ejemplo, los sábados cuando la orquesta se reúne de 14.30 h a 18.00 h, importa tanto que los alumnos merienden como que entiendan que “las cuerdas escuchan cuando las flautas y los clarinetes hacen la melodía”, tal y como les pide Facundo Ordóñez a los 21 instrumentistas de su clase de Orquesta. A cambio, los chicos dan mucho, sobre todo a los 6 docentes que trabajan con ellos.

“Yo aprendo mientras les enseño: enseguida captan mis inseguridades, y eso me obliga a revisar constantemente lo que sé”, asegura Ana de Marchi, profesora de chelo y en el proyecto desde 1998. Algo con lo que acuerda, Guadalupe Dozo, quien estudió flauta traversa 7 años en Buenos Aires y 3 en París, y quien señala que estos chicos necesitan lo mismo que ella tuvo: “Buenos maestros que se tomen el tiempo para enseñarlos”. La fórmula funciona y contagia ilusión. Es más: si la propia Melina D’Angelo persevera con su violín imaginario en casa y continúa con la orquesta, en unos años podrá contar que estos fueron sus inicios. Y como ella, el resto de sus compañeros.

*

POTENCIALIDAD

“Desde el arte, este proyecto logra que los chicos se sientan seres con subjetividad y seres dignos”, sostiene Leonor Machado, directora desde 1994 de la escuela Roma, situada en Cosquín y Montes. “Estos niños tienen unas potencialidades impresionantes. Depende de nosotros, los docentes, sacar resultados”, evalúa Machado desde sus 65 años y su experiencia con la población escolar de Ciudad Oculta y de Los Perales. Según ella, está tan “feliz de que la orquesta esté acá”, que quiere que participe en los actos del día del patrón, el 29 de agosto.

“Tenemos que mostrarle a la comunidad qué puede perderse si no se involucra y cuida la orquesta”, dice. Y juzga así el binomio educación y música: “En esta escuela queremos formar personas que enfrenten los peligros de la villa —el paco, la violencia, la prostitución y la delincuencia— y que sepan decidir lo mejor para ellos. La orquesta les da a nuestros chicos mayor capacidad para expresarse y para elegir libremente”.

Vicente Muleiro

Clarín, 20 de mayo de 2007, sección Educación

La nota en Clarín.com: aquí.
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PROPUESTA PARA CHICOS MAYORES DE 10 AÑOS

La literatura infantil cuenta la historia

El escritor Vicente Muleiro publicó “Los cachorros de Don Perro”.

Rubén A. Arribas

La literatura infantil basada en escenarios históricos es una cuerda poco frecuentada. Pese a que ofrece jugosas posibilidades narrativas, pocos escritores argentinos han incursionado hasta ahora en el género. Por ello Vicente Muleiro, quien publicó en 2003 “Don Perro de Mendoza” y en 2007 “Los cachorros de Don Perro”, ambos dirigidos a chicos mayores de 10 años, se ha convertido enseguida en un referente. También en un autor exitoso: de su primer libro circulan ya más de 16 mil ejemplares.

Eso sí, el hueco en el mercado editorial sólo justifica en parte esa buena recepción; a los chicos no se los convence así como así para que lean. El otro ingrediente es el sentido lúdico con que este joven de 56 años afrontó ambos proyectos. Según Muleiro —Premio Rey de España de Periodismo en 1998, novelista, poeta y coautor con María Seoane de una conocida investigación sobre el general Videla—, explorar su costado infantil le ha permitido tomarse licencias que con los adultos le resultan más difíciles. De ahí que, por ejemplo, los narradores de sus cuentos hablen de los “querendones querandíes”, se recreen en la manera de payar de dos gauchos que frecuentan la misma pulpería o acoten que en la batalla de San Lorenzo había “más sangre que en una carnicería donde acabaran de cuartear reses”.

“Cuando uno frecuenta el lenguaje, este se pone a jugar solo, y aparecen las asociaciones y los juegos sonoros. Y no hay por qué asordinarlos ni ponerlos serios: el lenguaje es también un gran juego, un gran carnaval, como sucede en el Quijote. Además, como los chicos están menos aplastados por la cultura, disfrutan más de esos juegos de palabras. Por otro lado, yo creo que la pasión por el lenguaje siempre tiene un ancla en la infancia, incluso en el más serio de los escritores”.

Sin embargo, los juegos con las palabras, las payadas a lo Martín Fierro o los símiles hiperbólicos representan travesuras menores, si se las compara con ciertos atrevimientos en la elección de los puntos de vista para narrar. Así, el perro Beppo es quien adopta al conquistador Pedro de Mendoza, y no al revés. El subteniente Feilberg —el primero en llegar al glaciar Perito Moreno— dice que todo bien con don Francisco Pascacio, el Perito, pero que, en verdad, esa maravilla de hielo debería llamarse glaciar Subteniente Feilberg, y no como la llaman hoy día los turistas. Y los tehuelches del estrecho —los patagones— opinan que el tal Magallanes y su gente son raros... porque no se los entiende, porque no visten piel de guanaco para el frío y porque, sépalo, Jefe, “Son gente, pero gente Patachica”.

“Utilizo esos cambios en los puntos de vista para no seguir la historia del manual, para contar otras miradas distintas a las oficiales”, aclara Muleiro. Y en esa misma clave rebelde y traviesa puede leerse que los temas giren alrededor de la vida cotidiana o que los protagonistas no sean próceres heroicos. En general, acá son chicos, perros o mucamas quienes relatan en qué andaban cuando llegó la primera locomotora a Buenos Aires, cuando en el Circo Criollo daban “Juan Moreira” o cuando Lavalle fue a visitar a Rosas. En ambos libros, la historia de los manuales está a un costado —en forma de bibliografía al final de cada cuento— y la literatura, en primer plano.

Pero esa exitosa mezcla de mucha ficción y una pizca de realidad, de momento, conoce un límite: 1912. De los 18 relatos que reúnen “Don Perro de Mendoza” y “Los cachorros de Don Perro”, sólo uno incursiona en el siglo XX. “Con los episodios de la colonia y hasta la Ley de Sáenz Peña, es como si la distancia en el tiempo me permitiera no involucrarme tanto emocionalmente como para jugar... No sé si sería capaz de escribir en tono lúdico sobre el golpe de 1930, el peronismo y su caída, los terribles años de plomo o los desaparecidos. Quizá más adelante”.

*

RELATOS NO "ESCOLARIZADOS"

La literatura infantil argentina goza de buena salud. “Está más desarrollada de lo que sabemos: no necesita de la presentación mediática; funciona por otros canales”, explica Vicente Muleiro. Según él, hay autores excelentes que abarcan un amplio abanico de temas y que exploran el momento actual. “Graciela Montes, Silvia Schujer, Elsa Bornemann, Laura Devetach o Ricardo Mariño se han animado a transgredir la ‘doxa’ bienpensante y escriben sobre la desarticulación de la familia, la sexualidad o padres que les presentan nuevas parejas a sus hijos. Es decir: no han ‘escolarizado’ la literatura infantil, en el peor sentido de esa palabra: hacer que el papá lea el periódico, la mamá cocine y el chico, que juega con el perro, haga una travesura ingenua. Estos autores escriben sobre problemas del presente”.

Fundación Manuel Sadosky


Clarín, 25 de marzo 2007, suplemento Educación

Versión papel: primera página aquí y segunda página acá.

LANZAMIENTO DE LA FUNDACIÓN SADOSKY

En busca de la herencia humanística
del matemático Manuel Sadosky

El flamante centro de excelencia promoverá la investigación en Tecnologías de la Información y la Comunicación. Lleva el nombre del brillante matemático argentino, cuya generosidad obligaba a los demás a dar lo mejor de uno.

Rubén A. Arribas

Cuando los chicos de la secundaria se preguntan “¿Para qué sirve la Matemática?”, habría que tener a mano la biografía de Manuel Sadosky; su vida resulta paradigmática de qué lugar puede ocupar un científico en la sociedad actual. De hecho, su legado humanístico goza de tal unanimidad y legitimidad social que el Ministerio de Economía, el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, el Consejo de Rectores de las Universidades Argentinas, el CONICET, las cámaras de empresas tecnológicas CICOMRA o CESSI y varios organismos más han elegido su mecenazgo para crear un centro de investigación de punta. La reciente Fundación Doctor Manuel Sadosky es la figura jurídica que sella una alianza estratégica nacional entre el Estado, las universidades y las empresas para aumentar la competitividad del país en el largo plazo. Como explica Tulio del Bono, Secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva la elección del nombre no es azarosa: “Sadosky compromete a un estilo de trabajo”.

Y es que la huella de este matemático permanece indeleble en quienes lo conocieron. Unos lo recuerdan como el visionario que trajo a Clementina en 1960, la primera computadora que tuvo el país. Otros porque simbolizó aquella excelencia en la educación pública por la que se desvivía Sarmiento. Muchos porque lo sintieron como alguien sabio que ensanchaba siempre el campo de visión ajeno —con un libro, con un contacto, con una crítica constructiva— sin pedir algo a cambio. Todos coinciden en que era un eximio constructor de redes laborales y un líder cuya generosidad obligaba a los demás a dar lo mejor de uno. Por tanto, abrir una fundación con su nombre implica asumir una manera no sólo de hacer ciencia, sino de practicar el humanismo y de integrar valores sociales. También de mirar hacia el futuro.

Por eso, y al menos sobre el papel, la Fundación Sadosky será el instrumento que le permita a la Argentina cumplir con una meta estratégica: convertirse en 2014 en un país líder en el campo Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC). Para ello, la Fundación estará concebida como un centro de excelencia que investigará, desarrollará e innovará en esa materia y que actuará como el nodo integrador de la red científica y tecnológica del país. Si todo va bien, el gobierno confía en lograr entonces que la contribución al PBI de las empresas con orientación TIC crezca del 1,8 al 3 por ciento y que el número total de investigadores científicos aumente de 30 a 60 mil. En definitiva, este esfuerzo incrementará la competitividad de las empresas y robustecerá este sector productivo, donde el país tiene grandes oportunidades de mejora, según el estudio de fortalezas y debilidades del sistema científico argentino realizado por el gobierno.

Para Tulio del Bono, —quien ocupa el cargo que Sadosky tuvo durante el gobierno de Alfonsín—, la Fundación trabajará como una consultora público-estatal hiperespecializada que priorizará aquellas líneas de investigación en TIC que el consejo directivo considere de mayor impacto. Es decir: el diálogo entre Estado, universidades y empresas servirá para afinar dónde y cómo se invertirán los recursos. Asimismo, la Fundación actuará como una incubadora de empresas dedicadas a la tecnología, y no competirá contra ellas. Como pedía Sadosky, no se trata de generar abstracto conocimiento de punta, sino saber de alto nivel aplicado a necesidades sociales inmediatas. Por ejemplo, cuando él trajo a Clementina la puso a trabajar las 24 horas para corregir datos censales o calcular la altura y el caudal de los ríos. Esa es la idea de Matemática Aplicada que él tenía y que la Fundación implementará.

En ese sentido, las hoy misteriosas siglas TIC se convertirán tarde o temprano en algo de dominio público, como sucedió con la computadora. Del Bono da varios ejemplos de su aplicación futura: “En el agro puede ser un sistema informático que monitoree sensores de humedad y que permita regar con mayor eficiencia. En educación, a través de buenas conexiones por Internet, podemos aportar a las escuelas más alejadas del país recursos docentes de alta calidad. Y en las prácticas de gobierno, por ejemplo, podemos habilitar nuevas vías de participación para los ciudadanos a través de foros públicos y de consultas populares”. Vamos, que no quedará rubro sin tecnificar.

Mientras eso sucede, la Fundación ultima los trámites jurídicos para comenzar sus actividades en el segundo semestre de 2007. Primero abrirá la sede central en Buenos Aires y después articulará varios nodos regionales: “Probablemente empecemos con Bahía Blanca, Córdoba, San Juan, Rosario, San Luis y Tandil”, cita el Secretario. A continuación convocará un concurso para contratar de 10 a 20 científicos de primer orden que coordinen equipos de investigación nacionales. Si bien las líneas de trabajo las decidirá el consejo directivo de la Fundación cuando este se constituya, del Bono adelanta que pertenecerán a los rubros telecomunicaciones, microelectrónica, robótica y similares. En cuanto a la financiación, aclara: “El Estado correrá con los gastos de funcionamiento los 4 ó 5 primeros años, hasta que el proyecto se autosostenga gracias a las patentes que registremos y a la venta de servicios. El presupuesto inicial para la sede central es de 12 millones de pesos por año”.

¿Y algún objetivo para el corto plazo? “Sí, formar recursos humanos. La Argentina tiene pocos expertos en TIC con título de grado o posgrado; así que, a mi juicio, ese es uno de los baches más importantes que debemos salvar”, sostiene del Bono. De ahí que la Fundación se plantee dos objetivos inmediatos: colaborar con las universidades para crear estudios de grado y posgrado orientados a las TIC y colaborar con el Programa Raíces para repatriar y vincular científicos argentinos especializados en la materia a universidades de acá. La idea es, como aclara del Bono que “haya médicos, abogados, ingenieros agrónomos, etcétera que, por ejemplo, estudien posgrados y se especialicen en TIC”.

En resumen: en 2014 —el año en que Manuel Sadosky cumpliría cien años— las siglas TIC serán tan comunes como hoy PC. La Argentina, a través de esta fundación, quiere subirse ya mismo al tren que lleva a ese futuro. Los medios y el compromiso de todos los sectores parecen estar; ahora sólo falta echar a rodar el proyecto. Eso sí, ojalá que también para entonces, entre tanta tecnología, a los chicos del secundario ya sepan explicarles para qué sirve un matemático en una sociedad como esta.


*

Un libro para honrar la memoria de un amigo

La deuda de Leopoldo Kulesz con su amigo Manuel Sadosky sigue sin saldar. De ahí que este Doctor en Matemática y editor de 36 años mantenga desde hace tiempo dos iniciativas para honrar su memoria. La primera consiste en regalar el libro “Honoris Causa. El legado de Manuel Sadosky” a quien se lo pida. Para ello basta escribirle al correo de la editorial, info@delzorzal.com.ar, y solicitarle este volumen, que compila los artículos que amigos como Mario Bunge, Pablo Jacovkis o Santiago Kovadloff le dedicaron a Sadosky. La segunda iniciativa es publicar un libro que recabe los testimonios de aquellas personas que lo conocieron Para colaborar en ese emprendimiento, la dirección de contacto es la misma.

Sin embargo, el tributo de Kulesz a su maestro no termina ahí. Dentro de las colecciones que ofrece Libros del Zorzal, una es Formación docente en Matemática y la dirige Patricia Sadovsky, sobrina de don Manuel y reconocida didacta en la materia. De momento, la colección consta de 6 libros, uno de los cuales, “Leyendo a Euclides” de Beppo Levi, originó la editorial. El libro data de 1947 y era inhallable hasta que Sadosky lo sacó en 1999 de su biblioteca para recomendárselo a Kulesz. Este quedó deslumbrado y, en vista de que nadie quería publicarlo, su hermano Octavio y él invirtieron 3 mil pesos y comenzaron con Libros del Zorzal.

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"Nos preocupaba que aprendieran a razonar"

Rebeca Guber fue la coautora de un libro de cabecera para muchos estudiantes de Análisis Matemático en los 60: “el Sadosky-Guber”, como lo llaman muchos todavía. Guber tiene hoy 80 años, trabaja desde 1995 en la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y ha participado en la elaboración del estatuto que regirá la fundación que lleva el nombre de su colega y amigo. A su edad, sigue tan activa como cuando Sadosky y ella escribieron el libro.

Así recuerda aquella época: “Los dos fuimos vetados como profesores universitarios por cuestiones políticas en la década del 50. Entonces dimos clases particulares para sobrevivir y ahí detectamos las principales falencias de los estudiantes. Como en nuestras respectivas cátedras, el doctor Sadosky se ocupó de la parte teórica y yo, de la práctica. En 2 ó 3 años tuvimos preparado el libro”. ¿Por qué funcionó tan bien? “Nos preocupaba que los alumnos aprendieran a razonar, no que rindieran exámenes y siguieran adelante”.

Eso sí, Sadosky-Guber compartieron más que un libro de Matemática. Primero, con la llegada de la Triple A en 1974, vivieron juntos el exilio en Venezuela. Después, con la llegada de Alfonsín en 1983, formaron equipo en la entonces Secretaría de Ciencia y Técnica. Es decir: el dúo laboral se mantuvo unido a lo largo de más de 50 años. En palabras de la doctora, la suya fue una relación “cálida, compañera, entrañable”.

Adultos Mayores :: Centro Cultural Rojas


Clarín, 18 de marzo de 2007, suplemento Educación

Versión papel: la tapa acá, la primera página aquí y la segunda acullá.


Una legión de adultos apasionados por aprender

Es tal el éxito del Rojas que casi duplicó su matrícula desde 2000. Este año, unos 5.300 adultos de más 50 años se inscribieron en el Programa que ofrece 185 cursos. Desde el centro cultural aseguran que son alumnos que “demandan todo lo que un docente puede dar”.

Rubén A. Arribas

—El Rojas es una adicción a una droga. Una vez que entras acá, no lo querés dejar más. Al margen de las cuestiones de enseñanza —que los profesores son excelentes o que se prefiera unas materias a otras—, hay una cuestión de contención social. Hay gente que se quedó viuda, que los hijos se le casaron, que no tiene amigos... Llega acá, y a los dos meses son otras personas. No es mi caso ni el de María Antonia, que vinimos por placer, para aprender más... Pero viene mucha gente porque busca compañía —dice Alba Garibaldi.

—Acá, uno se encuentra con sus pares, y eso da mucha contención —dice María Antonia Muñiz.

—Mire, hace bastantes años un médico amigo —quien desgraciadamente falleció— que sabía que yo venía acá me dijo: “¿Por qué no me traés los papeles del Rojas?” A él lo iban a ver pacientes que estaban deprimidos y se le ocurrió recomendarles venir acá... Sabe, ¡la gente después regresaba a darle las gracias! Era gente que quedaba sola, y la enfermedad que tenía era esa: la soledad —dice Alba.

Además de amigas, Alba y María Antonia son dos adictas al Programa de Adultos Mayores que ofrece el Centro Cultural Ricardo Rojas: llevan casi dos décadas enganchadas. Pero no son las únicas; hay al menos unos 15 alumnos como ellas que participan desde el inicio (o casi) de este programa creado en 1987 y que depende de la Universidad de Buenos Aires. Las mejoras introducidas en la oferta educativa y la solvencia en la gestión durante los últimos años sólo han contribuido a incrementar esa adicción.

En su inicio el programa estaba dirigido a los mayores de 60 años, contaba con 450 estudiantes y ofrecía 28 cursos relacionados con la psicología, la salud y la informática. Veinte años después la edad de acceso son los 50, acoge a 5.300 estudiantes y brinda 185 cursos tan dispares como natación, pintura, la filosofía de Kierkegaard o el cine de Bergman, y todo con aranceles alrededor de 25 pesos mensuales por curso. Su éxito es tal, que quienes desean inscribirse forman cola a las 5 de la mañana cada vez que el Rojas abre la matriculación.

Cristina Lombardi, coordinadora del programa desde octubre de 2006 y en el Rojas desde 1987, explica así el secreto: “No pensamos en los alumnos como jubilados, padres o abuelos; sino como alumnos de la universidad. Esto nos diferencia de otros enfoques, como el gerontológico”. Y añade: “Los alumnos del Rojas vienen para incorporar herramientas con que reelaborar sus vidas, pensarse como ciudadanos y producir conocimiento. No vienen sólo a escuchar a los profesores, sino a participar y a que estos los ayuden a capitalizar saberes que incluso antes ni siquiera reconocían como propios. Para los docentes es un gran placer, pero también una gran exigencia: son alumnos que demandan todo lo que un docente puede dar”.

Es decir: el Rojas pone los profesores y la cafetería; los alumnos, lo demás. Como en la universidad, son los estudiantes quienes dotan de vida al centro cultural: construyen sus redes de amigos, se pasan por el Centro de Estudiantes para debatir la Ley de Educación Nacional o incluso crean una cooperativa, SER —ajena al Rojas—, para viajar juntos por la Argentina. Al parecer, la adicción tiene un motivo: seguir viviendo con intensidad.

—Trabajé como Perito Cerealero... Y siempre digo que estudié Económicas para poder vivir y que ahora vivo para estudiar lo que me gusta —dice Alba—. En el Rojas hice 5 años de Ciencias Políticas, 17 de Historia del Arte, varios cursos de Informática, Tango...

—Yo estudié para lo que me gustaba: maestra de inglés. Y acá continué esa línea: Historia del Arte y Filosofía —dice María Antonia.

Como señala la coordinadora, impresiona el entusiasmo de estos universitarios. Y es que Alba cumplirá 82 años el 29 de abril, nunca se casó pero tiene dos nietos y una sobrina que es como una hija, le ganó la batalla al cáncer hace 5 años y, dadas sus dotes de mando, los compañeros la llaman la Capitana. Por su parte, María Antonia cumple 71 el día después, enviudó uno de estos años que cursaba en el Rojas, dos de sus seis nietos viven con ella y desgraba las clases para sus compañeros. Las dos se jubilaron hace tiempo, pero ambas trabajan todavía en lo suyo... Y parece que tienen cuerda para rato.

—Yo pienso venir hasta los 120 años —dice Alba.

—Yo no sé si tanto... Pero también seguiré acá. Cuanto más aprendo, más puedo dar. Eso, junto con todo lo que viví, puedo transmitírselo a mis nietos. Es muy lindo llevarlos al museo y contarle las cosas que aprendí —dice María Antonia.

Desde luego, el cuerpo se deteriora con la edad; sin embargo, la sabiduría aumenta. Es un hecho. Sólo hace falta cuidarla entre todos. Por eso el adagio clásico dice que si una sociedad descuida a sus mayores, no merece tener historia. Alba y María Antonia ejemplifican por qué esa es una sentencia justa.


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La contención social: una tarea colectiva
“Llegar a los 60, a los 70, a los 80 y tener amigos, compañeros, aprender cosas nuevas, sentir que los hijos te tienen en cuenta, que los nietos te escuchan... Ser feliz. Eso es calidad de vida. Así no se pierde memoria o se contrae alguna psicopatología”.

Según Nidia Schuster, coordinadora del Programa Adultos Mayores de 50 del Rojas entre 2002 y 2006, la calidad de vida depende de tres factores: el psicológico, el biológico y el social. “De los dos primeros se ocupan otras instancias. De la contención social, se encargan lugares como el Rojas; sin embargo, esa labor también es una tarea colectiva”, subraya. Y advierte: “Hoy los jóvenes —incluso los médicos— no tienen paciencia con la gente grande y los hijos apenas les dedican tiempo para escucharlos o para estar con ellos por placer”.

En opinión de esta pedagoga, a partir de los 50 a los adultos les cuesta cada vez más establecer un lenguaje común con los hijos y con los nietos. Por un lado, la pareja decae, los hijos ya no viven en casa —muchos ni siquiera en el país— y el trabajo suele desmotivar. Por otro, el mundo avanza rápido y resulta sencillo quedar desactualizado. ¿Qué hacer? Cambiar de paradigma: “Antes de jubilarse, es bueno comenzar un nuevo proceso educativo que lo enriquezca a uno; así la transición se suaviza”, explica Schuster.

Además, indica, urge que el Estado y el sector privado implementen hoy políticas de cara a la próxima década. “La población de adultos mayores crece a un 3 por ciento anual, cada vez está más cualificada y carece de espacios para integrarse, desarrollar y transmitir sus potencialidades”. Y como idea para el debate, Schuster propone crear la Universidad de la Experiencia, “un lugar mitad club social, mitad universidad, que trabaje en Educación No Formal y que aproveche la experiencia de los adultos para beneficio de todos”.

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Agotados los temas, siempre van por más
Puntuales. Ávidos de conocimiento. Participativos. Solidarios. Y, sobre todo, tan motivadores que los profesores no faltan incluso cuando enferman. Después de 20 años de docencia en el Rojas, Jorge Botaro y Cristina Piaggio definen así a su alumnado. Por cierto, un alumnado que llena clases de hasta 40 personas, que promedia 62 años y gran parte del cual participa en el Programa de Adultos Mayores desde hace mucho.

Piaggio, profesora de Historia del Arte, conoce bien a los irreductibles del Rojas; al menos un grupo de 15 sigue sus cursos desde 1987. Juntos empezaron con el arte en Grecia y, cronológicamente, atravesaron la historia entera hasta llegar al siglo XXI. Agotado hace años el temario, los alumnos tomaron la posta y propusieron temas que les interesaban, como un curso sobre el arte egipcio o un taller donde reflexionar sobre la fotografía digital.

Con razón, a Piaggio le entusiasma el Rojas más que la Escuela de Bellas Artes, donde también enseña: “Allá lo normal es que te digan: ‘Ah, no, pero yo voy a ser artista, no me interesa Historia del Arte’. Acá la mayoría tiene el arte como una asignatura pendiente y no busca un título, sólo quiere aprender”.

El Coordinador del Área de Informática, Jorge Botaro, comparte la admiración de su colega por el ansia de aprendizaje de estos alumnos. Ahí va un dato: en 1987 Botaro comenzó con 4 cursos y unos 100 estudiantes, hoy coordina 35 cursos, tiene 800 estudiantes y debe gestionar largas listas de espera. Y es que las nuevas generaciones de adultos mayores le exigen algo más que manejar el correo electrónico o navegar por Internet: “Ahora estamos también con Photoshop, Flash y diseño de páginas web”, explica sonriente.

Chicos y escritores.org

Clarín, 4 de marzo, suplemento Educación

Versión papel: aquí.

SITIO EDUCATIVO EN INTERNET

Foro de escritores de 4a 12 años:
“¿Va coma?”, “¿Lo adjetivo o no?”

La página www.chicosyescritores.org, ideada por una de las mayores expertas en lectoescritura, Emilia Ferreiro logró que interactúen más de 11.000 chicos que escriben en español.

Rubén A. Arribas

“Había una vez una escuela muuuuuuuuuuuy antigua. A los chicos no les gustaba para nada. Un día subían todos juntos por la escalera y la pisaron con tanta fuerza que se dio vuelta y todos cayeron detrás. Resultó que volvieron al pasado cuando la escuela era nueva. Así descubrieron que la escalera era mágica y que podían viajar en el tiempo. Fin. Adiós. Hasta otro tiempo”.

Santiago García (6), de Esquel, es uno de los 2.407 argentinos que han publicado un texto en www.chicosyescritores.org, una página web ideada por la psicóloga Emilia Ferreiro y desarrollada entre el Fondo de Cultura Económica y la Universidad Nacional Autónoma de México. En este foro educativo público y gratuito, interaccionan más de 11 mil chicos de 4 a 12 años que escriben en español, principalmente desde América Latina y España. Según Marina Kriscautzky —una de las coordinadora académicas—, esta experiencia demuestra “que los niños leen y escriben cuando le encuentran sentido a hacerlo; a ellos les gusta comunicarse por escrito cuando alguien les responde tomándose en serio lo que tienen para decir”.

Así sucede al menos con los pibes argentinos. Cuenta Kriscautzky desde México DF que estos “constituyen la segunda nacionalidad en cantidad de usuarios, pero en porcentaje son quienes más publican”. A finales de febrero de 2007, los jóvenes internautas albicelestes habían publicado ya 523 textos propios y habían recomendado 376 libros a sus pares. ¿Es mucho o poco? Por esas fechas, los casi 5 mil mexicanos inscriptos habían redactado 613 textos y habían recomendado 440 libros. Vamos, que los de acá le tienen tomada la medida a la computadora.

De todos modos, más que la afinidad por la tecnología —algo generacional— lo que llama la atención es que hayan recomendado 376 libros distintos. ¿No era que sólo leían a Harry Potter? Pues no. Para la cordobesa Sofía Rivadero (8), una linda lectura es “Ruperto detective”, de Roy Berocay. Según Paula Álvarez (10), de Buenos Aires, “Lorca para niños” es muy interesante porque permite “anotar o dibujar algo de una poesía en las últimas páginas”. Y a Oriana Arriola (13), de Villa La Angostura, “Caídos del mapa”, de María Inés Falconi (13), le gustó porque los protagonistas cursan el mismo grado que ella: 7º. Es decir: los chicos tienen variedad de gustos y les encanta compartirlos.

Y si variadas son sus preferencias literarias, no menos distintos son sus intereses cuando teclean. Así, la cordobesa Guadalupe Díaz (12) escribió una variación sobre el cuento del sapo y la princesa, donde este vive en Misiones y compite contra Fito Páez por la princesa Glucutucu. Por su parte, Martina López Yablon (13), de Buenos Aires, inventó «la poesía insonante», un género donde importa menos si la rima es consonante o asonante que formar aliteraciones como “la prisa de la brisa”. Otros, como los también porteños, Emanuel Gamaleri (13), Daiana Aime Scura (12) y Nicole Vispo (12) verbalizaron sus sentimientos respecto de la infancia perdida, el primer amor, la muerte, la escuela o los padres separados. Prosa, poesía, cuento, diario personal o autobiografía, que más da; lo importante es que escriben con frecuencia.

Eso sí, mejor noticia aún es que ellos apenas son una muestra de esos 2.407 compañeros argentinos que están anotados. Para Kriscautzky, después de cuatro años de proyecto la conclusión es clara: “Los niños piensan sobre la escritura, se plantean preguntas acerca de cómo funciona y de cómo interactuar socialmente a través de ella”. Los datos así lo corroboran: chicosyescritores.org recibe unas 4.700 visitas mensuales. Dicho de otro modo: los adultos deberían tomarse más en serio lo que los chicos tienen que decir, sobre todo por escrito.

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Como en un taller
Desde 2002 el equipo de chicosyescritores.org convierte en realidad un postulado de su coordinadora, Emilia Ferreiro —Doctora en Psicología, discípula de Jean Piaget y modernizadora de la lectoescritura—: promover el respeto intelectual por el niño. A través de la página web, estos docentes trabajan los textos que escriben los chicos como si estos asistieran a un taller de escritura. Marina Kriscautzky sintetiza así la metodología de las correcciones: “Nos ponemos en el punto de vista del autor, su edad y los conocimientos que muestra sobre escritura; en función de eso decidimos qué errores está en condiciones de ver el autor en su texto: no le pedimos lo mismo a un niño de 7 años que a uno de 13, pero tampoco que a los de 10. Si el texto necesita cambios, le escribimos al autor explicándole cuál es el principal problema y dándole ideas para mejorarlo. Si no, hacemos un comentario que acompaña al texto y lo publicamos”.

Francesco Tonucci (2)


Clarín, 4 de marzo de 2007, sección Educación

Versión papel: acá.

“Jugar es vivir emociones que bajo el control adulto no son posibles”

En esta segunda charla con Clarín, el experto en infancia Francesco Tonucci, contó un reclamo frecuente de los chicos hacia los adultos. Están convencidos de que, aunque aportan buenas ideas para resolver asuntos de todos, no escuchan su opinión.

Rubén A. Arribas

¿Quién tiene más espacio público: los adultos para estacionar sus coches o los niños para jugar con los amigos? La respuesta a esa pregunta ejemplifica el discutible sentido que tiene la palabra progreso en la sociedad actual. Según el pedagogo Francesco Tonucci, los adultos abusan del poder que tienen y convierten las ciudades en prisiones para los más pequeños. Y todo, como explica este prestigioso especialista en la infancia, porque “Los adultos construyen ciudades sólo para ellos y sus automóviles, y echan a casi todos los demás”.

Así de claro: los políticos, los padres o lo docentes, por ejemplo, toman decisiones que afectan a los chicos, pero que no respetan los derechos básicos de estos. ¿Cuáles son esos derechos? “Poder salir de casa solos, participar como un ciudadano más en mejorar la ciudad, disfrutar de espacios públicos seguros y la adopción de una cultura de la infancia”, enumera Tonucci. Para los chicos, el progreso consiste en vivir en ciudades donde reinen los peatones y las bicicletas, aprender en escuelas que les resulten divertidas o evitar aburrirse en casa porque no los dejan salir solos. También en que los adultos les consulten sobre cómo convertir en realidad esos y otros sueños.

¿Por dónde empezar entonces? El principal reclamo infantil, cuenta este pedagogo, es pedir más autonomía, momentos de libertad donde no estén vigilados por los adultos. Sucede que los padres recluyen a sus hijos en casa y no los dejan salir solos porque le temen a todo: al tráfico, a los pederastas, a quienes les quitan las zapatillas y el dinero, incluso a los toboganes del parque. Tonucci entiende la preocupación por la inseguridad, pero argumenta en contra: “Los datos dicen que el 90 por ciento de la violencia infantil se produce en casa, no en la calle”. Y añade: “Si los chicos no pueden salir solos, no pueden jugar. Jugar necesita de suficiente autonomía y libertad para vivir experiencias como aventura, descubrimiento, riesgo... Emociones que, bajo el control de los adultos, no son posibles y que los niños necesitan para madurar”.

El siguiente reclamo de los chicos es que los adultos no tienen en cuenta su opinión, a pesar de que ellos aportan buenas ideas para resolver asuntos que afectan a todos. ¿Buenas ideas, en serio? A continuación unas preguntas para uno y otro bando, con las contestaciones que recabó Tonucci cuando se entrevistó en febrero con chicos de Rosario y de Buenos Aires. Una fácil: ¿qué es lo que más les gusta a los niños? Los padres: “Ver la televisión y jugar a la videoconsola”. Los hijos: “Jugar con otros niños”. Una de política: ¿cómo conseguir que la ciudad sea más segura? Equipo de los adultos: “¡Más policía!”. El de los pibes: “Llenar la ciudad de niños”. De nuevo la misma pregunta, por si los grandes, de repente, se vuelve creativos: ¿cómo lograr que la ciudad sea más segura? Los perdedores: “Instalemos videocámaras”. Los ganadores: “Pongamos a dos padres tomando mate en cada cuadra”.

Al respecto, Tonucci reflexiona: “Los adultos tienen una capacidad perversa para pensar que viviendo solos pueden ser felices. En cambio, los niños saben que para ser felices necesitan a los demás y por eso reclaman espacios públicos, donde público retoma el sentido de espacio compartido, y no de reservado”. Por tanto, ni PBI ni inflación; el progreso debe medirse por la capacidad de los adultos para poner en el corazón de la sociedad a los niños y dialogar con ellos; eso es lo que diferencia a unas sociedades de otras. Tonucci lo resume así: “Los niños se parecen bastante en todas partes; lo que cambia es la capacidad de los adultos para escucharlos y acompañarlos en lo que proponen”. Más económica no podía ser la fórmula del progreso y de la felicidad: hablar con los chicos.


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ROSARIO, UNA CIUDAD PIONERA

Francesco Tonucci vino acá para celebrar los diez años de adhesión de Rosario a La ciudad de los niños, una iniciativa mundial que conciencia a la sociedad de que los chicos también son ciudadanos. Como fundador del proyecto, el pedagogo se mostró encantado con los logros rosarinos y destacó la gran creatividad y el empuje del equipo coordinado por Chiqui González y Silvia Alderoqui. Entre las propuestas infantiles implementadas en la ciudad, la favorita del italiano es El día del juego: el primer miércoles de octubre las escuelas abren sólo para jugar, incluso la Policía corta varias calles para que la gente matee y los chicos corran tranquilos. La idea nació en 1998 y, desde entonces, más de 500 empresas se han sumado a la celebración y le dan una hora libre a su personal. ¿Para qué? Para que juegue, claro.


Francesco Tonucci (1)


Clarín, 25 de febrero de 2007, sección Educación

Versión en papel: acá.


La entrevista con Francesco Tonucci fue en el Palacio Pizzurno, después de algún acto sobre su proyecto La ciudad de los niños. Tonucci, un tipo simpático y con una tremenda conexión con su parte infantil, habló y habló y habló... Y habló. Grabé unas 2 horas de charla y, a pesar de que Clarín publicó un par notas con ese material, no agotó todas las ideas que disparó la cabeza privilegiada de este pedagogo. Digo: ya quisiera llegar yo así a los 65.

Ha pasado algún tiempo desde febrero de 2007; sin embargo, aún me resuena una idea de aquel encuentro: si los niños ocuparan el corazón de la sociedad, seríamos más felices y el mundo dejaría de ser, como dice el tango, una porquería. Aprender a escuchar a los chicos es una de las asignaturas pendientes de esta sociedad, que vive bajo la dictadura del capricho adulto.


ENTREVISTA CON EL PEDAGOGO ITALIANO FRANCESCO TONUCCI

"Leerles a los chicos 15 minutos por día es llevarlos al milagro de la lectura"

En una nueva visita a la Argentina, el pedagogo italiano remarcó la responsabilidad de la escuela en la promoción de la lectura. En diálogo con Clarín ironizó: “Los profesores me dicen que esto es demasiado fácil”.

Rubén A. Arribas

“La mayoría de las escuelas en los países desarrollados son ilegales”. Eso sostiene el reconocido pedagogo italiano Francesco Tonucci, en alusión a que la mayoría incumplen la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por Naciones Unidas en 1989. Según el impulsor del proyecto La ciudad de los niños, esa normativa mundial tiene rango de ley nacional entre quienes la firmaron —entre ellos la Argentina—; sin embargo, las escuelas suelen olvidar el artículo 12, que tipifica que los niños tienen derecho a expresar su opinión y a que esta sea tenida en cuenta. Es decir: los adultos deben consultar con los chicos aquellas decisiones que les afecten, y no imponerles arbitrariamente sus criterios. Lo dice la ley: diálogo.

Claro, que aprender a dialogar con los chicos es una asignatura pendiente de cualquier adulto. También lo es del mundo educativo. Por ejemplo, el profesor suele exigir a los alumnos que todos compren el mismo libro de lectura. ¿Cuál? El que le gusta a él, por supuesto. Tonucci, reconocido dibujante de viñetas irónicas sobre la escuela, ilustra la situación con palabras: “Imaginemos una sala de espera de una estación de tren, llegamos y vemos a 20 personas que leen, algo raro de por sí. Imaginemos que leen, no una revista o un periódico, sino ¡un libro! Ahora nos acercamos y descubrimos que todas leen el mismo libro. Nos inquietamos, ¿verdad? Y ahora nos acercamos un poco más y nos damos cuenta de que todas esas personas van por la misma página.... Parece obra de un demonio, ¿no? Pues bien, eso es lo que ocurre en la escuela todos los días”.

Y es que hoy día los niños siguen sin ser el corazón de la escuela. Los sistemas educativos no son acogedores para ellos, se muestran incapaces de atender a la diversidad infantil. De hecho, Tonucci opina que sobrevaloran la lectura, la escritura y el cálculo, hasta casi considerarlas las únicas competencias, un criterio que excluye a muchos chicos. “Para nuestros sistemas educativos, un niño con habilidades manuales no cuenta. Lo sé muy bien: era dibujante y sabía construirme mis juguetes —aún de viejo me los sigo construyendo—; sin embargo, eso nunca me ha ayudado en la escuela”.

Con todo, la crueldad de la situación no se detiene ahí. “Desde que la escuela es democrática, es decir, abierta a todos, la mayoría de los chicos que acceden a ella no tienen una experiencia de lectura en su familia: no tienen libros en casa y nunca han visto a sus padres leer un libro. ¿Cómo pueden entender entonces que escribir o leer es tan importante?”, argumenta. Dicho de otro modo: sin adultos comprometidos por placer con la lectura resulta imposible transmitir que leer sirve para mucho más que subrayar los sustantivos de un texto o saber qué preguntan en un examen. Un placer se contagia, no se impone.

“Por eso la escuela tiene que suplir esa deficiencia”, explica. “Desde que nacen, los chicos necesitan adultos que les lean en voz alta, que compartan con ellos la experiencia de la lectura, que los eduquen en la emoción de la escucha”. Y propone algo para comenzar ya mismo: “Leerles 15 minutos diarios; esa es la única manera de ponerlos dentro del milagro de la lectura, es decir, de que vivan a través de las palabras las imágenes que estas evocan”. ¿Y qué hay que leerles? “Novelas; para que aprendan a esperar y que leer un libro lleva tiempo”. Y añade riendo: “Los profesores me dicen que esto es demasiado fácil”.

Fácil, pero no habitual. Y, sin embargo, ese es un punto de partida más democrático que obligar a los chicos a leer y más divertido que dejarles a ellos todo el peso del aprendizaje. Pero, claro, los adultos nunca tienen tiempo para ser democráticos o divertidos, y mucho menos en la escuela. Como diría Tonucci, lo preocupante del caso es que parece que esos adultos nunca hubieran sido niños.


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La ciudad de los niños

“El niño es el paradigma del ‘otro’: en él caben todas las diferencias, todas las diversidades. Por eso, si el intendente es capaz de dialogar con los niños, entonces también es capaz de hacerlo con cualquier otra persona, sin distinción de edad, cultura, sexo, habilidad...”. Según Francesco Tonucci, ese es el fundamento filosófico de La ciudad de los niños, una iniciativa con la que desde 1991 conciencia a la sociedad de que los chicos también son ciudadanos. Es decir: los adultos deberían consultarles cuando construyen y reorganizan los espacios públicos, que son de todos: de los chicos y de los grandes. El proyecto comenzó en Frato —su pueblo natal— y se ha extendido a más de 80 ciudades italianas, españolas y argentinas. Entre las 7 de acá, Rosario es la decana y este año celebra sus 10 años de adhesión al proyecto.

Más información: www.lacittadeibambini.org