Colonia para chicos ciegos

[ pedirle una foto a Pilar Molina ]

Clarín, 17 de febrero de 2008, suplemento Educación.

Versión papel: acá.

PROGRAMA RECREO DE EDUCACIÓN ESPECIAL
DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN PORTEÑO

Un día con los chicos que aprenden
el mundo que nunca podrán ver

Durante el ciclo lectivo, la escuela Santa Cecilia funciona como una primaria para chicos ciegos de 4 a 15 años. En verano e invierno abre como colonia gratuita.

Rubén A. Arribas

—Si venís a la colonia, ponete repelente. Si venís a la colonia, metete en la pileta. Si venís a la pileta, mojate la panza...
—No, no —corrige Franco—. La última no es así.

Franco está sentado en una típica silla de jardín de infancia, de esas que apenas levantan un palmo y medio del suelo. Con su manita izquierda de niño de diez años, agarra confiado la mano derecha del adulto que le habla. Al lado suyo, una profesora lo espera para ir a desayunar. Aunque él desconoce cómo es el mundo visible, en estas condiciones se siente seguro; o al menos eso da a entender su cara de bonachón.

—¿Y cómo es?

Le resulta extraña la voz: es la primera vez que la oye en la escuela Santa Cecilia, donde funciona la colonia de verano a la que asiste junto con 30 chicos más. Hasta hace un momento estuvo cantando con ellos.

—¿Quién sos? —pregunta.

En la continua oscuridad que le suministran sus ojos, escuchar un nombre y una profesión le sabe a poco; así que, confianzudo, palpa con la mano que tiene libre el lóbulo de la oreja y la cara que pertenecen a esa voz. “Tenés barba”, comenta. Con ternura desliza los dedos hacia arriba y hace que el adulto incline la cabeza para que él pueda explorarla. Ríe: “Sos pelado”. Por último, regresa hacia la barba y la oreja, donde se detiene porque nota algo duro.

—¿Qué tenés acá?
—Anteojos.

Asiente: el dato concuerda con la sensación táctil. Alza la cabeza y dirige sus ojitos entrecerrados hacia donde escucha la voz.

—Hablás raro... ¿De dónde sos?

Franco podría pasarse la mañana así, aprendiendo sobre ese mundo que no puede ver pero sí sentir. La profesora, que lo conoce, lo apura para que vaya a desayunar: un micro los espera para llevarlos a la pileta del Club Comunicaciones, y antes debe comer algo. Entonces desvela el error del periodista:

—No es ‘panza’. La última es “mojate las patas”.

Luego, le da la mano a la docente, camina y sube la rampa que separa el patio de juegos del pasillo por donde se va al comedor. Además de leche y alfajores, allá lo esperan otros ruidos, pieles, voces, texturas..., es decir, un nuevo bombardeo de sensaciones que deberá ordenar sin la ayuda de la vista. Para que la tarea le sea menos ardua, él y sus compañeros cuentan con 5 profesores y 6 auxiliares de docente que están pendientes de ellos desde las 10 a las 16 h.

Según Pablo Pereyra —coordinador de esta colonia del Gobierno de la Ciudad—, la mayoría de estos chicos no ven porque, o bien se lo impide un tumor en el quiasma óptico, o bien nacieron sin glándula de crecimiento o con problemas en el nervio de la visión debido a que las madres, por ejemplo, se drogaron durante el embarazo. Y, como las desgracias nunca vienen solas, a los pobres no les falta de nada: uno tiene retraso madurativo, al otro lo abandonaron, varios vienen de familias con dificultades económicas... Por suerte, gracias a la contención que reciben acá, conservan el sentido del humor y la vivacidad propios de la infancia.

—¿Vos sos el periodista, no? Hola, me llamo Bárbara, tengo 8 años, sé bailar y cantar. Quiero salir en el diario: me hace mucha ilusión. Antes hicimos un espectáculo con mis compañeros, y vine a verte por si lo podés contar.

El espectáculo al que se refiere Bárbara es la canción de bienvenida. Hoy ella fue la maestra de ceremonias, y disfrutó mucho presentando con el micrófono a todos los chicos, quienes cantaban aquello de “Si venís a la colonia...”. Mientras el periodista le promete que lo contará, ella agarra una de las manos de esa voz que oye por primera vez, y con la manita que le queda libre le palpa la pierna, le explora el brazo, le toca la ropa... Como Franco, antes de ir a la pileta a mojarse las patas, quiere llevarse entre el tacto y el oído todo eso que no ve.

*

"APRENDEN COMO CUALQUIER ALUMNO"

Lucas, Alan y Abril ejemplifican el espíritu integrador de la colonia. Lucas (4) es el hermano menor de Matías (6) y de Hernán (10). A diferencia de sus dos hermanos, él ve perfectamente; una situación parecida a la que viven Pilar (6) y Alan (6) con sus respectivos mellizos, Abril y Patri. Según Pablo Pereyra, “en la colonia, laburamos que los chicos que están cerca de los pibes con discapacidad se vengan y jueguen con sus hermanos, primos, etc.; para que así los entiendan mejor”. Y Lucas, Alan y Pilar tan contentos con la idea: acá hay toboganes, trepadora, juegos, excursiones a la pileta... Con un adulto cada tres chicos, ver o no ver deja de ser un criterio para dividir las actividades. “Estos pibes se dan los mismos golpes que cualquier otro a su edad. Aprenden como todos: reparando en el error y reforzando el acierto”, aclara Pereyra.


TODO EL AÑO

La escuela Santa Cecilia está en Senillosa 650, Buenos Aires. Durante el ciclo lectivo, funciona como un primario para chicos ciegos de 4 a 15 años. En las vacaciones de invierno y verano, abre como colonia —gratuita— bajo el programa Recreo de Educación Especial. Va de lunes a viernes, de 10 a 16 h. La matrícula está abierta todo el año. Teléfono: 4922 0459.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el articulo es bueno y útil, yo tengo una beba de 1 año y medio con retinopatia del prematuro, conocer sobre actividades de chicos no videntes me da mucha fuerza y alivio de que ella vivira una vida normal y será igual de feliz como toda la familia junto a ella.

Aviones desplumados dijo...

Me alegro de que te sea útil el artículo. Ahí tienes algunos contactos, por si te son de ayuda. Los profesores son espléndidos y el ambiente con los pibes, muy lindo.

Muchas gracias por leer y por comentar. Y mucha fuerza para esa beba, y también para los padres, claro. Ánimo, que seguro van a ser muy felices todos.

Un abrazo.